Domingo, 20 horas. Una camioneta Hyundai cruza con apuro una ciudad desierta. Va desde Puerto Madero hasta Chacarita y en su interior no viaja un Presidente. No uno electo, al menos, aunque cada vez que a Alberto Fernández le suena su celular es para avisarle que la distancia que lo separaba de Mauricio Macri no para de crecer. Pero el hombre que Cristina Kirchner designó como candidato pide calma, actitud que luego transmitiría ante su tropa.
Julio Vitobello, antiguo titular de la Oficina Anticorrupción y compañero futbolístico de Néstor en los picados en Olivos, Alberto Iribarne, ex ministro de Justicia del kirchnerismo, y el radical Leandro Santoro, todos íntimos amigos de Fernández, le siguen la charla en el coche, y hasta se animan a algunos chistes para intentar paliar la tensa calma. Juan Cabandié, el quinto integrante del auto, clave en el acercamiento entre el probable próximo mandatario y CFK, tiene la vista concentrada en la información que recibe en su teléfono. Nadie quiere festejar antes de tiempo.
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Recién dos horas después se permiten liberar las tensiones de una larga campaña, y los abrazos, las risas y las lágrimas llegan sobre Alberto, mientras los primeros números oficiales inundan el camarín privado del Complejo Cultural “C”, donde Fernández esperaba novedades junto a su familia y a Francisco Cafiero, Eduardo Valdés y Facundo Moyano, entre otros. En esa habitación no hay nadie de La Cámpora ni del círculo de CFK, y Máximo Kirchner y Andrés Larroque aguardan a los resultados en otro lugar del búnker.
Luego de confirmar que la tendencia es irreversible, se desata la fiesta arriba y abajo del escenario. A sesenta kilómetros, en La Plata, a Enrique Albistur, ex secretario de Medios K y tan amigo de Fernández que hasta le presta el piso en Puerto Madero en donde vive el candidato, le llega una broma. “¡Al final te va a devolver la casa Alberto! Se va para Olivos a fin de año”, le dicen a “Pepe”.
El lunes 12 es igual de frenético para el hombre que sacó casi el 48% de los votos. Mientras que recibe cientos de felicitaciones, va a la tarde al Instituto Patria a reunirse con CFK y Axel Kicillof. Ahí se habla de la estrategia para llegar hasta octubre, y el mensaje que se baja es inequívoco: nada de hablar ni impulsar la idea de adelantar las elecciones, hay que escapar a la idea de sugerir algunos nombres al macrismo, o incluso poner una figura propia, para el posible recambio de Gabinete del oficialismo, y, en la medida de lo posible, evitar una foto de Alberto en la Casa Rosada.
“No queremos quedar pegados ahora, no nos suma. Este desastre es de ellos”, dice un hombre de la campaña, que también desliza: “No está mal que el dólar suba todavía cuando gobierna Macri. Alberto ya ha dicho que el peso estaba muy bajo”.
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Las primeras dos premisas que se establecieron el lunes 12 en el Patria estaban, al cierre de esta edición, cumpliéndose a rajatabla en el Frente de Todos, aunque con la última van a tener una complicación técnica: aunque Fernández declaró en público que “una reunión con Macri no es necesaria”, el jueves 22 de agosto el Presidente y Fernández compartirán el evento “Democracia y Desarrollo” en el Malba, que organiza nada más y nada menos que el Grupo Clarín. Ahí tendrán dos entrevistas públicas individuales por separado -primero Alberto y luego el líder del PRO-, y el cruce entre los candidatos todavía es un misterio. “No hay nada definido aún”, dicen desde el Gobierno.
Lo que está claro es que Clarín ya dejó de ser “la corpo”, idea que Fernández le transmitió en persona a Héctor Magnetto, el CEO del Grupo, en una reunión privada que, según pudo confirmar NOTICIAS, mantuvieron hace dos semanas y cuyos frutos empiezan a verse.
