Horacio González murió el 22 de junio de 2021 a los 77 años, por las complicaciones producidas por el coronavirus. Sociólogo, docente, escritor, ex director de la Biblioteca Nacional y miembro del colectivo Carta abierta, fue uno de los intelectuales más destacados de las últimas décadas en la Argentina.
Como homenaje, la Biblioteca Nacional le dedica una jornada el miércoles 22, entre las 12.30 y las 19. Lecturas, música y encuentros serán parte de este Maratón Horacio González. El punto culminante será el anuncio del cambio de denominación del Museo del libro y de la lengua, que a partir de este año llevará su nombre. La programación de la jornada puede consultarse en la página oficial de la Biblioteca Nacional.
Además, un número especial de la revista “La Biblioteca”, con el título “Los libros y la vida”, está dedicado a su memoria. Allí, destacados intelectuales que lo conocieron y trabajaron con él, consignan la lectura de diferentes textos escritos por González. Entre esos intelectuales están Juan Sasturain, actual director de la Biblioteca; Rodolfo Fogwill, Carlos Bernatek, Eduardo Grüner, Ricardo Forster, Javier Trimboli, Luis Gusmán y muchos más.
“Como en ningún otro ámbito –grande o chico, desde una Secretaría a un simple kiosco de gestión- del vasto organigrama del Estado referido a la Cultura, la iniciativa, la entrega, la brillantez y la creatividad ha sido tan determinantes como en el caso de Horacio González en la Biblioteca. Por eso, ésta fue y será para siempre La Biblioteca de Horacio. Como en el fútbol, le puso su impronta, su estilo, su sabiduría y su increíble capacidad de trabajo”, escribió sobre él Juan Sasturain a propósito de este aniversario.
Dentro del volumen de homenaje, se reproducen los principales discursos que Horacio González dio en su función de director. Aquí reproducimos un fragmento de su discurso de despedida.
Sin nosotros, no somos nada.
Fragmento del discurso de despedida de Horacio González de la dirección de la Biblioteca Nacional, en 2015.
“La soledad del arquero en el momento del penal es parecida a la soledad del orador en el momento de hablar… Este último año que hemos compartido con Teresa (Parodi) fue de honda significación para mí. No quiero desmerecer ninguno de los momentos anteriores de los diez años que estuvimos en la Biblioteca Nacional, pero por primera vez coincidía un alto funcionario del gobierno con una amiga, con una gran cantante popular, con una artista popular reconocida en todo el país. La verdad es que siento que es una pena que no haya durado más, pero tenemos que alimentarnos de esa pena porque efectivamente los momentos que van a venir no son fáciles. Quizás el anterior tampoco fue fácil y simplemente no nos dimos cuenta porque tuvimos instrumentos de trabajo, fuertes reconocimientos del espacio púbico, del Estado nacional, el acompañamiento del gobierno... Y no faltaron discusiones de todo tipo. Yo mismo me di muchos lujos acá; tengo que agradecerle al gobierno el lujo que me di de haberlo criticado no pocas veces, pero porque siempre creí que un proceso popular de la magnitud del que inauguraban Néstor Kirchner y Cristina Kirchner precisaba muchos pensamientos, precisaba multiplicidad, otros lo llamarán pluralidad, no importa, pero precisaba multiplicidad de pensamientos, precisaba lo múltiple de la crítica. Precisaba que la política no fuera solamente reducida al cómputo de minutos por la estructura judicial, eso no es la política. Si la Argentina va a vivir sus próximos años computando los minutos del poder, eso ya no es el poder. El poder es algo democrático, diseminado, amplio y reconocible. La mejor forma del poder no se reconoce por minutos o simbologías, se reconoce por sentimientos y estos son fugaces. La mejor forma del poder tiene una fugacidad que no es la del minutero, en eso se equivocan muchos este día de hoy.
Tenemos que trascender estos momentos, esta Biblioteca es muy trascendente, es una biblioteca muy antigua. El edificio no es antiguo, nosotros no somos antiguos, hay trabajadores muy jóvenes, que entran jóvenes a esta Biblioteca y quizás no sigan acá o quizás se conviertan en los trabajadores más antiguos de la Biblioteca, no lo sabemos, pero que la Biblioteca es muy antigua lo sabemos tanto como que es una de las vigas maestras de la historia de la nación argentina. Entonces todos los que estamos aquí somos parte, por el solo hecho de estar, de una historia de la nación argentina que no es una única historia, se equivoca quien lo piense así, no homogeneiza la conciencia de nadie, no hace de nadie parte de una conciencia única, nos hace a todos mucho más libres saberse parte de una comunidad. Una comunidad es un síntoma de libertad, no una forma obligatoria de convivencia. Creo que en estos años formamos ese tipo de comunidad, formamos esa comunidad de hombres y mujeres libres, en cada una de las profesiones que teníamos, desde el tallerista hasta el calderista, desde el bibliotecario hasta el electricista, porque esta es una ciudad también. Hay ciudades del interior del país que tienen menos habitantes que la cantidad de trabajadores que tiene la Biblioteca, es una pequeña ciudad pero no del interior, está a pocos metros del puerto, a pocos metros del gliptodonte aquí enterrado, a pocos metros de la Villa 31 que es un lugar complejísimo de la Argentina, es un lugar de la pobreza y también de la especulación, es el lugar de una promesa. Entonces, la Biblioteca está con sus rayos directrices dirigidos hacia todos esos lugares de la república o de la nación, como queramos llamar. A veces cuando nos despertamos a la mañana decimos “la república”, por qué no ser republicanos, y a la noche decimos “la nación”, por qué no ser de la nación, somos de todas esas dimensiones.
La Biblioteca juega un papel fundamental en la política y en la cultura nacional, no solo porque estuvo Borges, que eso ya es importante; no solo porque estuvo Groussac, un señor absolutamente conservador, pero a nosotros no nos importó porque, aunque creemos que no somos conservadores, también respetamos tanto los legados que estudiamos, a veces, mucho más a los conservadores que a los revolucionarios. Creo que es una pequeña astucia de la historia llevarnos a estudiar mucho más a los conservadores que por algo lo son, no estaremos de acuerdo políticamente con ellos, pero en ellos están los griegos, los romanos, los etruscos y los caldeos; y nosotros, a veces, de tan revolucionarios nos quedamos en el minuto anterior como los jueces argentinos que están en el minuto. Nosotros estamos en los milenios, entonces nuestra vida tiene algo de milenario y algo del minuto también, por qué lo vamos a negar. (...)”.
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