Friday 22 de November, 2024

POLíTICA | 18-01-2019 11:07

Operación San Lavagna: el tapado del círculo rojo

Lo buscan los peronistas y el establishment para superar la grieta. Las encuestas lo alientan. Él descansa y recibe visitas en su casa de Cariló.

Roberto Lavagna se ríe. Parece divertido, quizá contento.

Noticias: Se lo pregunto de nuevo. ¿Usted va a ser candidato a Presidente?

El ex ministro de Economía no contesta de inmediato. Mira al cielo, a los árboles que rodean su casa en una esquina discreta de Cariló. Levanta los hombros y el ruido del bosque copa la charla. Lavagna juega al misterio, como viene haciendo con pulso de cirujano desde el año pasado, en el que empezó a crecer en todas las encuestas.

Lavagna: No es momento de definiciones aún. Falta mucho todavía.

Noticias: ¿Está especulando con los tiempos?

El político borra la sonrisa por primera vez en la charla. “No, yo no especulo”, contesta, seco, a pesar de que desde que su nombre empezó a sonar por los pasillos del círculo rojo, asustando a unos y esperanzando a otros, él se cuidó muchísimo de negar o confirmar la información.

Lavagna aprovecha el impasse de la conversación y se rasca el codo derecho, en el que se asoma una herida fresca. El que podría ser el encargado de sacar al país del pozo y de la crisis económica a partir del año que viene se cayó hace unos días de una escalera, intentando arreglar una luz en su casa. El dolor todavía le pasa factura.

Noticias: Pero los números le dan bien...

Lavagna: La verdad es que faltan meses y en el país pasan muchas cosas como para andar pensando en las listas. Usted sabe que no estoy dando notas, ¿no?

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El líder del equipo económico del Frente Renovador invita, con la amabilidad que lo caracteriza, a terminar el diálogo. Antes, sin embargo, se cuida de salir bien en las fotos y se saca el buzo que lleva puesto. Lavagna se arregla el poco pelo que le queda y se deja retratar por la cámara. Parece contento.

Saludable silencio. Argentina es un país raro. En los últimos años quedó en evidencia que los políticos se vuelven más confiables ante la sociedad cuanto menos dicen o más se esconden. Lo hizo CFK hasta los últimos tramos de la elección del 2017, táctica que al final no salió tan bien; lo repitió Massa el último año, y luego se sumó Lavagna. Al que muchos tienen como el salvador de la crisis del 2002 esa estrategia le está funcionando al punto tal que, sin hacer, ni planear, ni construir más que el político promedio, las encuestas lo posicionan como la figura con mejor imagen positiva junto a María Eugenia Vidal -le gana 52% a 51% a ella-, y una gran parte del arco opositor lo sueña como el candidato ideal.

Al Gobierno, que sabe que no puede jugar a la grieta con él, su presencia le genera una sensación cada vez más parecida al temor, mientras el kirchnerismo lo sigue con cautela, entre el respeto y la duda. País raro: ¿quién hubiera imaginado, tan sólo un par de meses atrás, que el señor de 76 años y piernas flacas que posa para la cámara de NOTICIAS en Cariló tiene chances de ser el próximo Presidente?

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Lavagna repite que no desea dar una entrevista -la táctica silenciosa- y cierra la gran puerta de madera de su casa. Adentro lo espera su mujer, la licenciada belga Claudine Marechal, quien fue durante 20 años la jefa de Servicio de Terapia Ocupacional del Cemic, hasta que se jubiló a fines del 2015.

Con Claudine son más que unidos. Desde que conoció a quien sería su esposa durante su estadía como estudiante en Bruselas, a fines de los 60, jamás se separó de ella. Tuvieron tres hijos y están a un año de cumplir las bodas de oro. En su honor le puso “La Clo” a la cabaña de genética y trasplante de embriones de bovinos que tiene en Cañuelas, donde el economista suele viajar para despejar la cabeza.

Se los ve bien juntos. Él usa las mismas crocs que mostró Macri durante su descanso en el Sur y se dedica a armar la mesa y poner la comida para el picnic improvisado que comparten en el patio de su hogar en Cariló, en la tarde del sábado 5, unas horas antes de la charla con este medio. Claudine todavía tiene el viejo vicio del cigarrillo, que su marido nunca compartió, y cuando el economista entra a lavar los platos a la casa ella aprovecha el día soleado para fumar.

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En privado, sin embargo, su esposa le guarda una recriminación que de tanto en tanto aparece: que la deje de usar como excusa. “Sólo me voy a presentar si mi mujer me deja, hay que convencerla a ella”, es una de las respuestas que más usa Lavagna para zafar con gracia de la pregunta del millón. Marco, el hijo diputado del ex ministro, cuyo auto gris descansa en la entrada de la casa, aún no volvió al hogar. Él diría que esa decisión “sólo la sabe” su padre aunque “la ve difícil”. El gen del misterio corre en la sangre.

