Monday 8 de December, 2025

CULTURA | 29-07-2025 02:47

Historia de una niña marcada por la guerra entre sus padres

En la novela “Los astronautas”, la escritora española Laura Ferrero describe su propia infancia en clave ficcional. El divorcio que separó a su familia y la búsqueda de un lugar en el mundo.

¿Qué mundo componen los chicos, en su imaginación, con las piezas rotas de una familia que se divorcia? ¿Cómo vuelven compatibles, en su lógica infantil, el odio que se tienen sus padres con el “amor” filial que declaman? Estas son algunas de las preguntas que solemos formularnos frente una separación conflictiva marcada por la violencia y la judicialización. Una situación que conocemos de memoria. La vemos todos los días en la familia, entre los amigos y expuesta hasta el escándalo en los medios.

En su novela “Los astronautas” (Alfaguara) la escritora y periodista catalana Laura Ferrero le da voz a una niña cuyos padres se divorcian cuando era muy pequeña. El libro relata con humor e inteligencia las muchas maneras en que un chico es el participante más perjudicado de una guerra que no inventó. Y aunque Ferrero declara que el material del texto es en gran proporción ficcional, los sentimientos y circunstancias de los que habla son propios. Aluden a su historia personal, cuando su padres se separaron, como consecuencia de una infidelidad, en sus primeros años de vida.

 

Ferrero es columnista habitual del diario El País y una de las autoras más interesantes de su generación. “Los astronautas” es su tercera novela. Una historia de dolores tan cercanos a todos, que no podemos evitar sentirnos interpelados por ella.

Laura Ferrero

Los hechos

La trama arranca con una escena: en la casa de sus tíos, la protagonista encuentra una foto de su papá, su mamá y ella cuando eran una familia. Nunca había visto una imagen de los tres juntos. Porque sus padres habían vuelto a casarse. Y a su vez, cada uno, había tenido otro hijo. Y Kuki, como prefería la narradora que la llamaran, se había sentido fuera de lugar toda la vida. Como un agregado, una pieza suelta, una extranjera.

Para sumar incertidumbre, su padre tenía una presencia intermitente. Vivía en otra ciudad, su madre nunca lo había perdonado y sus abuelos no lo querían. Incluso se le sugería con insistencia que llamara “papá” a su padrastro.

Y allí entran en cuadro los astronautas. Porque cuando le piden a Kuki que dibuje a su padre, en el colegio, lo viste de astronauta y titula la obra: “Houston”. Para luego explicar que son sus viajes en el espacio los que le impiden venir a buscarla a la escuela. El hecho despierta las alarmas de la maestra y provoca un llamado a la madre y una posterior conversación que no sirve de mucho. Frente a hechos como estos, los que van al psicólogo son los chicos, no los padres. “Cuando alguna vez me volvieron a pedir que dibujara a una familia, pensé que si representas lo que comúnmente se entiende por una familia puedes fingir el resto de su vida que también tú perteneces a una”, escribe la narradora como conclusión del episodio.

Los astronautas aparecen una y otra vez en el relato. Son la maestra que explotó en el Challenger o el ruso que quedó flotando en el espacio cuando la Unión Soviética se desmoronó. De una u otra forma, funcionan en la trama como un punto de vista inesperado desde el cual leer una historia tan terrestre.

Los astronautas

“La idea de los astronautas es que se fueron lo más lejos posible para contar lo que tenían muy cerca, lo que no podían ver, que era la tierra. Esa idea me sirvió para decir que a veces tú tienes a tu madre y a tu padre y nunca les llegas a preguntar aquello que te importa. Te tienes que buscar el rodeo porque la lejanía es la que puede hablar mejor de la cercanía”, nos explica en Buenos Aires la escritora, adonde estuvo por unos días para presentar la novela.

Escrito en capítulos cortos, fragmentos, citas de autores e historias del espacio, el libro tiene innumerables entradas al mismo tópico: una infancia difícil.

