Ninguno de los 2500 jubilados que el miércoles 13 llenaron las gradas del Colón imaginaban llevarse una definición política aquella mañana. Habían ido a escuchar a “Palito” Ortega cantar “La Felicidad” y otros de sus clásicos, pero antes de que el show arrancara se subió al escenario un viejo amigo suyo y la presentación tomó otro color. “Acá está, el candidato presidencial 2023”, bromeó el músico, el primero en verbalizar en público una idea que sobrevuela a casi todo Cambiemos. Horacio Rodríguez Larreta, jefe de campaña del artista en la elección de 1999, recibió el cumplido con una humildad y una sonrisa estudiada.
Pero para el jefe del Gobierno porteño la frase está lejos de ser una humorada: el único político del PRO que, si nada inesperado ocurre, quedará con poder territorial a partir de diciembre sigue llevando adentro al niño que fue, que se dibujaba a sí mismo con la banda presidencial mientras sus compañeros del jardín querían ser policías o astronautas cuando crecieran. Se acerca la hora de cumplir los sueños.
La felicidad. Desde hace un par de semanas, cuando las fichas comenzaron a acomodarse luego del golpe en las PASO, un fantasma empezó a recorrer los pasillos del oficialismo. “Posmacrismo” es la palabra cargada de ilusión que ya dicen intendentes bonaerenses de Cambiemos y legisladores del PRO, y que apunta a la sede porteña de Parque Patricios. En la tela de araña que tejen varios que quedarán huérfanos de líder luego de fin de año, Rodríguez Larreta ocupa un papel protagónico. Y él lo sabe.
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“Horacio está muy tranquilo, con la cabeza en octubre y en la gestión, no en el año que viene”, dicen en su equipo. Y ponen como ejemplo la rutina de la que no se aparta el jefe de Gobierno: se sigue levantando todos los días a las cinco y media de la mañana, a las seis sale a correr, y luego trabaja hasta que a la noche regresa a cenar a su hogar con su mujer y sus tres hijos. Duerme seis horas, cronometradas, y recupera los fines de semana con tres horas de siesta. “Horacio es un robot. tiene estudiado cuánto tiempo puede hacer el amor con su mujer”, bromea uno de sus secretarios, que dice que en este esquema de vida no hay mucho lugar para pensar el 2020. “Si tuviera que poner un porcentaje, diría que menos del 10 % de la cabeza de Horacio está puesta en ese futuro”, asegura un hombre clave de la campaña.
Sin embargo, las señales, más allá del chiste de Ortega, son inequívocas.Y es hasta un hecho natural: Rodríguez Larreta, que va a por su segundo mandato, no podrá volver a competir en la Capital. El sillón de Rivadavia es la búsqueda lógica. Las cenas en el hogar de Diego Santilli, uno que siguió con preocupación las marchas y cortes de los movimientos sociales de las últimas semanas, más el trágico accidente que le quitó la vida a una agente de tránsito, son otro avance de lo que vendrá: en lo que va de septiembre ya organizó dos reuniones en su hogar, con Larreta, Vidal y su jefe de Gabinete, Federico Salvai, y Cristian Ritondo, entre otros. Pero no solo ellos empujan agua para el molino. La ausencia política de Macri a partir de diciembre, algo que todos imaginan, va a situar a Rodríguez Larreta como el líder obligado.
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Mesa chica. El miércoles 11 fue un día agitado para Larreta. Unas horas antes de ir al Colón había recibido en la sede del Gobierno porteño a Marcos Peña. Era la primera vez que el jefe de Gabinete pisaba Parque Patricios luego de las votaciones, y en el medio había pasado una tormenta: un enfurecido Larreta le había pedido a Macri la cabeza de Peña, idea que el Presidente primero aceptó pero luego no cumplió. Larreta responsabiliza a la mano derecha de Mauricio por la derrota electoral, aunque los que conocen al jefe de Gobierno aseguran que tira los dardos contra Peña para no pegarle al propio Macri.
