Todos los consultados coinciden en señalar la importancia de la educación y, en tal sentido, la urgencia de una reforma educativa ambiciosa que responda a las necesidades de este siglo. También aludieron a una política macroeconómica más estable y que corrija los malos indicadores del presente, a una política internacional consensuada por todos los partidos -esto es, precisamente, una política de Estado- y a una mejora urgente de la productividad y la competitividad del país.
El ingeniero industrial y escritor Juan Grompone entiende que hay aspectos de la vida del país que empiezan a definirse ya, en esta elección. De ahí el afán por atender una “reforma educativa urgente” que implique dejar de enseñar como en el siglo XX y adaptarse al siglo XXI. Y la segunda tarea, dijo, es “modificar el perfil de la economía”. “Abandonar paulatinamente la producción de materia prima y reemplazarla por la fabricación de productos de mayor jerarquía. En lugar de carne enlatada, exportar comidas preparadas, por ejemplo. El pan es un buen ejemplo: sólo un 10% pertenece al trigo, lo demás es elaboración”, dijo. O en vez de fábricas de celulosa exportar libros terminados. Las TICs son buenos ejemplos: exportar productos finales con alto contenido.
El historiador, y también escritor Gerardo Caetano, dijo que no necesariamente en los ciclos electorales se definen cuestiones cruciales a largo plazo. Pero, en un esfuerzo por no ser pesimista, abogó porque Uruguay “evite convertirse en una grieta política, y que gane quien gane haya mucha más negociación interpartidaria”. “No va a haber mayorías legislativas y eso en esta perspectiva puede ser augural. Pero también puede ser una clave de ingobernabilidad”, advirtió Caetano.
Educación, educación, educación. Gerardo Caetano, quien acaba de publicar el libro “Historias mínimas del Uruguay”, coincidió con Grompone en la necesidad de comenzar a instrumentar desde ya una reforma educativa respaldada por “la gran mayoría de los partidos, por la gran mayoría de los docentes y por la gran mayoría de los ciudadanos, sin que prevalezcan vetos que de todos modos van a ser intentados”.
“Esta es la principal reforma para que el país llegue bien al 2030”, sentenció con palabras idénticas a las que usó Juan Grompone.
Caetano también deseó que el país profundice sus políticas de inclusión e igualdad, “lo que se articula con una recuperación del dinamismo económico, pero no contra el rol del Estado social ni a favor del imperio desregulado de un mercado global y nacional”.
El historiador también apuntó a la matriz productiva y exportadora que debe asumir Uruguay. “Debe seguir apostando a la investigación en ciencia y tecnología como clave insustituible de la agregación de valor, así como atender con especial énfasis a los pequeños y medianos productores del medio rural y de espacios urbanos”. Y allí volvió a la educación: “Es el espacio de integración social clave. Debemos asumir una educación integral que también forma para una cultura del trabajo, en un mundo cada vez más impredecible”.
Y abogó por una cultura “selectiva” al mundo, en la medida de lo posible “dentro de la región y no contra ella, desde los principios clásicos de la política exterior uruguaya”.
Por su parte, la economista María Dolores Benavente entiende que el país está en un punto de inflexión y muchas de las pautas de la vida económica y social del país dependerán de las decisiones y medidas que se tomen en este año, y no más adelante. “Más allá de quien gane, es casi seguro que no tendrá mayorías parlamentarias, por lo que será necesario buscar acuerdos para llevar adelante las transformaciones que el país requiere”, dijo la presidenta de la Academia Nacional de Economía.
Benavente apuntó que la Academia que preside no permaneció ajena a los desafíos del país en torno al futuro, por lo que en 2018 organizó un ciclo de conferencias y encuentros llamado En busca de consensos clave. “Entendíamos que era necesario buscar consensos en pocos pero importantes aspectos y discutir entre todos desde el punto de vista técnico y despojados de ideología”, dijo.
Según ella, todas las discusiones concluyeron en lo que se puede resumir como “competitividad”. “Para mejorar la competitividad se necesitan acuerdos en materia de inserción internacional, papel y peso del Estado, educación, relaciones laborales, entre otros aspectos. Estas son las cosas que comienzan a definirse en esta elección, no siempre con resultados inmediatos, sino con resultados de mediano y largo plazo”.
De acá a allá... Les preguntamos a los consultados cómo se imaginan al Uruguay en el 2035. Grompone dijo que lo ve bastante parecido al Uruguay actual. “No veo que haya demasiadas posibilidades de cambio”, se lamentó. En cambio, tiene claro cómo debería ser el país, de acá a 15 años. “Deberíamos tener una educación moderna, actualizada para el siglo XXI”, insistió. “Esto es: flexible, de buena calidad”. Y con “buena calidad” se refirió a un proceso educativo que pueda aplicar normas de calidad ISO 9001.
Grompone no es muy afín a EdUy21, cree que este “think tank” de pensadores debería llamarse EdUy20 porque no acompasa los cambios que exige el presente y el futuro. “Le falta el componente de la flexibilidad que yo decía. Es decir, que la gente se anote y vaya a las clases que les interese. Por eso no creo en el marco curricular común. Un marco curricular de acuerdo a cada alumno y a sus intereses, ahí sí”, señaló.
Gerardo Caetano es bastante más optimista que Juan Grompone. Se imagina un país más rejuvenecido, con mayor vocación a nivel mundial, que acogerá con mejor disposición a los inmigrantes, y que todavía crea en el ‘naides es más que naides’ de Artigas. “Pero también veo un Uruguay que renovará su pensamiento estratégico, más inserto en el mundo, con más igualdad en todos los planos, con más mundo y mayores oportunidades”.
Se imagina un país que habrá aprendido a elaborar sus “duelos” y sus “orgullos”, y por eso se podrá construir mejor su futuro colectivo.
