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CIENCIA | 29-12-2020 12:14

Lo que calla la OMS, el personaje del año

El organismo sanitario mundial nunca fue tan popular. Ni tan criticado. Acusaciones políticas, incertezas científicas y el riesgo del descrédito.

El año que vivimos en pandemia. Aunque a muchos nos siga pareciendo una distopía propia de las series de ciencia ficción que pueblan las plataformas de streaming, el 2020 será registrado y recordado como esos doce meses en los que el mundo entero vivió inmerso en una epidemia planetaria, algo que no sucedía con semejante fuerza desde 1918. Pero en medio de enfermedades, muertes, sistemas sanitarios que llegaron al colapso incluso en países ricos, economías en picada, científicos de a miles estudiando un virus desconocido, decenas de laboratorios privados y públicos intentando desarrollar vacunas y personal de la salud trabajando a destajo y hasta arriesgando sus vidas, hubo algo también único. Y llamativo: el rol que ocupó la Organización Mundial de la Salud, la OMS, esa integrante del sistema de las Naciones Unidas cuya Constitución entró en vigor el 7 de abril de 1948 luego de ser firmada por representantes de 61 países, y cuyo lema central es la salud como derecho humano.

Fue en este 2020 cuando, por primera vez, la OMS como organismo y algunos de sus ejecutivos como voceros declarantes, inundaron los canales de televisión, las páginas de diarios y revistas, las webs, las redes sociales. Por primera vez cientos de millones de habitantes estuvieron pendientes de sus análisis, indicaciones, opiniones, documentos. Nunca antes, ni siquiera en la pandemia declarada como consecuencia de la gripe H1N1 del 2009 (bautizada en un primer momento como “gripe porcina”) la OMS tuvo semejante nivel de popularidad. 

El punto es que con la popularidad llegan las miradas fuertes, concentradas sobre cada palabra y cada movimiento, la lupa alumbrando los errores, las vacilaciones, las contradicciones, la opinión o demasiado lenta o demasiado veloz. 

Y si algo caracterizó este año de la OMS fueron los malos entendidos, una relación compleja con los medios de comunicación, la amplificación de cada declaración en redes sociales, las afirmaciones de cuestiones científicas seguidas de desmentidas, o aclaraciones, o hasta disculpas. Incluso, las desavenencias entre ejecutivos de diferentes regiones, y hasta las denuncias políticas y las cartas de investigadores reclamando atención. Nada le faltó a la OMS. El año que vivimos en pandemia es también el año en el que la OMS se convirtió en algo cercano… y discutible. 

La bandera de la OMS

Comienzo de una epidemia

La notificación oficial de China a la oficina de la OMS en ese país acerca de que 27 personas padecían un tipo de neumonía de causa desconocida fue el 31 de diciembre de 2019. Pocos días más tarde, el 5 de enero, la OMS emitía su primer parte oficial acerca del brote, que ya registraba 44 afectados. El 9 del mismo mes, informaba que investigadores chinos habían identificado el agente de la enfermedad y que se trataba de un nuevo coronavirus. El 12, los chinos publicaban la secuencia genética del patógeno. Todo empezaba a ritmo vertiginoso. Y hasta ahora nunca se detuvo.

El 14 de enero, la cuenta oficial de Twitter de la OMS emitía un mensaje: "Las investigaciones preliminares realizadas por las autoridades chinas no han encontrado evidencia clara de transmisión de persona a persona del nuevo coronavirus". Durante esa jornada, el boletín público de la Comisión de Salud de Wuhan declaraba: "No hemos encontrado pruebas de transmisión de persona a persona". Aunque también indicaba algo que la OMS no mencionó: "No se puede excluir la posibilidad de una transmisión limitada de persona a persona (…) pero el riesgo de transmisión sostenida es bajo". En sus primeras declaraciones acerca de lo que sucedía en Wuhan, la OMS citaba de modo casi textual lo que comunicaban las autoridades chinas. Comenzaron las primeras críticas desde el sector político. 

Entre el 20 y 21 de enero la OMS llevó adelante su primera misión a Wuhan y se reunió con funcionarios de la salud pública de China, al tiempo que en ese país se confirmaba la hipótesis de que el virus se transmitía entre seres humanos y se ponía en cuarentena a la ciudad. El 28, Tedros Adhanom (director general de la OMS) se reunía con el presidente chino, Xi Jinping, y elogiaba "la seriedad, transparencia y compromiso de China frente al brote”. Comenzó a calificarse al organismo multilateral de “complaciente” con el país asiático. La voz cantante quedó en la garganta de Donald Trump el (todavía) presidente de los Estados Unidos, competidor voraz de los chinos. 

