El 2018 fue, en palabras de Mauricio Macri, el año en que “veníamos bien, pero pasaron cosas”. La ocurrente frase está referida a las sucesivas corridas cambiarias que pusieron al Gobierno contra las cuerdas, con un dólar que por momentos superó la barrera de los 40 pesos y congeló las expectativas de recuperación económica con las que Cambiemos despidió el año anterior. “Pasaron cosas”, pero no solo esas: en paralelo, la aparición de unos cuadernos escritos a mano por un chofer del Ministerio de Planificación de De Vido mostraron como nunca antes los detalles escabrosos de una década de coimas a cambio de negocios con el Estado.
Entre los cuadernos y el dólar, entre los ex funcionarios K que desfilaron por Comodoro Py y los macristas que siguen sin dar pie con bola con la economía, entre el pasado y el presente, transcurrió esta temprada en el infierno. Ambas noticias, a un lado y otro de la grieta, consiguieron lo mismo: espantar a los inversores que Macri espera sin suerte desde que asumió.
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Empecemos por el primer trimestre del año. Después del triunfo en las legislativas del 2017, el Gobierno anunció un aumento tras otro: luz, gas, transporte, medicina prepaga... Las encuestas empezaron a reflejar el creciente malhumor social, pero el Presidente siguió firme con su decisión de ajustar porque el 2019 aún quedaban bastante lejos. Había que aprovechar que era un año no electoral.
Pero el tema se complicó en mayo, con la primera corrida que hizo trepar el dólar de 18 a 25, dos meses después de que la Reserva Federal de los Estados Unidos subiera su tasa de interés y provocara una huida financiera en los mercados emergentes como el nuestro. Preocupado, el Gobierno pidió ayuda a ese viejo conocido que es el FMI, pero el anuncio de un préstamo millonario no aplacó a los mercados.
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Tuvo que llegar el Mundial, en junio y julio, para que los argentinos hablaran de otra cosa, y junto al Mundial, el debate por el aborto en el Congreso. Y ni así el dólar se detuvo: mientras Messi y compañía chocaban y perdían en las canchas rusas, aquí renunció el presidente del Banco Central, Sturzenegger, con el billete verde arriba de 28.
Agosto le trajo una calma momentánea al Gobierno con la aparición de los cuadernos del ex chofer Oscar Centeno, quien en sus anotaciones detalló cómo acompañaba a Roberto Baratta, la mano derecha de De Vido, en sus recorridas recaudatorias entre los empresarios ligados al mundo K. Todos, incluida Cristina Kirchner, terminaron declarando ante el juez Bonadio, en una bola de nieve de confesiones sin precedente. Empresarios, funcionarios, operadores...
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Por primera vez desde la crisis del dólar, la ex presidenta volvía a bajar en las encuestas. Corridas por un lado, cuadernos por el otro.
En septiembre, la divisa estadounidense volvió a cortar la cabeza de un presidente del Central, esta vez la de “Toto” Caputo. Cuando el billete verde alcanzó el récord de 42, Guido Sandleris reemplazó al funcionario y amigo de Macri. Por un momento el Gobierno pensó en hacer cambios más drásticos, pero todo quedó en nada y el jefe de Gabinete, Marcos Peña, conservó su cargo. El FMI, en medio de semejante tormenta, le prometió 7.000 millones de dólares adicionales a Macri, además de los 57.000 ya acordados. Casi en silencio, Massa, Pichetto y Urtubey, los fundadores del peronismo federal, se animaron a una foto juntos.
Octubre llegó con novedades. El imprevisto triunfo de un tal Bolsonaro en Brasil derechizó el discurso de muchos dirigentes locales, como la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, que le copió su prédica de mano dura. Ese mes hubo represión con gas lacrimógeno, agua y balas de gomas a los manifestantes que frente al Congerso se oponían a la Ley de Presupuesto que el macrismo había consensuado con el FMI.
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Noviembre y diciembre marcaron un final de año agitado. La cumbre del G20 en Buenos Aires le dejó buenas sensaciones a Macri y también un leve repunte en las encuestas de imagen. El procesamiento de CFK en la causa de los cuadernos también le sacó una sonrisa al Presidente. Pero a eso le siguieron los nuevos anuncios de aumentos de tarifas y la renuncia del secretario de Energía, Javier Iguacel, en las últimas horas del año, un 28 de diciembre, Día de los Inocentes. Cada vez que el Gobierno encuentra algo que festejar, enseguida lo arruina.
Ahora el margen de error se achica: las elecciones del 2019 están a la vuelta de la esquina.
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