Es difícil no sentirse seducido por “las cosas lindas”. Los cafés de especialidad que emergen en cada esquina, las librerías boutique, las tiendas de ropa de diseño. Sin embargo, cada barrio que ve poblarse de estos locales sus cuadras sufre la pérdida de su sentido de identidad. Comienzan a borrarse sus rasgos, los detalles que lo hacían especial, sus propios negocios que le conferían personalidad. Y también sus vecinos de toda la vida, esos que eran parte de su espíritu y esencia, que disfrutaban y caminaban sus cuadras cuando no estaba de moda hacerlo. Porque conforme esas nuevas propuestas de consumo van abriendo y rediseñando el estilo del barrio, también van aumentando los alquileres y el costo de vida de la zona, como el espacio que ocupan los nuevos desarrollos inmobiliarios.
Eso es, ni más ni menos, la “gentrificación”, la palabra de moda que refleja un fenómeno que se registra en todas partes del globo, pero en el que Buenos Aires y su boom de construcción puede verse especialmente representada. De visita en la Feria de Editores, la doctora en filosofía, especialista en geografía urbana social y feminista, Leslie Kern, vino a la Argentina a presentar su último libro, “La gentrificación es inevitable y otras mentiras” (Ediciones Godot). Con ella NOTICIAS dialogó sobre la nueva forma de vivir en las ciudades.
Cómo nos afecta
“Investigué la gentrificación por 20 años, la vi pasar en mi propia ciudad de Toronto y en muchísimas otras alrededor del mundo”, detalla la autora. Por eso, pensó que podía ser un buen momento para realizar un libro que fuera accesible a grandes audiencias y no solo a otros investigadores y académicos, porque su idea es que la gente pueda hablar de lo que está pasando en su comunidad, identificándolo con nombre y apellido. También, que pueda encontrar conexión e inspiración en otras experiencias, para que sepa que no está sola y que este tipo de “evolución” no es la única posible.
Ahora bien, ¿cómo afecta la gentrificación a la gente? Cuando una zona comienza a ser renovada, al inicio, es difícil sentir que hay algo mal. De hecho, Kern menciona en su libro que describir el barrio como un lugar que necesita ser salvado, hizo de la gentrificación una acción heroica. Sin embargo, este avance tiene todo tipo de consecuencias, algunas más sutiles y otras más obvias. “Hay un gran abanico de formas en las que se modifica la vida de los vecinos. En algunos casos, la gente es empujada de sus casas y vecindarios, no pueden seguir pagando el alquiler y se los desaloja, o sus casas o edificios son demolidos para hacer lugar a algo nuevo. Ese es un efecto muy directo y desestabilizador sobre la vida de las personas”, ilustra Kern. Y es un enorme factor de aumento de la desigualdad.
En otros casos ya no se tienen los mismos vecinos, los hijos no pueden seguir yendo al mismo colegio porque aumentó el costo, los locales de siempre comienzan a cerrar y los precios empiezan a subir. “Hay una sensación de no estar más en casa, de no pertenecer a un lugar en el que tal vez viviste por décadas”, describe la autora. La despersonalización y una suerte de homogeneización de tendencias van invadiendo todo el espacio, difuminando los rasgos más particulares de cada lugar.
¿Y qué fuerzas están detrás de estos cambios? Lo que al inicio puede parecer una transformación cultural termina resultando una señal para los inversores de que ese barrio puede ser prometedor y deben comprar propiedades en él. “El problema no es el café de especialidad o la librería, sino la forma en la que esas mejoras pueden ser consideradas”, apunta la especialista.
Un crecimiento saludable
Parece natural que las ciudades evolucionen. Que conforme las generaciones vayan cambiando, se vayan imponiendo diversos gustos y tendencias estéticas. Pero consultada sobre si la gentrificación puede verse alguna vez como algo bueno, Kern sostiene que aunque ciertas personas se benefician de la misma, siempre es gente que ya tenía privilegios y poder en la ciudad y la sociedad. “La gentrificación es un modo de que ellos continúen creando riqueza y expresando sus ideas y formas de vida en la ciudad. Las consecuencias para la gente que está marginalizada nunca son beneficiosas”, manifiesta. En el libro incluso menciona el efecto Bilbao, en el que el desarrollo del Museo Guggenheim puso a esta ciudad en el mapa internacional como un destino cultural. “Así se vio de afuera, pero dentro de la ciudad fue más controversial: no todos los residentes se beneficiaron. Tenemos la idea de que es un efecto cascada en el que todos ganan, pero muy pocas veces ha sido el caso”, detalla.
Entonces, ¿cómo deberían crecer las ciudades? Según Kern, la única prioridad no puede ser el crecimiento económico. Lo ambiental, educacional y social también deberían estar sobre la mesa. Y si tuviera que aconsejar a los gobiernos sobre cómo acompañar esta evolución, la autora les diría que usen las herramientas regulatorias a su alcance, aquellas que muchas ciudades utilizaron en la pandemia, cuando debieron proteger a los ciudadanos que no podían trabajar. “Los gobiernos siempre han preferido ‘dejar que sea el mercado el que decida lo que suceda’, sin ver la vivienda como un derecho humano, pero tienen reglas y regulaciones a su alcance, como lo demostraron en pandemia”, apunta la experta. En general, nota que los gobiernos solo responden luego de que es la gente la que inicia los movimientos de defensa de sus espacios.
Y en este sentido, una nota de color para Latinoamérica: mientras en Estados Unidos y Europa estos movimientos son más aislados, fuera del primer mundo hay una larga historia de lucha y movilización sobre tópicos como independencia, colonización, luchas estudiantiles o feministas.
Según Kern, esta larga historia de cambios a partir de revoluciones del pueblo nos juega a favor. “Si la gente puede conectarse con ese espíritu comunitario, puede tener poder para pelear este avance”, alienta. Comunicación, apoyo entre vecinos y la construcción de conocimiento sobre el tema pueden ser la diferencia entre vivir en un espacio con identidad y uno cada vez más desigual y gris.
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