La reunión del miércoles, que incluyó al equipo porteño, transcurrió en una tensa calma, y el jefe de Gabinete aprovechó para bajar los lineamientos de la golpeada campaña nacional. Más allá del encuentro, hoy las diferencias entre Horacio y Marcos son tan irreconciliables que prefieren hacer reuniones por separado. Larreta se junta con Vidal y Pichetto en el domicilio de Barrio Norte de un amigo y asesor clave del Gobierno para no cruzarse con el jefe de Gabinete. Una pregunta flota sobre esos encuentros: ¿y Macri?
Nadie sabe bien qué va a pasar con el líder del PRO después de que deje la Presidencia, pero al menos hoy nadie se imagina que siga como líder activo de un frente opositor. “Va a seguir liderando de alguna forma”, fue una frase que se escuchó en la Jefatura de Gabinete, pero suena más a promesa o esperanza que a una resistencia concreta. Una diputada, que estuvo en el Congreso cuando Macri fue legislador nacional, se ríe: “Es imposible que vuelva acá. Se aburría horrores, no es para él”.
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Otro de futuro incierto es el del asesor estrella Jaime Durán Barba. Si bien tiene un gran diálogo y vínculo con Larreta, ni en esta campaña ni en la de 2015 cumplió un rol clave en la Ciudad. “Se lo escucha como a un consultor más, nos sirven mucho sus focus group, pero nunca fue impresindible para el armado porteño”, cuentan desde Parque Patricios. De hecho, el equipo de campaña que comanda Eduardo Machiavelli, ministro de Ambiente y Espacio Público porteño, solo se reunió cuatro veces con el ecuatoriano en lo que va del período electoral. Uno de los más altos funcionarios de la Ciudad lo dice sin tapujos: “En diciembre, si se va Mauricio, se va con Marcos y con Jaime”. A la que el larretismo le pone fichas es a Vidal. “Ella, si no gana, se va a quedar a patear la Provincia. La imagino como candidata en el 2021, acá no va a querer volver: no va a pasar de gobernadora a ministra porteña”, comentan en la Ciudad.
Es con todos. Hay otras dos cuestiones que ocupan la cabeza de los larretistas. La primera es la “avalancha” que imaginan que puede venir de funcionarios de Nación y Provincia que se quedan sin trabajo a partir del 10 de diciembre. “Nosotros ya avisamos que no somos una agencia de empleo”, dice con sequedad uno de los encargados de la gestión porteña. “El que trabaja acá y diga que no lo ponen nervioso los rumores de todos los que quieren venir, miente”, se sincera un subsecretario. Los números que generan temor: alrededor de 2000 funcionarios que se quedarán, probablemente, sin trabajo. Por lo bajo, en Parque Patricios admiten que podrían sumarse algunos, que con sus equipos no pasarían de cien personas. “Pero son nombres que tenemos en carpeta, que hicieron una buena gestión”, dicen en la Ciudad, donde suena el nombre de Gustavo Ferrari, actual ministro de Justicia bonaerense. Por lo pronto, hay tres ministros porteños que se irán a cargos legislativos a partir de diciembre, pero en el larretismo estiman que la renovación de Gabinete será aún mayor.
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Otro tema es la relación con el que parece que será Presidente, Alberto Fernández. El candidato conoce a Santilli de los noventa, cuando ambos estaban en el peronismo porteño, aunque jamás se cruzó a Larreta. Sin embargo, hay puentes. El jefe de Gobierno es íntimo de Sergio Massa, relación que les trajo dolores de cabeza a ambos, sobre todo a Larreta, que sufría por la desconfianza glacial que le generaba a Macri ese vínculo. Víctor Santa María, presidente del PJ porteño, y Juan Manuel Olmos, otro referente del peronismo, tienen muy buen diálogo con Larreta. “La relación no va a ser como la de Mauricio con Cristina, cuando ni nos contestaban el teléfono. Vamos a ser una oposición constructiva”, prometen desde la Ciudad. Todo sea para cumplir el sueño que tenía el niño Larreta.
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