A poco más de un mes de las elecciones de octubre, el Gobierno sigue sin poder romper la inercia que lo llevó a la primera derrota en las PASO. Y a menos que ya hayan tirado la toalla electoral, los cerebros oficialistas tendrán que resolver de forma urgente la pregunta de qué hacer con Mauricio Macri.
En las últimas horas, todos parecen esquivar al Presidente, como si fuera el portador más contagioso del virus del fracaso. María Eugenia Vidal evita las reuniones estratégicas en privado y las apariciones públicas con Macri, que hasta hace poco eran tan frecuentes. El propio ministerio de Hacienda, en su comunicado oficial sobre el informe del Presupuesto 2020 presentado ayer por Hernán Lacunza en Diputados, no menciona ni una sola vez al Presidente, como si se tratara de una mala palabra que le quitara credibilidad a cualquier pronóstico sobre el incierto futuro económico nacional.
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El tabú es lógico: ayer casi no se oyeron voces críticas contra el proyecto presupuestario del Gobierno, pero a Macri lo masacraron en las redes por repetir el “sí, se puede” y por el aro de básquet colgado en la entrada de la Casa Rosada. Al candidato presidencial de Juntos por el Cambio le entran todas las balas.
La campaña está descabezada. Lilita Carrió tira ocurrencias para calentar a la audiencia, mientras Miguel Ángel Pichetto le compite a Patricia Bullrich el rol de Bolsonaro PRO. Por su parte, Durán Barba se sigue justificando, con argumentos que machacan sobre la misma postura que fue cacheteada en las urnas hace apenas un mes.
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Hace falta un liderazgo ya, que le reinvente un norte claro al partido de Gobierno, antes de que -como ironizaba Cristina horas antes de abandonar el poder en 2015- la carroza mágica se convierta en calabaza.
*Editor ejecutivo de NOTICIAS.
por Silvio Santamarina*
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