Cada día 400 compradores de Volkswagen (VW) en Alemania buscan su auto nuevo en Wolfsburgo, ciudad de 123.000 habitantes que creció al calor de la automotriz desde 1938 y donde jugaba Andrés D’Alessandro. En dos torres vidriadas de 48 metros de altura ascensores automáticos sacan y ponen los vehículos para despachar. Muchos clientes aprovechan el viaje y pasean por la Autostadt (ciudad del auto), parque temático del grupo alemán que en este frío otoño boreal se transita bajo un cielo gris. Muy pocos se llevan autos eléctricos, pese a que Alemania, cuarta potencia económica mundial, es de los pocos países que desde hace tres décadas apuesta por la llamada Transición Energética, hacia las energías renovables.
En la Autostadt se pueden probar los dos coches eléctricos que VW fabrica desde 2014: e-up! y e-Golf. El Golf es el auto más vendido de Europa, pero el mes pasado sólo se vendieron 100 eléctricos. La versión más básica del e-Golf cuesta 36.000 euros, pero el comprador puede conseguir un subsidio estatal de hasta 10.000 para adquirirlo si entrega su usado con motor a nafta o gasoil. Su autonomía es de sólo 300 kilómetros. Su batería de litio se puede cargar en casa, pero tras 17 horas. Algunos de los 18.000 puntos de carga que hay en Alemania ofrecen un suministro en 45 minutos. La energía que consumen estos coches de motor silencioso no sólo resulta menos contaminante sino que cuesta la mitad que un combustible fósil.
La Energiewende, como se llama la transición, se propone reducir la emisión de gases que aceleran el cambio climático al menos 80% entre 1990 y 2050. Para 2030 se había fijado el objetivo de bajarla 55% y terminar con los motores diesel de autos. “Ahora el Gobierno (de la democristiana Angela Merkel) se da cuenta de que la meta de 2030 es difícil de alcanzar”, advierte Benjamin Wehrmann, experto de la ONG Clean Energy Wire (Clew), en Berlín.
Modelo
Alemania lidera en el mundo en el desarrollo de energías renovables. Es el camino que la Argentina ha comenzado a transitar recién a partir de una ley de 2015 que el Gobierno de Mauricio Macri puso en marcha el año pasado. Claro que la potencia europea ha decidido a la vez cerrar en 2022 todas sus generadoras nucleares porque, pese a que no contribuyen al cambio climático, pueden sufrir accidentes accidentes como el de Fukushima (2011). Eso sí, importa energía nuclear de Francia. Además, ha prohibido el fracking, con el que se obtiene el petróleo y el gas no convencionales. En cambio, la Argentina kirchnerista-macrista ha apostado por subvencionar la fractura en Vaca Muerta, donde opera la petrolera alemana Wintershall, y planea construir dos centrales atómicas con tecnología china.
En las elecciones de octubre pasado, la Unión Democráta Cristiana (CDU, según sus siglas en alemán) Merkel perdió respaldo, pero se mantuvo como la fuerza más votada y por estos días busca formar una coalición de gobierno con el Partido Demócrata Liberal (FDP), que representa los intereses del empresariado, y Los Verdes. Estos dos partidos sostenían posiciones bien distintos sobre la necesidad de acelerar la Transición Energética. En plenas negociaciones de la llamada Coalición Jamaica (por los colores de los partidos: el negro de la CDU, Los Verdes y el amarillo del FDP, como el PRO), los líderes ecologistas han admitido que podría postergarse la meta de prescindir de los motores diesel dentro de 13 años. Dentro de Los Verdes explicaron que se trata de una decisión estratégica que busca demostrar que están dispuestos a ceder algo a cambio de que los liberales también acerquen sus posturas, pero el próximo 25 de noviembre las bases del partido deberán aprobar o rechazar una Coalición Jamaica.
Después del escándalo de Volkswagen de manipulación de los datos de contaminación de sus motores diesel (2015), la industria automovilística alemana, que mueve un quinto de la economía del país, parecía bajo presión. Pero el cambio de posición de Los Verdes coincide en la misma semana en que en Bonn, la ex capital alemana, comenzó una nueva cumbre de cambio climático de la ONU. Allí se discute cómo sigue el mundo después de que el presidente de la mayor potencia económica, Estados Unidos, se saliera del Acuerdo de París para reducir los gases que provocan el efecto invernadero. Donald Trump considera que ese pacto resultaría perjudicial para la economía y el empleo de su país.
