La estrategia no es nueva. La inventó el mismísimo Juan Domingo Perón, el fundador del movimiento que amenazaba con desaparecer, pero que cada día tiene más pretensiones de volver a ser Gobierno. “Somos como los gatos”, decía el ex presidente. “Cuando parece que los peronistas nos estamos peleando, en realidad nos estamos reproduciendo”.
Las últimas semanas fueron convulsionadas para el justicialismo. La carrera presidencial está a la vuelta de la esquina y con la crisis actual son muchos los que se subieron al barco. El problema es que ahora sobran capitanes. El peronismo federal no decide quién lo comanda; el kirchnerismo tendrá que esperar a Cristina hasta último momento y en el Congreso al jefe de bloque, Miguel Ángel Pichetto, los senadores de su espacio amenazan con hacerle un motín.
Mientras se desarrollan los cónclaves nocturnos, aparecen fotos no tan casuales entre ex funcionarios K y dirigentes anti K, algunos pelean y otros reniegan de la presunta “unidad”.
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El peronismo ganó el centro de la escena. Mientras tanto, en Cambiemos miran entretenidos el devenir de los acontecimientos. Sea cual fuere el resultado de estas peleas, puede resultar crucial para las elecciones del 2019.
El cónclave. Quien más debió transpirar la camiseta la última semana fue Pichetto. El senador empezó a sentir el sismo cuando se peleó con su colega José Mayans en la reunión de comisión de presupuesto. Una semana después, en la previa a la sesión, el formoseño le dijo en la cara lo que muchos peronistas venían sosteniendo por lo bajo: “Sos un operador de Frigerio”.
Pichetto había visto al ministro del Interior y al presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, el martes 13 para repasar números. Esa última reunión provocó más enojo en los senadores K y en “Pino” Solanas, que se les unió a último momento. “Hay una responsabilidad de ayudar en la gobernabilidad que ellos no tienen”, se defendieron desde el peronismo federal.
Tras anunciarlo públicamente, los tucumanos José Alperovich y Beatriz Mirkin presentaron su renuncia formal del bloque del PJ. Pero cerca de Pichetto le bajaron el precio al alejamiento: “Se trata de una cuestión local, de su pelea interna con el gobernador de Tucumán, Juan Luis Manzur, por la elección provincial del 2019, no con diferencias nacionales”. La imagen de Cristina Kirchner goza de buena salud en esa provincia norteña, por lo que pegarse a ella podría beneficiar al senador.
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Sin embargo, Alperovich no sería el único que se aleja del bloque que preside Pichetto. Hay más peronistas disconformes con la actuación del líder del partido que a principios del 2019 se irían al kirchnerismo. “Cada uno cuida primero su territorio, después el armado nacional. La lectura de los movimientos debe hacerse desde ahí”, comentan en el PJ dialoguista para mostrar que las rupturas no son tan importantes como se ven desde afuera. Sin embargo la interna es un hervidero.
En el mismo lodo. En el kirchnerismo le apuntaron a Sergio Massa: creen que si hay un flanco por donde entrarle al flamante armado electoral es por el lado del tigrense.
Los aliados de la ex presidenta confían en ir juntos a la elección, sobre todo si Cristina no es candidata. Y aseguraron que el diálogo con Massa ya estaba iniciado: lo metieron en el barro. “Con Sergio dijimos que Cristina tiene que participar en la unidad”, reveló Alperovich y lo dejó en offside. “Es un delirio”, dicen alrededor de Massa. Y completan: “Hace nueve meses que no hablan”.
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El esfuerzo en Tigre por despegar al ex jefe de Gabinete K del kirchnerismo es aún mayor del que el mismísimo Massa hace. “Cuando le preguntan si se uniría con Cristina no es tajante en su negativa”, se quejan cerca de otro de los armadores del PJ moderado.
Massa es el dirigente al que más le desconfían sus compañeros de mesa del resurgimiento peronista. Pichetto se enojó con él por cómo actuó durante el debate en Diputados: él le respondió que fue de los pocos que mandó a poner paños fríos mientras cundía el caos. Pero para el senador no fue suficiente.
Con el gobernador Juan Schiaretti no tiene una estrecha relación. Su verdadera pata cordobesa era el fallecido José Manuel De la Sota. Ahora tendrá que saber acercarse al mandatario provincial que, según las encuestas locales, no tendría problemas en reelegir en su cargo. Quien sea candidato a Presidente va a necesitar la bendición del dirigente que gobierna el territorio peronista más grande del país.
