En aquel momento era un ex Presidente, aunque para muchos seguía siendo visto como su líder político. Aunque más de uno aseguraba que nunca volvería al poder, deseo que compartían algunos que hasta hace no tanto eran sus subordinados, él estaba convencido de lo contrario y se preparaba para el regreso. Desde Europa agitaba a las masas: enviaba mensajes que eran reproducidos masivamente y que a veces embroncaban hasta a los suyos. Desde Puerta de Hierro, en España, Juan Domingo Perón planeó su regreso al poder en los primeros años de los setenta y ahora, en formato de comedia -y, en plena pandemia, quizás también de tragedia- Mauricio Macri se propone repetir la historia desde Suiza. Sin embargo, esta vez los que se preparan para disputarle poder no es una organización juvenil, sino que enfrente tiene al líder político con mejor imagen del país. Esta historia, a diferencia de la de los setenta, tiene aún final abierto.
De cualquier manera, lo que es claro es que Juntos por el Cambio entró esta semana en el peor momento de su interna. Si bien era una realidad de esperarse, con las elecciones legislativas a la vuelta de la esquina, el tuitazo europeo de Macri amenaza con poner fin a la endeble pax romana que apenas había logrado contener las diferencias en estos meses. Encima Bullrich no para de crecer, y pone en práctica algunas de las mañas que aprendió en las décadas en que se paseaba por la Ciudad con el fusil al hombro, y golpea y luego negocia. No hay rey, pero si lo hubiera seguro estaría desnudo.
Interna. El 2020 fue un año realmente inesperado. Una insólita pandemia llegó hasta nuestras costas, y provocó hechos tan inesperados como que Horacio Rodríguez Larreta, que siempre fue más bien una figura gris, se convirtiera en el político con mejor imagen del país y, como si fuera poco, ese ascenso hasta lo más alto lo consiguió trabajando junto al Presidente, del que en los papeles es opositor. Hasta hace una semana esto hubiera sido de lo más llamativo en cuanto al clima interno de Juntos por el Cambio, pero el encuentro virtual que protagonizaron exactamente una semana antes de las masivas marchas por el país contra el Gobierno trajo novedades más que extrañas.
Primero porque puso en evidencia quien tiene -o cree tener- el timón del barco. Cuando la reunión, en la que participaba el ex Presidente desde Europa, estaba por entrar en su recta final, Rodríguez Larreta literalmente se levantó y se fue. Desde el gobierno porteño explican, con cierta lógica, que alguien que tiene que manejar un Ejecutivo en plena crisis pandémica y social no se puede dar el lujo de entrar en grandes debates teóricos de una hora y media en pleno día laboral, pero ese razonamiento esconde el más importante: hasta hace tan solo un año, Larreta jamás se hubiera ido de una reunión sin antes conseguir alguna aprobacion de su entonces jefe o sin por lo menos haberlo notificado de antemano. Aunque el círculo larretista asegura que fue sin ningún tipo de intención y que tenía una reunión a la que ya estaba llegando tarde, para los asistentes -entre los que estaban María Eugenia Vidal, Humberto Schiavoni, Cristian Ritondo, Alfredo Cornejo, Miguel Ángel Pichetto, Maximiliamo Ferraro y Bullrich- sonó como lo que fue: un desplante.
Al menos eso es lo que pensó Macri, que tiró “algún comentario choto” al pasar, según recuerda uno de los presentes. “Bueno, por lo menos algunos nos quedamos”, habrían sido, palabras más palabras menos, las declaraciones del ex Presidente. Y el culebrón no termina ahí: Ritondo, jefe del bloque PRO en Diputados y uno de los que podrían ser candidatos del espacio en la provincia de Buenos Aires en el 2023, salió a contestarle para defender a Larreta. No hay paz en Juntos por el Cambio.
Europa siempre estuvo cerca. Cuando Perón hablaba desde Madrid su palabra, en su espacio, se cumplía, o al menos nadie se animaba a desafiarlo abiertamente. En esta reversión tragicómica del líder agitando desde el exilio, es el propio Macri el que cruza a los suyos. En aquel encuentro virtual se había acordado no sólo no ir a la marcha sino no convocarla ni incentivarla. La lógica que primó, en la que coincidirían todos los especialistas en medicina del mundo, es que se enviaría un mensaje contraproducente dentro del único territorio que gobierna el PRO, donde desde hace casi seis meses su líder viene exigiéndole mucho a la ciudadanía. La reacción más íntima de Larreta cuando vio que que la cuenta oficial de su partido sacó un tuit incentivando a asistir al evento es un secreto guardado a siete llaves, pero lo cierto es que en aquel momento algo se rompió.
