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SOCIEDAD | 18-11-2013 15:01

Calamaro sobre Bieber: "La culpa no es del chancho"

El cantautor argentino escribió una columna en Noticias sobre el paso del ídolo teen por Argentina.

Según el critico de arte y pensador futurista Daniel Molina (@rayovirtual), “no somos adictos a Internet, es el medio en que se vive hoy; es como si en el siglo XlX se hubiese hablado de adicción a la ciudad”. Y esta forma instalada de comunicación y “convivencia” presenta dolencias: el 37% de los navegantes que abren un articulo no llegan a leerlo jamás; el resto de los navegantes no llega al segundo párrafo sin antes descargar una critica que en la gran mayoría de los casos es negativa y furibunda.

Lo vemos todos los días, hartos ya de darnos cuenta, leyendo los miserables sitios gestionados por becarios de un periodismo contaminado y analfabeto. Un triste segmento de celebridades locales permite a una subespecie destacar una aristocracia que se presenta a sí misma como formadores de opinión mientras se dan manija exhibiéndose en sus desaliñadas vestiduras, reconvertidos en héroes mediaticos vulgares, incultos, promotores de la cultura de la ignorancia alegre y la paranoia triste. Una paranoia que ellos mismos construyen, para después venderla como noticia. Alegremente fabrican un candidato a diputado –que no leyó tres paginas de “El Principito” ni sabe elegir un par de zapatos– como un atractivo “Kennedy argentino” para las masas, o se repiten hasta el cansancio atormentando a la población con apolillados datos sobre la entrada de estupefacientes al país, por citar dos ejemplos recientes.

Tragicómico pero cierto, los espacios construidos a base de propagar rumores sobre la vida de “cualquiera que pase por allí” pueden atender asuntos informativos políticos, de seguridad ciudadana, de salud y educación; siempre con unos niveles de hipocresía y caradurismo que –curiosamente– ya a nadie llama la atención.

Es normal entonces que los vómitos del ícono teen Justin Bieber (un muchacho canadiense destinado al paraíso “trash” de Britney Spears o a la insoportable levedad del correcto Justin Timberlake) hayan ocupado las primeras paginas virtuales del “circulo marrón” del periodismo popular, el vertedero de la actualidad, el ácido que corroe el destino de la cultura de un pueblo.

A la vista de todos está claro que el fútbol (pasión de gavilanes) supera de largo cualquier patología posible en un recital de este jovencito llegado del hemisferio norte; pero todos sonríen socarrones el absurdo de las fanáticas del prodigio Disney que nada tienen que envidiar a los adultos poéticamente apasionados por el balompié y su inexplicable litúrgica cósmica y espiritual. El fútbol, aun avalado por temerosos intelectuales, es un coágulo de impune violencia social que difícilmente pueda explicarse, sin menospreciar las habilidades extraordinarias de algunos deportistas de elite ni el alma angelical de los hinchas. La lírica del “velorio barra” de Zona Norte lo ilustra todo.

Volvamos a los vómitos del ídolo de las preadolescentes. Nada nuevo bajo el sol. Como todos los chicos de esa edad, termina la noche al mediodía siguiente, sensible a una descompostura producto de la ingesta de licores y un cóctel de caramelos químicos. La diferencia con Justin es la responsabilidad con su clientela, los padres de estas criaturas que lo siguen y lo persiguen con un ardor que haría palidecer al más feroz barra brava.

Hecha la ley, hecha la trampa: Justin vomitó en el escenario, un elegante gesto que le permitió estirarse hasta los 35 minutos que en los papeles eximen a la empresa de devolver el importe de los boletos.

El periodismo popular no se encargó de manipular las más negras muestras de humor irónico que circularon la noche del domingo en la red del pájaro azul que pía desde Wall Street. La noticia entonces fue el comentario de algunos cantantes a propósito de la dramática situación vivida en el estadio de River el pasado domingo; destacaban los siempre mordaces comentarios del anónimo titular de la cuenta “@barksdale666”, supuestamente a mi nombre, pero jamas verificada por los mecanismos habituales ni el protocolo de Internet. Periodismo con datos de Internet lo puede hacer un chimpancé.

Fieles a lo que ya es costumbre, el 37% no leyó los artículos (que solo circularon en su forma virtual), ni este fragmento de opinión (ni los que no llegaron al segundo párrafo) dudaron un instante en pronunciarse de forma negativa y ridícula como ya es costumbre.

Con idéntica hipocresía y temeridad, con idénticos niveles de mediocridad y caradurísmo, se tratan los temas urgentes y profundos que nos afectan como país y como sociedad. Así nos va. La culpa no es del chancho.

Tuit de Andrés Calamaro (@Barksdale666) tras la publicación de NOTICIAS:

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