Vivimos un tiempo de excepcionalidades. A tal punto, que el ministro Nicolás Dujovne y la ex presidenta Cristina Kirchner llegaron a definirlo del mismo modo: nunca antes hubo un ajuste tan feroz sin que trastabillara la gobernabilidad del país. Claro que Dujovne y CFK adjudican el milagro a razones supuestamente contrapuestas, que los embellecen: el titular de Hacienda realza la capacidad política del Gobierno; CFK, la madurez de los movimientos sociales, "inventados" por Néstor y ella. Ambos tienen una parte de razón. Nadie recuerda otra gestión no peronista con cintura. A diferencia de la hiper y el 2001, están los piqueteros con su capacidad de reclamo, dialogo y contención.
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Con los resultados sobre la mesa, nadie definiría a Mauricio Macri como un estadista. Sin embargo, salió del G20 en Buenos Aires barnizado de algo de eso, o algo así. La política es, en gran medida, un juego de máscaras, de imágenes y de espejos. Macri recibiendo a los principales líderes del planeta, dejándose abrazar-elogiar y llorando de emoción ante ellos, frenó la caída de su imagen y reabrió la conversación 2019 desde una renovada expectativa gestual. Fue estadista por dos días. Y, por primera vez, lo hizo por la buena onda de otros (los que hoy mandan puertas afuera) antes que por el odio de la otra (que antes mandaba puertas adentro). Podrán decirle que los mismos movimientos sociales lo ayudaron a que "su" fiesta fuera completa. Se podrá interpretar que otra no les quedaba, frente a semejante dispositivo de seguridad multinacional. De nuevo: ambas cosas pueden ser ciertas a la vez.
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Cambiemos se ha consolidado como un artefacto político novedoso y efectivo. A la fecha, es el agrupamiento con más rostros ponderados en la consideración pública. Tiene dirigentes conocidos y discursos para todos los gustos, lo cual genera tensiones internas, pero, si no se rompe, ello que para otros significaría un certificado de defunción sin fecha ni firma, para el macrismo representa vitalidad y amplitud.
Tiene mano dura (Patricia Bullrich), mano blanda (Carolina Stanley) y mano santa (Elisa Carrió). Tiene niña mimada con dramatismo (María Eugenia Vidal) y discurso insustancial (Gabriela Michetti). A este multifacético dream team femenino se suman los del sexo opuesto. El macrismo tiene gestión (Rodríguez Larreta), estrategia electoral (Peña), capacidad de rosca a lo PJ (Frigerio) y genes radicales (Morales y Cornejo). Incluso cuenta con interlocutores fuertes en la oposición (Urtubey, Pichetto...) que, si finalmente fracturan del todo al peronismo) gran favor le habrán hecho a Macri. Claro que si debiéramos como "apóstoles" a los doce mencionados, a los últimos dos les cabría el rol de Judas
Si el peronismo se unificara, querría decir que CFK se bajó de la carrera. Es, por ahora, el escenario más temido por el oficialismo. Su Cristinadependencia sigue siendo, al mismo tiempo, su mayor fortaleza y su principal debilidad. Siempre llega el momento en que el pasado se consolida como tal. Y el presente pasa a ser uno con sus logros, o todo lo contrario.
*Director de Contenidos Digitales en Editorial Perfil.
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