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El lunes después de las PASO termina en forma desprolija. Gran parte de la campaña de Alberto se mira de reojo cuando Fernández declara, en Net TV, que el presidente de Brasil, el país que es el principal socio comercial de Argentina, es un “racista”. “Ahí te das cuenta que él sigue sin caer en que ya es el próximo Presidente, como cuando le costó aceptar que era el candidato de CFK. Todavía declara como si estuviera en campaña”, explica un amigo de él.
Al rojo vivo. El martes 13 y el miércoles 14, cuando baja un poco la euforia del triunfo, empiezan a sucederse cruces de llamadas y charlas más que interesantes para el futuro político del probable oficialismo post diciembre. El celular de Sergio Massa, uno de los brazos de Alberto Fernández para sumar aliados, no para de sonar: llama y recibe comunicaciones de Nicolás Massot, y de Emilio Monzó y de su aliado, el diputado bonaerense Marcelo Daletto, que luego sube una provocativa imagen a sus redes: una taza de Monzó con el epígrafe “tenía razón”. “Emilio ya está adentro, pero no lo puede decir hasta octubre”, aseguran desde el Frente de Todos. “Monzó está convencido que hay que sumar desde donde se pueda cerrar la grieta”, devuelven las gentilezas desde su bando.
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El ministro Rogelio Frigerio, el único del macrismo que habló el domingo con los K y que felicitó a Alberto, es otro nombre que aparece en carpeta. El que también habla con Massa es Marco Lavagna, el diputado hijo de Roberto. La distancia del tigrense con el ex ministro de Economía parece insalvable, luego de una traumática separación en Alternativa Federal. Pero el “factor Lavagna” ocupa al kirchnerismo: mientras que Fernández repite que le gustaría tenerlo en su equipo, maniobra de seducción a la que se sumaron Daniel Filmus y Felipe Solá, los encargados de la estrategia de Alberto están pensando en cómo sacarle votos en octubre. “Lo vamos a meter en la cancha. Sabemos que Macri va por sus votos y nosotros tenemos que estar en la misma carrera”, dicen desde el albertismo. Desde el lado de Lavagna descartan un acercamiento: “Roberto lo llamó el domingo y lo felicitó, en una charla protocolar. Queremos ser la segunda fuerza en octubre”.
El equipo. La contundente victoria en las PASO aceleró un tema que muchos K querían posponer: el futuro gabinete, un tópico que Fernández estaba evitando desde que, en su primer acto como candidato en Santa Cruz, a fines de mayo, resaltó el nombre de Filmus en la cartera de Educación y creó algún ruido en su tropa. “Alberto, acordate lo que pasó con Scioli en el 2015, que adelantó todo su gabinete y dejó calientes a los que se quedaron afuera”, le dijo un amigo de toda la vida.
Ahora el tema volvió a estar candente. El martes 13, en una cena en el gremio de Sanidad que conduce Héctor Daer -que el domingo lloró junto a Fernández en el búnker, mientras que Hugo Moyano brillaba por su ausencia-, donde participaron Carlos Tomada, Filmus, Valdés, Víctor Santa María y Ginés González García, el anfitrión de la casa postuló a este último como el próximo ministro de Salud. Para esas horas ya circulaba la versión de que La Cámpora lo quiere a “Wado” De Pedro en el ministerio del Interior, y que también pretenden el de Justicia y la AFI.
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En Economía la puja es espinosa: el domingo 12, Guillermo Nielsen, al que todavía le pasan factura por las críticas que hizo a Kicillof en una entrevista en el diario PERFIL, estuvo en el búnker pero no en el escenario sino en el piso, como un militante más, seguido de cerca por la sorpresiva visita de Javier Timerman, el especialista en financias y hermano del difunto canciller. Los nombres de Miguel Bein y Matías Kulfas también suenan para esa cartera. Falta mucho para octubre.
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