La OMS no fue lo suficientemente clara en sus afirmaciones, pero es que, aun con un rol sanitario, se trata de un organismo básicamente político. La OMS no puede hacer “enojar” o “incomodar” a sus países miembro, sean estos ricos o pequeños y pobres. Sí puede investigar lo que sucede con la salud, pero siempre con pies de plomo. De manera que, a su manera, la OMS calla, o apenas murmura.

Un ejemplo. Ya había habido médicos chinos que alertaban sobre el riesgo que implicaba la nueva enfermedad. El caso testigo fue el de Li Wenliang, censurado por “difundir rumores” y que murió a los 33 años luego de contraer Covid-19. Ante una pregunta periodística, el director ejecutivo del Programa de Emergencias Sanitarias de la OMS, Michael Ryan, comentó entonces que “todos lamentamos la pérdida de un colega y médico", sin hacer mención a la censura de la que fue objeto el médico chino. Tampoco reaccionó con declaraciones ásperas cuando Donald Trump decidió que los Estados Unidos dejaría de pertenecer al organismo y, por ende, de aportar económicamente a su sostenimiento.

El otro punto que despertó muchas críticas y que también se relaciona con el ser político de la organización, fue el tiempo que tardó en declarar la pandemia. Recién un mes después de la notificación oficial sobre la extraña enfermedad, el 30 de enero y luego de varias postergaciones, la OMS catalogaba a la expansión de los contagios con el coronavirus como una “emergencia sanitaria global”. Tardaría un mes y medio en declarar que el mundo estaba inmerso en una pandemia causada por un coronavirus nuevo.  

Pandemia en China

El affaire Italia

Como si esto fuera poco, la OMS fue acusada de conspirar con el Ministerio de Salud de Italia para eliminar un informe que revela la mala gestión que habría tenido el país europeo en los comienzos de la pandemia. El informe fue elaborado por el científico de la OMS Francesco Zambon y diez colegas europeos, y financiado por el gobierno de Kuwait con el objetivo de proporcionar información a los países que aún no habían sido afectados por la pandemia, y asegura que Italia no había reforzado sus sistemas de prevención desde el 2006. El informe fue subido a la web de la OMS el 13 de ese mes y al día siguiente fue eliminado de la misma. Quienes acusan a la OMS dicen que la baja se dio por pedido de un ex funcionario del ministerio de salud de Italia

Desde la OMS, se niega esto último. “Después de la publicación, se encontraron inexactitudes fácticas en el texto y la Oficina Regional de la OMS para Europa eliminó el documento del sitio web con la intención de corregir errores y volver a publicarlo -asegura un descargo del organismo-. Cuando se hicieron las correcciones, la OMS había establecido un nuevo mecanismo mundial, denominado “Examen intra-acción”, como herramienta estándar para que los países evalúen sus respuestas y compartan las lecciones aprendidas. Por lo tanto, el documento original ("Un desafío sin precedentes") nunca se volvió a publicar. En ningún momento el gobierno italiano pidió a la OMS que retirara el documento”.

Protestas anti OMS

Dudas y contradicciones

El detalle de aquel primer mes permite comprender a qué velocidad sucedían los hechos. Y cómo el organismo sanitario encontró cierta dificultad de reacción ante la avalancha de novedades, mientras la cantidad de enfermos y muertos se expandía por casi todo el mundo. Pero, también, más de una vez tanto el inmunólogo etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus, como el epidemiólogo y cirujano irlandés Mike Ryan y la epidemióloga estadounidense Maria Van Kerkhove (directora de la Unidad de Zoonosis y Enfermedades Emergentes) no solo contradijeron lo que informaban estudios científicos, sino que debieron retractarse y fueron protagonistas de titulares noticiosos confusos

En ese sentido, hay que ser muy justos. Durante los cuatro primeros meses de la pandemia se publicaron 23.000 papers o documentos científicos sobre el coronavirus SARS-CoV-2, la mayoría de ellos no en revistas especializadas con revisión de pares (otros científicos independientes, no relacionados con el trabajo publicado), sino en repositorios a los que se puede subir un paper antes de que lo analice la comunidad científica. Al día de hoy, el número de la biblioteca biomédica PubMed arroja que hay más de 74.000 papers científicos relacionados con la Covid-19: más del doble que los que hay acerca de la poliomielitis, el sarampión, el cólera, el dengue u otras enfermedades que han causado la muerte de seres humanos a lo largo de cientos de años. 