Paso a paso. Como un ajedrecista experimentado, Lavagna sabe hasta dónde guardar sus piezas. Pero en su respuesta a NOTICIAS se esconde una gran novedad inicial del año político. Por primera vez, quien fue director nacional de Política de Precios durante el último gobierno de Perón, allá en 1973, dejó de negar terminantemente su candidatura a la presidencia. Toca mover.

Durante la primera mitad del 2018, cuando se lo preguntaban en reuniones privadas, su respuesta era tajante. “Imposible, no hay una sola chance”. A medida que pasaban los meses y que recrudecía la debacle económica, la postura de Lavagna empezó a cambiar. Pidió que le pregunten a su esposa, pidió cautela, pidió que no lo presionen, pidió aguardar a ver si el país se encauzaba, y pidió esperar a que se armara el frente peronista que encabeza el senador Miguel Ángel Pichetto, al que varios cerca del economista imaginan como un posible candidato a vicepresidente. “Roberto sería un gran candidato”, le devuelve la gentileza el hombre que maneja los hilos del Congreso.

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La novedad es que ahora Lavagna ya no lo descarta: le dice a NOTICIAS, con picardía, que “todavía falta”, un artilugio discursivo que suena a algo más que una medida de tiempo. Un estratega que habla seguido con él, y con el que comparten opiniones políticas, es más claro: “¿Candidato tapado? ¡Si Roberto está más destapado que los regalos de la última Navidad!”.

Lo cierto es que Lavagna evalúa presentarse si la situación económica del país empeora aún más y si el peronismo unido se lo va a pedir. Sin Cristina, claro. Se imagina como un candidato de unidad para encabezar un espacio que incluya a los radicales incómodos con Cambiemos e, incluso, a los peronistas del macrismo.

Por ahora, al menos, descarta presentarse como una tercera opción con la única posibilidad de restarle votos al oficialismo y al cristinismo, en especial teniendo en cuenta que si CFK llegara a un ballottage con Macri el resultado parecería cantado. No comparte la lógica de que en ese escenario, al sacarle votos a Cristina, podría hacer más previsible un año que de por sí parece impredecible desde lo económico, ni tampoco quiere quedar atrapado en el barro de la interna peronista o de la grieta. Cree que el panorama de Argentina es gris tirando a negro, y que el próximo Presidente tendrá que remontar una pesadísima herencia.

Mientras tanto, Lavagna aprovecha para descansar. A cualquier turista que se lo cruce por Cariló, donde estará hasta fin de enero, le resultaría difícil imaginar que el señor mayor que pasea sobre las calles de arena pueda ser el nuevo Presidente. El político sale a caminar, solo, al menos dos veces al día, ocasiones en las que a veces va hasta el centro comercial de Cariló, a cinco cuadras de su casa.

Tiene un estado físico notable para su edad: cuando NOTICIAS lo vio salir, luego de horas de guardia frente a su hogar, el fotógrafo de este medio tuvo que correr para tener suficiente distancia para la toma. Lavagna, a diferencia de lo que hace en el plano electoral, se movía rápido mientras hablaba por teléfono con Carlos Piñeiro Iñíguez, ex embajador y escritor, y lo felicitaba por su último trabajo, “Los Gloster eran chacales”, una recopilación de cuentos con tinte peronista.

“Me traje ese libro para leer en las vacaciones. El texto, muy divertido, me trae recuerdos de mi infancia peronista de clase media baja”, cuenta el economista.

San Lavagna. El ex ministro enamora a muchos desamparados políticos sin candidato, como el ex presidente Eduardo Duhalde (ver recuadro), que lo viene postulando desde el lejano agosto del año pasado, cuando en una entrevista con Perfil junto a Ricardo Alfonsín confirmó al economista como el gran postulante para suceder a Macri.

Las encuestas avalan los deseos:

Opinaia le da una imagen 52% positiva, lo que lo hace, según la consultora, el político con mejor imagen del país. Poliarquía, en su encuesta entre líderes, lo sitúa como el mejor candidato para liderar al PJ no K, con un 32% de los votos, lejos del 18% que obtiene Juan Manuel Urtubey.

Isonomía lo coloca segundo, por delante de CFK en imagen positiva (46% vs 45%), pero mientras Lavagna tiene sólo un 24% de imagen negativa, Cristina llega al 53%. Hay otro detalle importante: el esposo de Claudine tiene buena recepción tanto entre los votantes kirchneristas (56%) como entre los macristas (47%).

D’Alessio/IROL también lo muestra como el político con mejor imagen (50%) y el que menor rechazo presenta (30%). La Universidad de San Andrés señala a Macri como el candidato con mayor intención de voto: 41%, sumando los que podrían llegar a votarlo y los que están seguros de hacerlo. Pero detrás suyo aparece Lavagna con 32%. Tercera, Cristina con 28%.

