**** Hace tres décadas que Roberto Alagna es una auténtica estrella del mundo de la música clásica. Nacido en Francia, de familia siciliana y nieto de una argentina, este gran tenor se presentó ahora por segunda vez en el Teatro Colón, a diez años de su debut en esta sala.
A pesar del paso de los años, su voz mantiene su belleza y su timbre característico. Si bien tuvo algunos inconvenientes en el registro agudo, nada de eso pudo empañar la calidad artística y la capacidad comunicativa de un cantante excepcional. En las arias francesas que abrieron el recital, el tenor mostró un fraseo refinado y musicalidad exquisita, mientras que en “Vesti la giubba”, de Pagliacci, de Leoncavallo, al cierre de la primera parte, transmitió la desesperación del personaje en una interpretación conmovedora. Después del intervalo, Alagna ofreció una selección de canciones y canzonettas napolitanas, transitando con igual naturalidad por la vivacidad de “La Spagnola”, de Di Chiara, y por la intensidad de “Dicitencello Vuje”, de Falvo, que despertó una de las mayores ovaciones de la noche. Por su parte, la pianista Irina Dichkovskaia se lució particularmente en sus intervenciones a solas, con tres obras de Chopin. Al finalizar el programa pautado, y en respuesta a los aplausos, comenzó una auténtica fiesta. Visiblemente feliz y agradecido por la calidez del público, Alagna regaló once piezas fuera de programa, algunas de ellas a cappella, en un despliegue inusual de talento, carisma y generosidad. Hubo más melodías napolitanas y canciones populares, incluyendo una expresiva versión de “El día que me quieras”, brindada con especial cariño para el público local.
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