“Es la historia de mi vida. El tema de no tener un lugar. Y es parte de los divorcios de los '80, en los que no había custodia compartida, no sabías cómo te separabas ni qué podías hacer. Además, está el tema del tabú. No es que mi familia fuera religiosa, pero eran bastante tradicionales. ¿Y en quién depositan mis abuelos el odio contra un hombre que se fue con otra? En su propia nieta, para que no lo quiera. Y esa niña está en medio de nada. Termina siendo la más solitaria de toda la historia. Porque los dos padres hacen sus familias. Pero ella no sabe cuál es su lugar, a quién le tiene que decir papá”, dice la escritora.

Astronautas

Dos momentos de la novela marcan especialmente la tristeza de la situación. En uno, su padre y su abuela, solos, presencian la comunión de Kuki, en los últimos bancos de la iglesia, apartados del resto. En otro, la narradora ennumera las diversas maneras en que llama a cada miembro de la familia, de acuerdo al lugar en que está. “A mi padre: si estaba con mi madre 'Jaume', si estaba con Miguel (el padrastro) 'Jaume'. Si estaba con mis abuelos 'aquell', si estaba con él, 'papá'. A Miguel: si estaba con mi madre, 'papá', si estaba con Miguel, 'papá', Si estaba con mis abuelos, 'papá'. Si estaba con mi padre y Clara, 'Miguel'”.

“De niña siempre sentía que tenía que ir escogiendo muy bien lo que decía, qué contaba. Terminé conviertiéndome en una equilibrista. Y eso no es algo que un niño pequeño debería aprender a hacer”, opina Ferrero.

Ese equilibrio, además, se logra a costa de conductas y síntomas que ensombrecen la vida de los chicos. La protagonista come pelos, no duerme, ordena los flecos. “Hay miles de maneras de hacer frente a lo que no entiendes y es una respuesta natural del individuo cuando tiene miedo. Pero a mí me hubiera encantado que los adultos pudieran haber reparado en eso. Pero quizás tampoco ellos tenían las herramientas” explica la autora.

Cómo escribir la historia

La escritura del libro se planteó como una investigación. Y Ferrero buscó de miles de maneras que sus padres le contaran las partes de la historia que no entendía, pero no tuvo demasiada colaboración por parte de ellos. Tampoco estaban muy conformes con la escritura del libro. “Yo quería que me contaran por qué. ¿Qué haces tú con una niña que ordena flecos y no le dices qué pasa? ¿Cómo llegas a esa situación? ¿Qué te pasó en tu divorcio para que odies tanto? No obtuve ninguna respuesta porque no la había. Porque ellos no eran conscientes, no tenían las palabras. Pero al transitar esta historia los pude entender mejor”.

Niña

Un camino que no la llevó al furia sino a la certeza de que algunas heridas siempre quedarán abiertas y que los padres, como todos, hacen lo que hacen, lo mejor que pueden. Con más ironía que drama, con más dulzura que rencor, “Los astronautas” nos transportan al cielo para mirarnos a nosotros mismos.

Un fragmento

“A veces pensaba que una parte de mis padres, una parte que yo no conocía, se había extraviado en una larguísima misión espacial. Al regresar a la Tierra la gravedad les había pesado demasiado. Quizás fuera por la fuerza de la costumbre, las expectativas, el peso de los relojes dorados que se pierden con el tiempo. Por la hija que era yo.

Había en ambos, a pesar de su funcionalidad, de su apariencia de personas especialmente capacitadas para los ámbitos más prácticos de la vida, algo que no terminaba de estar presente, que estaba fuera de lugar.

Desde mi posición de hija no pude hacerles señales para que volvieran.

O podía hacerlas, pero no las hubieran distinguido, ocupados como estaban en una misión que yo desconocía.

Quizás la misión era simplemente sobrevivir (pero a qué)”.

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Adriana Lorusso

Adriana Lorusso

Editora de Cultura y columnista de Radio Perfil.

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