“La OMS coordina la respuesta mundial a la pandemia tanto en el nivel global, el regional y el nacional a través de las oficinas de los países -explica a NOTICIAS Enrique Pérez-Gutiérrez, representante interino de la Organización Panamericana de la Salud/Organización Mundial de la Salud (OPS/OMS) en Argentina-. En términos científicos, desde un comienzo y al ser al ser un virus nuevo era fundamental lograr tener mayor comprensión de la enfermedad. Para eso se analizan los datos de manera constante, a medida que se reciben, y se trabaja en estrecha colaboración con expertos mundiales en una variedad de temas. Durante todo este tiempo también fue clave mantener la información sobre la situación de forma constante tanto a los países como al público en general”.
Fue en este estar brindando conferencias de prensa diarias durante los primeros meses, y luego día por medio, lo que expuso aún más a los voceros del organismo sanitario. Los cambios de discurso y hasta las contradicciones se hicieron patentes muy rápidamente. 

Pérez-Gutiérrez no se sorprende ante la pregunta por las idas y vueltas. “Es un virus nuevo y una enfermedad nueva y esto implica que, desde un primer momento, la información no es completa. Aspectos vinculados con la epidemiología, las formas de transmisión, la prevención y control de la enfermedad, y el tratamiento de los pacientes han ido cambiando conforme fuimos y vamos conociendo más sobre el virus y la enfermedad. Por eso, lo que a veces puede ser entendido como contradictorio, en realidad es parte del manejo de la incertidumbre que supone una situación de estas características”.

Testeo para Covid-19

“Las contradicciones en la comunicación durante esta pandemia para mí son inevitables porque hay muchas cosas que no sabemos -comenta Leando Cahn, director ejecutivo de la Fundación Huésped-. Y muchísimas más las que no sabíamos hace unos meses. Por ejemplo, pensábamos que los fomites tenían un rol mucho más importante en cuanto al contagio. Recuerdo que cuando se empezó a discutir aquí lo de los runners la única documentación era un trabajo belga que casi decía que era más peligroso correr que caminar. Y luego se vió que eso era marginal”. Y agrega: “Tratamos de salir de la incertidumbre, ese es el eje. Pero cuando los que en teoría saben o deben saber también tienen incertidumbre porque es un virus nuevo del que se va conociendo de a poco entramos en esa fase de descontento con la ciencia que también le pegó a la OMS”.

Y es que la incertidumbre es parte del día a día de la ciencia. E inclusive de la medicina. Pero no de la vida cotidiana de las personas. O, mejor dicho, tranquiliza pensar que no lo es. Porque si hay incertidumbre puede haber miedo. Y a las personas no nos hace bien vivir con miedo. Por eso es que para la sociedad civil, la que vive alejada de laboratorios e investigaciones científicas, afirmar algo para cambiar de posición un mes tarde suena raro. Para la ciencia es normal, así se desarrolla.

Una de las contradicciones más sonadas de la OMS fue barbijos sí o no. En los primeros días de la pandemia, los voceros del organismo multilateral declaraban que no hacía falta que las personas sanas usaran barbijo, solo los enfermos y sus cuidadores. Pero el 5 de junio, y bastante después de que estudios científicos mostraran que los barbijos reducen la transmisión del coronavirus, la OMS empezó a aconsejar usarlos. El cambio no fue bien tomado por muchos, que se sintieron “engañados”.

Algo similar sucedió con el rol de las personas con Covid-19 pero asintomáticas, cuyo rol en la transmisión de la enfermedad está probado en la evidencia científica. O respecto de la manera en que se contagia el coronavirus, a través no solo de gotículas sino también de aerosoles, ínfimas partículas que quedan suspendidas en el aire por horas.

Fue demasiado para procesar para todos: científicos, políticos, trabajadores de la salud, audiencias, enfermos y cuidadores. Investigar qué provoca una pandemia mientras la misma pandemia se desarrolla y enferma y provoca fallecimientos, cómo se transmite el patógeno que la origina, cómo se desarrolla, produce, aprueba de emergencia y distribuye una vacuna en menos de un año y casi en tiempo real, es algo que vivimos por primera vez

El año que vivimos en pandemia no ha sido sencillo para nadie. Tampoco para los funcionarios de la OMS, que han debido callar y también hablar demasiado pronto. Y esto ni siquiera ha comenzado a terminar. Porque para que las vacunas lleguen a todo el planeta falta mucho camino por recorrer. 
 

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Andrea Gentil

Andrea Gentil

Editora de Ciencia, Medicina y Tecnología. Coordinadora carrera de Comunicación Digital, UNaB.

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