En febrero de 1987, un paisaje fue robado en el Museo de Arte Decorativo (MDAD). En 1989, se inició un expediente en la Secretaría de Cultura por nuevas desapariciones de obras de arte, en la misma institución. En 1991, fueron robadas algunas piezas antiguas prestadas por la Embajada de Alemania. Este año, más exactamente, el miércoles 16 de febrero a las 11:45, un guardía observó que en el pasillo que comunica las salas Imperio y Sert del 1er piso, estaba abierta una de las puertas de una vitrina donde se exhiben numerosas piezas de porcelana europea del siglo XIX. Faltaban tres jarrones tipo ánfora de porcelana austriaca de 26cm. de altura, con un valor estimado en US$ 1500, cada una.
No fueron los únicos robos registrados. También se comprobó que faltaban 6 piezas de vidrio y cristal suecas del siglo XX y las pinturas “San José con El Niño” y “Retrato de Infanta”, ambas anónimas. Hasta ahora, las piezas robadas son 20.
La noticia causó revuelo. El museo fue intervenido. Como interventora fue designada la actual Directora Nacional de Museos, María Isabel Baldasarre. El director hasta ese momento, el arquitecto Martín Marcos, fue suspendido de sus funciones, sin goce de haberes ni aportes jubilatorios. La última noticia es la de su renuncia, la semana pasada, después de reincorporarse tras la suspensión, sin que se le restituyeran todas las funciones a su cargo.
En los últimos meses, se comenzó a realizar el inventario de todas las piezas del Museo (tanto las que están en exhibición, como las que están guardadas en depósito). El MDAD tiene alrededor de 6.500, de las cuales solo está exhibido alrededor del 20 por ciento. Esa revisión fue ordenada por el propio Marcos antes de su suspensión.
Hurtos pasados
La historia de los museos argentinos registra saqueos de todo tipo. Algunos fueron célebres, como el perpetrado contra el Museo Nacional de Bellas Artes el 25 de diciembre de 1980 en el que desaparecieron, entre otras cosas, un dibujo a lápiz de Matisse, “El llamado” de Gauguin, dos dibujos de Edgard Degas, dos desnudos en acuarela de Auguste Rodin, “Retrato de mujer” de Renoir y “Duraznos sobre un plato” de Cézanne. El botín entero estaba valuado en 20 millones de dólares. Favoreció al robo el hecho de que el sitio se encontraba en reformas y los ladrones pudieron entrar a través de andamios y estructuras de metal.
Décadas antes, también en Bellas Artes (el 5 de diciembre de 1944); un ladrón entró por el techo y se fue con un cuadro de Claude Monet pintado en 1879, de casi un metro de alto, titulado “Le bergé de Lavacourt”. La institución aprendió la lección y hoy es el museo con mayor inversión en seguridad.
En el Museo Histórico Nacional, más de 300 monedas antiguas de la colección perteneciente a Manuel Belgrano fueron robadas en 2020 con la modalidad más típica en estos casos: el “robo hormiga”. El mismo Museo fue objeto de dos robos simbólicos: el del sable corvo de San Martín en 1963 y 1965, como botín de político de la Juventud Peronista.
El libro del especialista en patrimonio Daniel Schávelzon, “El expolio del arte en la Argentina. Robos y tráfico ilegal de obras de arte”, recopila varios de estos hechos perpetrados contra museos provinciales y municipales. Por ejemplo, en 1983, del Museo Municipal Estévez de Rosario fueron robados cuadros de El Greco, José de Ribera y Murillo. Otro caso ocurrió en el Museo de Historia Natural de Mendoza, en abril de 1940; cuando se llevaron de una de sus vitrinas una cabeza humana reducida por los jíbaros. También se robaron tres cuadros de Bernaldo de Quirós y otros pintores nacionales del Museo Ricardo Güiraldes de San Antonio de Areco. De la misma época data un robo al Museo Sobremonte, en Córdoba.
En su libro, Schávelzon cuenta que entre 1989 y 1991 hubo importantes saqueos en distintos museos del país: el Museo de Arte de los Salesianos de Córdoba, el de Bellas Artes de San Rafael, los museos históricos de Corrientes y de Tucumán y la Estancia de San Martín en Cañuelas, de la cual se llevaron varios objetos de plata, entre ellos un sahumador que fue recuperado más tarde en una casa de antigüedades de la Calle Posadas. Todos los objetos fueron vendidos a coleccionistas y gracias a las denuncias pudieron ser recuperados y devueltos.