Paradigmas
“La Transición Energética es más que un cambio de energía… es la transformación de un sistema y en ella están comprometidos ciudadanos, emprendedores, agricultores, políticos”, opina Sebastian Helgenberger, experto del Instituto de Estudios de Sustentabilidad Avanzada (IASS). El debate radica en cómo conseguirlo. En los 70 comenzó el movimiento social verde en Alemania. Ante la crisis de los altos precios del petróleo, Alemania, carente de él, empezó a discutir sobre independencia energética y comenzaron a desarrollarse grandes proyectos para lograrla, como la construcción de centrales nucleares e hidroeléctricas. Pero estas energías provocaron resistencia de los granjeros, que temían los basureros de residuos atómicos y las represas. Fue así que los agricultores y los pequeños municipios comenzaron a desarrollar los primeros emprendimientos de energías solar y eólica que hoy pueblan los campos de Alemania. En los 90 se inició la política oficial de Transición Energética, en especial cuando en 1998 llegó al poder una coalición socialdemócrata-verde. El cambio implicó que se generara más energía renovable, y en la actualidad esta representa el 29% de la generación eléctrica. Eso sí: aún el 40% de la luz proviene del más contaminante de los combustibles fósiles, el carbón, con el argumento de que no se puede dejar en la calle a miles de mineros. La Energiewende además ha consistido en cambios de los procesos industriales, el transporte, la calefacción o el apagado de electrodomésticos en el hogar. Desde los niños hasta los jubilados están concientizados del ahorro energético.
Costos
Para alentar las renovables se aseguró a los generadores precios determinados por el Estado durante 20 años. Al principio los proyectos eran ineficientes y caros, pero en la actualidad producen energía más barata que la proveniente de combustibles fósiles. Eso sí, la emisión de gases del sector transporte, que venía bajando, ha comenzado a subir en los últimos años por la moda de los alemanes de comprar camionetas deportivas. Además, tantos generadores eólicos y solares, incluidos los paneles en los hogares, se conectaron al sistema que el costo de la electricidad bajó hasta el punto de que hace unas semanas los alemanes llegaron a recibir plata por consumirla. “Al principio, las grandes compañías eléctricas subestimaron el negocio renovable y entonces surgieron 800 cooperativas energéticas, incluido el 20% de los agricultores”, recuerda Helgenberger. “Hoy es muy común ir al banco a pedir un crédito para instalar un panel en el techo de tu casa. Pero ahora el Gobierno quiere dejar de asegurar el precio por 20 años y que lo fije el mercado, con los que ganarían los grandes jugadores”, lamenta el experto de IASS.
Alemania ha reducido sus importaciones de energía gracias a la eólica y la solar. Lo que no se desarrolló fueron los biocombustibles por cuestiones de ineficiencia (se requiere mucha tierra para producir) y ética (se cuestiona que la agricultura se dedique a la energía en lugar de a los alimentos).
“Pero recién está electrificándose el sistema de autos”, advierte Wehrmann. En California, Elon Musk ha desarrollado Tesla, mientras Japón y China no se han quedado atrás. La industria alemana, pese a contar con exponentes como VW, Daimler (Mercedes-Benz) y BMW, se encuentra rezagada, según el experto de Clew. “Para las automotrices es más rentable hacer autos diesel que eléctricos, que son más simples, y además la Transición Energética implica usar menos autos”, señala Wehrmann. “Antes se decía que nunca se iba a desarrollar la energía renovable y ahora nadie puede decir que será imposible la movilidad sustentable”, opina Helgenberger.
Las automotrices alemanas preparan lanzamientos para 2019 y 2020, mientras los jóvenes de grandes ciudades prefieren el transporte público y la bicicleta. VW aspira a vender un millón de eléctricos por año en 2025, según el vocero Olaf Schilgen.
“Queremos que tenga una autonomía de 400 a 700 kilómetros, que sea accesible. Hoy Tesla tiene éxito porque llegó primera, pero sus autos no tienen nuestra calidad”, opina Schilgen. Su empresa se ha aliado con Ford, Daimler y BMW para construir entre este año y 2020 400 estaciones de carga, con seis a diez cargadores cada una, en autopistas europeas. Allí el tiempo de carga se reducirá a 15 o 30 minutos. La empresa de correos, Deutsche Post, dueña de DHL, había contactado a las automotrces de su país para desarrollar un vehículo, pero a ninguna le interesó y por eso escogió a una start-up, e.Go Life, que diseñó uno que se vende a 11.900 euros. “El lobby verde ya no es sólo gente con sandalias sino también los que hacen plata”, apunta Wehrmann.
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