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OPINIóN | 17-05-2019 11:12

La advertencia de la Corte Suprema que nadie quiere escuchar

La polémica intervención del máximo tribunal en el juicio a CFK contiene un mensaje de alerta sobre el proceso electoral. Con antecedentes claros.

En sus primeros años al frente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti solía insistir, en conferencias y charlas con periodistas, que la Justicia no podía ni debía ponerse a resolver los problemas que le correspondían a la política. Pero eran tiempos en que los políticos no podían. Lorenzetti asumió la presidencia del máximo tribunal pocos años después del crack económico e institucional del 2001, que dejó una herencia larga de conflictos residuales pero muy tóxicos vinculados con la pesificación asimétrica, el default y otros desajustes del contrato social tácito que ordenaba mal o bien a la Argentina.

Producto de aquel tsunami vino otro, el kirchnerismo, que con su ímpetu refundacional también generó varios momentos de zozobra institucional (crisis del campo, atrincheramiento del titular del BCRA, guerra judicial y física con Clarín, etc.) que pusieron a la Corte en estado de alerta permanente. Esa gimnasia, deseada o no, a la que fue expuesto Lorenzetti y “su” tribunal durante tantos años lo fogueó para reconocer el momento en que se dan las condiciones sociales para actuar más allá de su rol cotidiano, saltando la barandilla del estrado judicial, con la reacción de Bruno Díaz al pasar de su mansión a la Baticueva.

Parece que esta semana, en la infartante cuenta regresiva de una largada electoral con los motores ya rugiendo pero con los pilotos aún conspirando en boxes, vuelve a ser el turno de los cortesanos.

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Más allá del debate sobre el color político de los cortesanos que hoy inunda la opinión pública, conviene estar prevenido sobre el escenario de crisis institucional que alucinan -acaso con razón- los altos magistrados que por estas horas irrumpieron en la campaña con su ruidosa intervención en uno de los juicios contra CFK y su gente.

Para imaginar dicho escenario, basta con repasar la ordalía judicial que terminó dejando al poderoso candidato Ignacio Lula Da Silva fuera de juego, justo en la recta final de las presidenciales brasileñas, tan disruptivas que allanaron la insólita coronación de Bolsonaro al frente de un país que parecía haberse garantizado otra clase de presidentes para conducir su aparente destino de potencia global para el siglo XXI.

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Pero no solo sirve la comparación entre la encerrona judicial del PT brasileño y la del kirchnerismo en su revival electoral. También conviene recordar otro antecedente de crisis institucional derivado de un proceso electoral confuso: en el año 2000, la elección presidencial se embarró con un empate técnico que finalmente derivó en un escandaloso recuento de votos en el distrito de Florida, mientras el país entraba en pánico por el vacío institucional que la indefinición electoral planteaba. ¿A que no saben quién le puso punto final a la cuestión y terminó “eligiendo” a Bush como futuro presidente? La Corte Suprema. Con voto dividido. ¿Suena familiar?

Ambos antecedentes foráneos, de países casualmente muy mentados en la campaña electoral argentina, son el marco posible del gesto de la Corte Suprema en la semana en que la política se puso patas para arriba: Cristina volvió al PJ y Cambiemos amaga con abandonar a Macri. Quizá los cortesanos (menos su teórico presidente actual) quisieron dar una advertencia a la clase política. O lo resuelven ustedes o lo resolvemos nosotros. La solución judicial a la grieta política podrá ser a la brasileña o a la norteamericana. Y si todo sale mal, siempre queda Caracas.

*Editor ejecutivo de NOTICIAS.

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Silvio Santamarina

Silvio Santamarina

Columnista de Noticias y Radio Perfil.

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