Custodiar el patrimonio cultural es una tarea delicada que debe tener en cuenta aspectos como el flujo de visitantes, la cantidad de las obras que se exhiben, el valor de las mismas y la forma y tamaño de las instalaciones. Alberto Bellucci, ex Director del Bellas Artes y del MDAD, considera que generalmente no hay recursos para estas cosas “que no se consideran importantísimas”. “En cultura, puntualmente en el caso de los museos, las gestiones suelen ser anodinas”, opina Belluci.
Según explica, un museo está en constante cambio. Siempre se están recibiendo y reacomodando nuevas obras y eso obliga a que los sistemas de seguridad deban perseguir el mismo objetivo de renovación. Aunque, de acuerdo a su opinión, es más importante tener personal idóneo que sistemas de seguridad. “Los sistemas son tanto o más imperfectos que la gente, y yo confío más en la gente”, dice Bellucci.
La ocasión hace al ladrón
Marcelo El Haibe trabaja en Interpol desde hace veinticinco años, en el área que se dedica a investigar robos de obras de arte. Entre los logros, cuenta que hace cuatro años pudieron recuperar las pinturas de Murillo robadas en el Museo Estévez de Rosario. En este momento, Interpol tiene un depósito con 1.200 piezas recuperadas. “La mayoría de las cosas que se roban en los museos hoy no son grandes obras de arte sino pequeños objetos. A veces porque son de oro y se pueden desmembrar y vender por separado, o fundir”. Según cuenta El Haibe, hace diez años sí era todavía muy posible robar alguna obra valiosa y colocarla en el mercado o incluso, pedir rescate. Hoy esto sería muy difícil. Toda obra robada es reportada a Interpol. Esta denuncia vuelve inviable la posibilidad de ofrecerla. “La psicología del coleccionista es, justamente, el exhibicionismo. Es contradictorio tener una obra y no poder mostrársela a nadie. La ecuación es de costo-beneficio. Si el ladrón cree que la obra es difícil de robar y difícil de colocar en el mercado y va a ganar poca plata, entonces no se arriesga”, dice el especialista.
El Haibe señala, además, algunos detalles importantes. El personal de seguridad en los museos tiene que tener contacto visual con todas las obras. Si un salón está dividido a la mitad por medio de cualquier estructura que impida la visión, tiene que haber una persona de seguridad a cada lado de esa división. También es importante tener en cuenta el flujo de visitantes de una institución, su ubicación, su tamaño y el tipo de obras que se exhiben, el valor de mercado que tienen. “En un museo chico, que no tiene tantas cosas que custodiar, un circuito cerrado con dos personas permanentemente vigilando las imágenes por las cámaras es una inversión muy costosa”, explica El Haibe.
Desde su punto de vista, la seguridad ideal de un museo debería estar apoyada sobre tres patas: tecnológica (circuitos cerrados de televisión, cámaras de vigilancia), mecánica (barreras que impidan o restrinjan el acceso a las obras) y personal (personas que miren las cámaras, vigilen, etc). Las tres deben estar articuladas entre sí. Para el investigador, la seguridad en los museos “ha mejorado mucho en los últimos años”.
Testimonio
Sin embargo, el cuestionado director del Museo de Arte Decorativo Matías Marcos, sostiene lo contrario que El Haibe. Según explica, los museos tienen actualmente “muchas debilidades en temas de seguridad” y para fundamentar su opinión cita un caso: hace dos años hubo un robo de una colección de monedas grecorromanas de los depósitos de guarda del Museo Histórico Nacional. “Eso dejó en evidencia que allí tampoco tienen cámaras de seguridad ni alarmas de movimiento. A diferencia de mi caso, ni se suspendió al director ni se intervino el museo”, dice. También alega que, tanto él como otros directores, son concientes de la falta de seguridad, un hecho del que el Ministro de Cultura, Tristán Bauer, también estaba al corriente. “Hay una licitación que recién ahora, después de dos años y medio, tiene una empresa adjudicataria (ROCNET. S.A). Esas licitaciones no las hacemos los museos, porque solamente manejamos cajas chicas de 65 mil pesos mensuales. El MDAD no es un ente autárquico, depende de la Dirección Nacional de Museos y del Ministerio”.
La Dirección General de Museos, a cargo del Ministerio de Cultura de la Nación, no hizo declaraciones a los medios (tampoco a NOTICIAS) para explicar las condiciones de seguridad del Museo de Arte Decorativo. Consultadas las autoridades de la Ciudad de Buenos Aires sobre la misma cuestión en las instituciones porteñas, también se negaron a hacer declaraciones.
Alberto Bellucci, que respaldó a Marcos después de que se lo apartara del cargo explicó: “En mi gestión en el MDAD, siempre había algún defecto en las alarmas o en las cámaras. La seguridad en estos años ni mejoró ni empeoró. Los museos tienen el mismo déficit de seguridad que tiene la sociedad”.
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