Sun Tzu, el estratega militar y filósofo de la Antigua China, recomendaba siempre a los que lo escuchaban que evitaran tomar decisiones cuando estaban molestos. Según reconstruye hoy el larretismo, esa idea del oriental es exactamente lo contrario a lo que hizo el ex mandatario. Desde las paradisíacas playas de la Costa Azul, Macri no sólo incumplió con lo que había acordado la plana mayor del espacio siete días antes, sino que encima lo hizo público. “Orgulloso de los miles de argentinos que salieron ayer para decirle basta al miedo y al atropello, y sí al trabajo, al respeto y a la libertad”, tuiteó desde Francia, el día siguiente a la marcha. Y luego, a tan sólo nueve meses de dejar el poder, finalmente tronó el escarmiento en la interna.
“El está en pleno luto del despoder, recién ahora empieza a entender que no es el líder, pero todavía no toma nota de eso. Y agita desde su 'Sierra Maestra', navegando en un barco, sin tener una sola actitud autocrítica sobre lo que pasó en su gobierno”, dicen muy cerca de Larreta, y la diferencia entre “su gobierno” y el actual no debería pasar desapercibida. Otro de los hombres más importantes del PRO redobla la apuesta: “La única virtud que tenía Mauricio desde que dejó el poder era que no hablaba. Era realmente lo único que se podía rescatar de él, y ahora ni con eso cumple”.
Los comentarios despectivos hacia con el ex líder del espacio se repiten entre los que Bullrich renombró como el “ala tibia” de la oposición. Según el interlocutor, las críticas pueden variar desde el mal momento personal que estaría pasando Macri a que se estaría dejando manejar por la única política de peso que quedó a su lado, su ex ministra de Seguridad. En este punto la soledad política del ex Presidente habla por sí sola: Macri llegó hasta la cima del poder político construyendo junto a Marcos Peña, Jaime Durán Barba, Vidal, y Larreta. Ellos eran su rinón histórico, y hoy ni uno sólo de ellos lo ve como su líder e incluso las críticas que le destinan ya no quedan sólo en el ámbito privado. “Mauricio no disfrutó nunca de su presidencia, así que no creo que vuelva a intentarlo”, le dijo el gurú ecuatoriano a NOTICIAS en una entrevista en junio.
Ausencia. Hay un punto que le toca la fibra sensible a Macri y en el que sus críticos internos podrían tener algo de razón. Es sobre su situación personal. Los que lo siguen de cerca y hablan seguido con él aseguran que su gran preocupación es la situación judicial que empieza a cernirse sobre él, y especialmente sobre su familia. Entre los malestares que aquejan al ex Presidente resalta uno: la causa del Correo Argentino, que podría alcanzar a sus hijos, Fransciso, Agustina y Gimena, a los que les cedió en el 2009 sus acciones en la empresa, y a su hermano Gianfranco. Con este último los cruces no son nuevos y vienen en escalada desde que murió Franco, pero en sus vástagos, que siempre fueron ajenos a la vida empresarial y política del ex líder del PRO, es donde está el quid de la cuestión. “Mauricio sabe que el kirchnerismo va a ir donde le duele, por sus hijos, y por eso está empezando a levantar el perfil, para mostrarse fuerte”, dice alguien que habla muy seguido con él.
La lógica que presenta el círculo íntimo de Macri es que las bravuconadas tuiteras y discursivas del ex Presidente hay que leerlas no en clave de un acto irracional y falto de lógica, sino, justamente, todo lo contrario. Es una cuestión de supervivencia, un miedo que lo persigue desde que dejó el poder y que ni siquiera las semanas de vacaciones en Europa junto a Juliana Awada y su hija Antonia lograron atenuar. Y eso que el hombre hizo todo lo posible para desconectar: tuvo jornadas de descansos en bote sobre el agua de Costa Azul, aprovechó para reencontrarse con el ex esposo de Awada, el magnate belga Bruno Barbier con quien tiene una buena relación, y hasta se tomó un rato para irse de compras por París. No todo son tuis polémicos en Europa. Esta vez, a diferencia de los setenta, la batalla política tiene más de un General.
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