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POLíTICA | 29-10-2018 12:01

El circo del Congreso: debate caliente y bochorno

Las peleas que desató la media sanción del Presupuesto. El enojo de Vidal, el papelón de Moreau y sospechosa interna de los Saá.

No hubo sorpresas. Todo lo que sucedió en la Cámara de Diputados el miércoles 25, durante el debate por el Presupuesto 2019, se podía prever. Como en una obra de teatro, el guión estaba escrito: apenas faltaba ver cómo sería la interpretación de los actores, dentro y fuera del Congreso.

La discusión por el nuevo presupuesto (la verdadera) había comenzado medio año atrás: Rogelio Frigerio, el ministro del Interior, fue el encargado de negociar con cada gobernador los términos de la capitulación. Apenas hubo un reajuste de último momento, antes de la sesión, cuando varios mandatarios provinciales exigieron algo más. Lo consiguieron.

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Para el miércoles 25, los roles estaban repartidos. Hubo pocos momentos de zozobra, como el del inicio, para llegar a los 129 diputados que requería el quórum. Allí estuvo la primera sorpresa: los cuatro diputados de San Luis, donde gobierna el ferviente opositor Alberto Rodríguez Saá, se sentaron en sus bancas y permitieron el debate.

Pocas horas después sucedería el momento más acalorado de la maratónica sesión. Los antecedentes, los encapuchados, la valla policial y los escombros que la Ciudad había dejado en obras inconclusas cerca del Congreso daban indicios. Desde los canales de televisión le avisaron a sus cronistas, apostados adentro de la Cámara, que estuviesen atentos a los desmanes. Sabían que iba a haber disturbios antes de que sucedieran.

Los primeros en llevar la noticia al recinto fueron diputados del Movimiento Evita. Entraron a los gritos pidiendo levantar la sesión. No lo consiguieron. Pero sí subieron la temperatura de la Cámara. “Te gusta la represión como a tu familia”, le gritó el kirchnerista Leopoldo Moreau al oficialista Nicolás Massot. El jefe de bloque PRO, a quienes sus compañeros de la Universidad Di Tella describen como “un calentón”, se levantó y lo encaró. Debieron interceder muchos diputados para que el papelón no se elevase a escalas históricas. “La Hormiguita” Graciela Ocaña quedó en el medio de Massot y Filmus (que se había encendido con la discusión) y fue vital para separar. En su despacho, sus asesores se divertían viendo el video de la pequeña legisladora en el medio de los enfurecidos dirigentes.

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Fue un comienzo caliente. Poco más que el intento de patear para adelante la sesión por parte de la oposición y de victimizarse del oficialismo. Una vez que pasó la ola no hubo más emociones en la Cámara. Discursos obvios y una votación de madrugada que no sorprendió. Lo único que dejó la media sanción de Diputados fueron heridas abiertas.

La interna. Frigerio llegó a la noche a la Cámara de Diputados. “Viene a monitorear que se cumplan los acuerdos cerrados”, avisaban en su entorno. Se instaló en el despacho de su amigo Emilio Monzó, el presidente de la Cámara, y desde allí siguió la discusión hasta la votación. No había margen para ningún error. El ministro tomó la negociación como una cuestión personal y se colgó la medalla tras la media sanción.

Dos reuniones de Frigerio, en la previa de la sesión, fueron trascendentales: una comida con Sergio Massa, quien prometió una oposición moderada, y un café con el senador puntano Adolfo Rodríguez Saá (aprovechando la supuesta enemistad con su hermano Alberto, el gobernador) con la que se aseguró el quórum.

Massa vivió la sesión desde su oficina en Libertador y Montevideo. Conectado por teléfono con la diputada Graciela Camaño, buscó que el Frente Renovador no se sumara de manera encarnizada a la pelea del Frente para la Victoria. “Buscó llevar tranquilidad”, aseguraron en su entorno.

Pero en la victoria de Cambiemos en la primera gran batalla por el presupuesto, el oficialismo dejó jirones de salud. Porque ofendieron a su comodín: María Eugenia Vidal, que fue la gran perjudicada en el acuerdo. Por su lealtad dejó que ajustaran en la Provincia de Buenos Aires de forma cruel, aunque mandó a su ministro de Gobierno, Joaquín De la Torre, a protestar públicamente. Y vio cómo en los últimos días repartieron dinero y obras para los gobernadores díscolos que amenazaban con no prestar apoyo.