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Schiaretti conserva un gran caudal de votos y eso es, en parte, gracias a su buena relación con el presidente Mauricio Macri que causa enojos y celos en todos lados. “El candidato de Macri en Córdoba es Schiaretti”, denuncia un dirigente radical que tiene que hacer campaña para Cambiemos en esa provincia. En el entorno del gobernador defienden la idea de la moderación: “Los únicos que pueden salir a matar al Gobierno nacional son los que no tienen que pagar sueldos. El resto tenemos que ser prudentes”.
De hecho, de los cuatro pilares del nuevo peronismo, Massa es el único que no tiene una responsabilidad institucional. Otro argumento para convertirse en el puente de la unidad que reclaman desde afuera.
Agustín Rossi y Felipe Solá son los que intentan acercar las partes. Daniel Scioli, el que más suerte tiene en la tarea. El ex gobernador consiguió en menos de un mes fotos con los dos candidatos del peronismo dialoguista. Con Massa se encontró el 17 de octubre en Tucumán. Con el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, se saludaron el 10 de noviembre en la gala de los premios Perfil, después de tres años de no hablarse.
Ese día, Urtubey había intentado hacer un acercamiento al peronismo. En la Casa de Salta de Capital Federal había invitado empanadas a muchos dirigentes del PJ, entre los que llegaron algunos ex funcionarios sciolistas. Ese gesto y la foto posterior se leyeron como un mensaje. Ellos juran que fue pura casualidad. “Siempre nos acusan de estar lejos del PJ, pero cuando nos proponemos acercarnos también nos critican”, dijeron desde Salta. Es el arte de la política: las acciones que agradan a un sector ofenden a otro.
Separados. A siete meses del cierre de listas para las elecciones presidenciales, sólo el oficialismo tiene candidato: Macri asegura, y en Cambiemos repiten, que no hay otra opción que no sea él. Aunque a veces algún dirigente díscolo especula, por lo bajo, con que por el bien del partido le debería dejar el lugar a la gobernadora María Eugenia Vidal.
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El resto es un cúmulo de interrogantes. En esa carrera, repleta de obstáculos, son muchos los que se anotan, aunque también avisan que, por el bien de la oposición, podrían ceder su lugar. Apenas son gestos de buena educación.
Hasta el socialismo santafesino vio luz y entró. Rápido de reflejos, en el peronismo les hicieron un lugar. El gobernador de Santa Fe, Miguel Lifschitz, Margarita Stolbizer y Ricardo Alfonsín con su grupo de radicales rebeldes podrían darle el manto de transparencia que toda coalición necesita. Ser una especie de “Lilita” Carrió de la oposición. A cambio tendrán que darle un espacio en la interna.
Mientras tanto, cada uno hace su propio juego. Massa probó con el silencio absoluto en la primera mitad del año. Y luego empezó a levantar el perfil con recorridas, aunque con pocas apariciones mediáticas: “No hay que gastar la imagen antes de tiempo”, analizan en su entorno. La última semana estuvo en Uruguay y empezó su recorrida por el interior con un ciclo de charlas donde él será el moderador. La primera la realizó el miércoles 14 en Paraná y fue sobre seguridad. Llevó a sus especialistas en el tema y juntó a vecinos para que intercambiaran ideas: él fue el conductor del evento.
Ese mismo día, Urtubey iba a Bahía Blanca por un par de horas. Pero cuando se enteraron desde localidades vecinas le pidieron reuniones y debió reprogramar la visita al sur bonaerense para no fallarles a los dirigentes locales. Su intención es ganar nivel de conocimiento cuanto antes para configurarse como una verdadera opción.
De hecho, en el entorno del gobernador de Salta los alegró una encuesta que lo mostró en el radar. La consultora Isonomía lo ubicó en noviembre a cinco puntos de Massa (con el 9% de intención de voto). “Con todo lo que tenemos por caminar, podemos pasarlo a Sergio”, sentenciaron. Y luego agregaron: “El otro dato es que si sumamos a los dos candidatos del PJ moderado, estaríamos arriba de Cristina”. Con esa encuesta intentarán convencer a intendentes y gobernadores de que el nuevo peronismo puede contenerlos. Si no lo consiguen, los que opten por el kirchnerismo serán cada vez más.
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En el Gobierno no toman posición. Pero la hipótesis de los tres candidatos es la que más los convence. Si Cristina no participa y el PJ se hace uno, todo podría complicarse. Pero hay demasiadas preocupaciones puertas para adentro como para fijarse en lo que pasa afuera: primero tienen que lograr que la economía arranque.
“La foto de los cuatro armadores del nuevo PJ es sólo un paraguas”, explican en el peronismo. Y completan: “Cada uno trabaja para sí mismo y a la vez todos lo hacen para todos”. Con esa excusa, la pelea será feroz. Si la gestión de Cambiemos no logra acelerar en la recta final, será una oportunidad histórica: allí se acabarán las buenas intenciones. Mientras tanto, se están reproduciendo.
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