** Siempre es bienvenida la ficción nacional en el prime time, ese horario nocturno que históricamente reúne a la mayoría de los televidentes de canales de aire. También una trama donde las mujeres vuelven a tener absoluta atención.
No importa demasiado si la flamante “Separadas” (la única argentina, por ahora, de 2020) reitera o recrea la estructura de “Guapas” (2014) y “Las Estrellas” (2017); anteriores y exitosas tiras también de Polka Producciones. Tampoco si repite un motivo similar para unir a los personajes. En el primer caso se trataba de la quiebra de un banco; en el segundo, regentear un hotel, como condición para cobrar una herencia paterna. Ahora, en la actual, un fraude inmobiliario.
La trama se inicia con las protagonistas acusadas del asesinato de Fausto Valdez (Marco Antonio Caponi), arquitecto responsable de una estafa en la construcción de un edificio de viviendas y retrocede un mes antes, cuando él desapareció tras robarse la inversión. Por un lado, están Clara (Mónica Antonópulos), su ingenua esposa y madre de sus dos hijos; Martina (Celeste Cid), emancipada DJ y hermana menor de Clara; y Luján (Marcela Kloosterboer), abogada, amante engañada de Fausto y ansiosa por ser madre. Por otro, Paula (Julieta Zylberberg), una enérgica community manager que perdió los ahorros de su hija en el frustrado proyecto edilicio; y las hermanas oriundas de Bariloche, Inés (Julieta Nair Calvo), que oculta algo de su pasado, y Carolina (Gimena Accardi), cuya condición se acerca a la de una persona con Asperger, a quienes se les esfuma el sueño de la casa propia. Finalmente, la policía Romina (Agustina Cherri), asignada a cuidar el bar del inmueble que es centro del desfalco y sufre violencia de género. Las siete mujeres a la deriva, se unen y arman un frente contra quien las ataque.
El problema radica en los flojos guiones de Marta Betoldi, Esteban del Campo y Josefina Licitra que se desarrollan a ritmo de comedia dramática, pero con demasiados diálogos, escenas y situaciones improbables. Además, aunque fornidos y bellos los personajes masculinos carecen de verosimilitud y no hay adultos mayores en roles relevantes. A su vez, la errática dirección compartida de Martín Saban y Sebastián Pivotto no hace foco en las miradas y acciones del elenco y privilegia un tono trepidante y altisonante.
Por suerte, a la inexpresividad de Kloosterboer, Sebastián Estevanez e Iair Said (ellos en roles secundarios); se contrapone la intensa entrega de Cid, Antonópulos, Cherri y la luminosa Accardi, que irradia inocencia y desparpajo en una labor admirable.
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