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El enojo que arrastraba con Marcos Peña se agravó. “Es una relación que se cortó”, dice un ex funcionario que continúa muy cerca del Gobierno. Sin embargo, se mostraron juntos en la mañana del miércoles 25. “No puede quejarse María Eugenia. No le va tan mal con Mauricio”, dijeron en la Casa Rosada mientras mostraban una planilla de Excel donde se ve la variación de la Coparticipación entre 2017 y 2018. La gobernadora era la más beneficiada.

La convencieron mostrándole la compensación que recibirá en 2019 por la adenda fiscal. Será la que más recibe, aunque también la que más esfuerzo tendrá que hacer. Y tendrá un porcentaje del fondo de emergencia al transporte que coordinaron con el Presidente. No hubo agradecimientos, pero al menos las promesas ocultas ayudaron a llevar calma.

En una inédita defensa fuera de la grieta, fue Camaño la que alzó la voz en la Cámara de Diputados: “A mi provincia (Buenos Aires) este Presupuesto le está robando 20.000 millones de pesos, porque le han licuado la inflación”, criticó a los macristas. Y completó: “¿Qué quieren? ¿Que estalle el conurbano?”.

Papelones. Entre otras ocurrencias, hubo banderines yanquis y una Christine Lagarde de cartón y con la banda presidencial: la consigna opositora era que el presupuesto fue hecho a medida del FMI.

Pero quien más quedó en evidencia fue Leopoldo Moreau. Mostró una fotografía y se lanzó: denunció que había policías infiltrados fuera del Congreso realizando desmanes. Pero horas después empezaría a desinflarse su acusación, cuando se comprobó que la foto exhibida correspondía a una marcha de septiembre de 2017 en la Plaza de Mayo y había sido publicada por Infobae. Una fake news que salió mal.

“Nos equivocamos”, reconocieron puertas para adentro en el entorno de Moreau. Pero se retractaron sólo en parte. Confirmaron que la fotografía era del año pasado, pero dieron a conocer el nombre del presunto sargento infiltrado: Héctor Olivera. Y fueron por más: “Además tenemos un video donde hay gente tirando piedras que luego pasa del otro lado de la valla”, denunciaron aunque no quisieron hacer públicas las imágenes.

“Estamos buscando entre más de 25.000 efectivos, pero no encontramos a nadie con ese nombre”, indicaron fuentes de la Policía de la Ciudad. Los mismo hicieron desde la Federal. “Si tienen esa información, esperamos que la presenten en la Justicia”, dijeron. Y luego enviaron un contragolpe: “Lo que imaginamos, además, es que Moreau va a ser citado por la Justicia por las declaraciones que realizó”.

Hermanos. Los Rodríguez Saá quedaron en el centro de la escena por un movimiento inesperado. Adolfo, el senador, se encargó de entregar a los diputados de su provincia a cambio de recibir partidas para municipios que también le responden.

El fugaz ex presidente justificó esa jugada por la supuesta pelea con su hermano. Alberto, el gobernador, se mostró herido: “Estoy desencantado con los legisladores de mi provincia que han dado quórum”, sentenció. Y luego fue más tajante: “San Luis ahora no tiene diputados”. Los hermanos dicen que pujan por la sucesión en su provincia. Y en la Casa Rosada se vanagloriaban del movimiento: “Le sacamos jugo a la interna”.

Pero en la oposición tampoco se fían de las jugadas de los Saá: “Son dos grandes actores”, dicen. Porque mientras los hermanos se pelean, dejan a los dirigentes de la oposición local afuera. Y apoyan al macrismo a cambio de plata, aunque tratando de no pagar el costo político.

Lo que queda por delante, creen en el Gobierno, es más fácil: la próxima semana el proyecto entrará al Senado por comisión y luego irá a debate en noviembre. En Cambiemos confían en tratarlo antes del G20. Creen que lo peor ya pasó. Y confían en que las lastimaduras que produjo la negociación cicatricen rápido.

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