La economista Benavente, en tanto, cree que hoy el país está en un momento bisagra: “O continúa perdiendo grados de bienestar con altos niveles de inflación, desempleo, déficit fiscal, con pobres indicadores de apertura comercial, educación y relaciones laborales, o toma un camino de reformas que le permitan insertarse adecuadamente en el concierto internacional”.
Desde la Academia Nacional de Economía no fue corta en sus pretensiones. Se imagina un país “que esté entre los de mejores niveles de vida del mundo, tal como lo era a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, con una sociedad integrada y una economía eficiente y abierta al mundo”.
Políticas de estado. El ingeniero, profesor e informático Juan Grompone cree que, además del proceso de modernización para actualizar la educación al siglo XXI -”mucho más orientada hacia la ciencia y tecnología que a las humanidades”-, hay otro punto que urge una política de Estado entre todos los actores políticos de relevancia: la automatización, empezando por la automatización del Estado.
“Es uno de los puntos más difíciles, porque naturalmente automatizar implica tener menos empleados, y es una cosa que está mal vista por la famosa defensa de las fuentes de trabajo. De modo que es otra de las políticas en que habría que ponerse de acuerdo. Es necesario encauzar un procedimiento sistemático de automatización del Estado, con su correlativa reducción de la plantilla del Estado”, afirmó Grompone.
Gerardo Caetano no cree que las políticas de Estado vayan a consensuarse antes del balotaje. Él, de hecho, cree que no sería conveniente establecerlas antes de una segunda vuelta donde se enfrentarán dos bloques o modelos de país. Lo mejor, entonces, sería después de noviembre, con un partido de gobierno ya electo y el apoyo de los demás, para ganar en efectividad. Caetano apuesta a una “lista corta” que incluya: educación, sustentabilidad medioambiental, políticas inclusivas de género a todo nivel, promoción efectiva para los pequeños y medianos productores rurales, integración territorial, marcos de negociación tripartita para las relaciones laborales en la ciudad y en el campo, austeridad y ética en el manejo de los recursos públicos y una buena normativa en materia de financiación de la política. Tan corta no fue su lista, pero ahí están los elementos que él cree imprescindibles como políticas de Estado.
María Dolores Benavente vuelve con su idea de lograr mayor competitividad para insertarnos en el mundo entero con “flexibilidad” y “pragmatismo”. “Eso también lleva a que el Estado -en sus tres dimensiones: regulador, administrador y empresario- deje de ser una carga para el sector privado -empresas y consumidores- y se transforme en un aliado para dotar al país en forma eficaz y eficiente de aquellos bienes y servicios que el particular no puede ofrecer”. Esto implica, dijo a NOTICIAS, avanzar en materia educativa y de relaciones laborales para volver a tener en la fuerza productiva uruguaya “a personas capaces de enfrentar los crecientes desafíos de esta sociedad del conocimiento”.
Repasando los distintos planes de gobierno de los candidatos, Benavente dijo encontrar coincidencias respecto a la visión sobre las empresas públicas, los funcionarios públicos, la educación y la inserción internacional. “La Academia (Nacional de Economía) entiende que la única manera de avanzar en una sociedad democrática es buscando acuerdos, discutir, procurar consensos. Pero después decidir y avanzar, porque el mundo no nos va esperar”.
Juan Grompone hace una mueca de resignación. “Ojalá se cumpliera algo de todo esto... No la veo”.
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Desafío: generar confianza
Lo primero es tener un país con balances macroeconómicos lo más sólidos posibles. Tenemos que mantener un control del déficit fiscal, un control de la inflación, y un tipo de cambio estimulante. Todo ese tipo de cosas nos permitirán administrar y tener balances que generen confianza”, dijo el excanciller y ex presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Enrique Iglesias. Como segundo punto, Iglesias coincidió con Juan Grompone y Gerardo Caetano: la educación debe ser una política de Estado. “Formar a las nuevas generaciones para los nuevos desafíos y sobre todo, formarlas para asumir riesgos. En nuestro país siempre hemos privilegiado la seguridad al riesgo, la seguridad es intrínseca al ser nacional. Bueno, tenemos que estimular los riesgos que significa crear, innovar, producir cosas nuevas, y eso también está incorporado a la educación”, dijo.
En tal sentido, Iglesias cree que hay que seguir apuntando a la importación de software y a la educación en robótica, que tanto éxito le ha generado a grupos de liceales uruguayos. “No estamos inventando la pólvora, pero hay que hacerlo mucho más”, añadió.
En tercer lugar, coincidió con la economista Benavente, hay que dar una batalla por la productividad. “Hemos hecho cosas importantes en este país en materia de productividad agrícola, por ejemplo. Ha habido innovación importante en la agricultura, en la forestación. Tenemos que tener más innovación, ganar productividad en el sector privado, pero también en el Estado. Hay que reformar al Estado para que sea más productivo”, dijo.
Además, dijo que las relaciones internacionales del país deben ser una política de Estado como -dijo- lo fueron cuando él fue canciller del gobierno colorado de Julio María Sanguinetti (1985 1990). “Somos demasiado chiquitos para tener más de una política en relaciones internacionales, por tanto debe ser acordada entre todos los partidos”.
Y finalmente, el ex titular del BID dijo que Uruguay debe “hacerle frente al tema de la seguridad social”. “Esto no lo puede resolver un partido solo. Es el conjunto de los partidos que debe resolverlo”.
“Todos estos temas apuntan a poner al país en el tren del futuro. Es un tren complicado, donde está asentada la tecnología, pero donde los acuerdos básicos son fundamentales, más allá de que se tenga una ideología u otra”, concluyó.
por César Bianchi
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