Los grandes elementos que sustentan la posible candidatura de Lavagna son esos: no tiene el techo marcado de la gran líder de la oposición, puede sacar votos del macrista desencantado -cerca del economista dicen que ese porcentaje puede alcanzar al 30% del electorado oficialista-, y carga con la leyenda de haber sido el último salvador de la economía argentina (2002-2005).

Los peronistas y los radicales lo sienten propio. Y todos coinciden en que, por su edad, se trataría de un “Presidente de transición”, de un solo mandato, que “pondría en orden la economía para salir de la crisis y también ordenaría la era del post kirchnerismo dentro del peronismo”.

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En ese camino ya cosechó apoyos. Dentro del espacio de Alternativa Federal de Pichetto, Schiaretti, Urtubey y Massa lo ven con buenos ojos. El tigrense, líder del Frente Renovador donde está Lavagna, con el que compartió una charla en Cariló los primeros días del año, asegura que “no cree que se presente, pero es una decisión de él”. Hasta el ala política del Gobierno, con los peronistas Rogelio Frigerio y Emilio Monzó a la cabeza, lo considera positivamente. Con el Presidente de la Cámara lo une una buena relación.

En el kirchnerismo provoca sensaciones encontradas. Agustín Rossi le dice a NOTICIAS que “respeta al ex ministro”, pero que “la última vez que se presentó salió tercero”, una referencia ácida a la candidatura de Lavagna en el 2007, y desde La Cámpora le bajan el precio e imaginan que como mucho podría volver a ser parte del próximo gabinete de CFK o del que ella designe como sucesor.

Desde el espacio de Máximo K salen los dardos: “Lavagna podría ser un buen candidato, pero desde hace meses que está esperando que vayamos todos en fila a tocarle la puerta y pedirle por favor que nos venga a salvar. Si quiere construir que salga y que discuta, sino sólo está pecando de soberbia”.

La relación con Cristina parece fría, y hasta el momento no hubo reuniones entre ellos, aunque sí hubo una advertencia del pichettismo a los colaboradores de la ex presidenta: “Vayan pensando a Lavagna como una opción real”. Alberto Fernández, uno de los voceros de la campaña de CFK, mira al economista de reojo y prefiere una alianza con Massa.

Lavagna ya tuvo su primer raid de giras políticas. Se reunió con gobernadores -con Uñac, de San Juan, que después de la conversación les dijo a los suyos que “el país necesita gente como Roberto”, y con Lifschitz, de Santa Fe-, estuvo con Luis Barrionuevo y los popes de la CGT, y algunos dicen que hubo contactos con Randazzo, quizás un futuro integrante de su Gabinete. “Florencio siempre lo respetó, pero de ahí a trabajar juntos hay un trecho”, dicen cerca del ex ministro del Interior, que descansa en Valeria del Mar, no lejos del hogar de Lavagna.

Margarita Stolbizer, que sueña con competir en Buenos Aires, también dio el visto bueno. Varias de sus reuniones las tiene en una oficina de la consultora Ecolatina, en la calle Pellegrini, cuarto piso. El ex ministro fue uno de los fundadores de la consultora, aunque luego se alejó.

Muchos empresarios confían en él, para que vuelva a negociar con el FMI como hizo durante su última gestión. Un importante hombre de la banca, que supo estar cerca de Néstor Kirchner, ya le hizo llegar su apoyo, y con Techint, la mayor empresa del país a la que persigue la causa de los cuadernos, siempre tuvo buena relación, al menos hasta que se peleó con el kirchnerismo en el 2005.

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Lavagna es, para el mundo privado, la seguridad y estabilidad que muchos ansían: algo liberal, algo proteccionista, coincide en la necesidad de reducir el déficit fiscal y en la de no gastar de más, aunque sin perder de vista el consumo, las tarifas y la inflación. Su aplomo genera sensaciones encontradas: por un lado el recuerdo que dejó cuando se plantó ante Kirchner satisface a todos, pero también otros empresarios no olvidan la dura reprimenda que les hizo en público, en la convención de la Cámara Argentina de la Construcción en el 2005, cuando denunció la creciente cartelización de la obra pública, uno de los motivos de su renuncia al cargo.

Su pensamiento económico lo sabe Macri. Se lo dijo en persona en la Casa Rosada, en el 2016, cuando el Presidente lo invitó para debatir el rumbo del país. El líder del PRO respeta a Lavagna, y escuchó atento los consejos que el economista le daba: le advirtió a Macri sobre el peligro de los continuos tarifazos y de la obsesión por alcanzar el déficit cero a cualquier precio. También le dio su impresión por uno de los temas en los que más diverge con el oficialismo: para Lavagna la recesión genera inflación, en contrario a las posturas de algunos miembros del Gabinete que creen que con la baja del consumo también caen los precios. De lo que no le habló el economista es de las profundas diferencias que tiene con Marcos Peña, que también corren del lado del jefe de Gabinete. Desde entonces jamás volvió a charlar con Macri. Si el deseo de muchos y el temor de otros se cumple, se tendrán que volver a cruzar en diciembre de este año.

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