En los últimos años, la gran Martha Argerich ha vuelto con asiduidad a la Argentina para ofrecer conciertos. Cada nueva actuación de esta artista gloriosa es un acontecimiento único, pero esta vez el regreso tuvo características peculiares, ya que volvió para encabezar su propio festival en el Colón en el año en que celebra el septuagésimo aniversario de su debut en esta sala.
Junto a la legendaria pianista, en el concierto de apertura participaron la Filarmónica de Buenos Aires y Charles Dutoit, el célebre director suizo que llevaba mucho tiempo sin dirigir en
Buenos Aires. Él y Argerich estuvieron casados por un breve periodo, hasta principios de los años 70, pero mantienen su amistad y una estrecha sociedad musical. Fue posible apreciar el cariño y el entendimiento profundo entre ellos desde que ingresaron al escenario del Colón, tomados de la mano, para ofrecer el Concierto para piano y orquesta en Sol mayor de Maurice Ravel.
Lo que sucedió con esta obra fue mágico. Martha planteó desde el piano esa espontaneidad, plena de sutilezas, elocuencia y virtuosismo, que hace que cada una de sus actuaciones sea una invitación a un viaje musical hipnótico y fascinante. Pero, desde su lugar de solista, en todo momento estableció una conexión, un diálogo profundo con la orquesta, logrando una impactante comunión para entregar una versión antológica de la obra de Ravel. El segundo movimiento, un adagio poético y etéreo, fue un momento sublime.
Las ovaciones que saludaron a Argerich cuando terminó su actuación la hicieron regresar al escenario una y otra vez. En un momento, volvió acompañada por un chico vestido con una camiseta de la selección argentina de fútbol: su nieto David Chen. Se sentaron frente al piano y ofrecieron, a cuatro manos y a modo de bis, el tercer movimiento de Mi madre la oca, también de Ravel, en una lectura que irradió frescura y calidez.
En la segunda parte se pudo escuchar a la Filarmónica de Buenos Aires en estado de gracia interpretando la Sinfonía fantástica de Hector Berlioz. Con gestos precisos y presencia imponente desde el podio, Charles Dutoit obtuvo lo mejor de los músicos, que respondieron con entrega y compromiso. Sólida en todas sus filas, la orquesta realzó la fuerza dramática y los contrastes de la obra, en un cierre magistral para un concierto memorable.
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