“En 1869 Mary Gorman debe haber desembarcado en la carreta tirada por bueyes que solía acercar a los pasajeros. (…) Sin dudas vestía una falda corta que dejaba sus finos tobillos al descubierto, todo un atrevimiento para las reglas de etiqueta argentinas. (…) Caminó afirmada sobre sus botitas atadas con cordones, unos doscientos metros a través del muelle desvencijado. La rodeaba una multitud de changadores criollos e italianos disputándose a los gritos su baúl y su caja de sombreros”. La señorita Gorman, nacida en Ohio y criada en Nuevo México, fue la primera “maestra de Sarmiento” que llegó a la Argentina; el capítulo inicial de uno de los más alocados proyectos del prócer, del que muchos escucharon hablar pero pocos conocen en profundidad.
La ignorancia sobre los pormenores del plan educativo que trajo a 61 maestras estadounidenses al país en el siglo XIX, se debe en parte a la carencia de investigaciones profundas sobre el tema.
Pero un libro recién publicado por el sello Lumen y firmado por la periodista y escritora Laura Ramos, llena este vacío de información. Se trata de una investigación completa, a través de las cartas y diarios íntimos escritos por las docentes, que lleva el título “Las señoritas. Historia de las maestras estadounidenses que Sarmiento trajo a la Argentina en el siglo XIX”.
En el libro, las historias de las maestras se entrelazan hasta formar un fresco vívido y muy entretenido de la vida en la Argentina del 1900; en el que son temas centrales la situación de las mujeres y las condiciones económicas y políticas de un país inmenso y en guerra.
Cómo fue el proyecto
¿Por qué maestras estadounidenses? ¿Qué pretendía Sarmiento con este plan costoso para las arcas del Estado y de difícil implementación?
“Sarmiento estaba fascinado con los Estados Unidos y tuvo una idea digna de su extravagancia: exportar Estados Unidos a la Argentina -explica a NOTICIAS, Laura Ramos-. Él quería traer 2000 maestras jóvenes e insertarlas en el corazón del interior argentino, con la intención de formar colonias. Se imaginaba que se iban a casar con criollos. Pero las que se casaron aquí, lo hicieron con estadounidenses, canadienses e ingleses”.
En 1845, Sarmiento hizo un viaje a Europa y a Norteamérica encomendado por el gobierno de Chile, para investigar métodos educativos que pudieran trasplantarse al país. En los Estados Unidos, descubrió el trabajo de Horace Mann, quien había aplicado las teorías del suizo Johan Heinrich Pestalozzi y que abogaba por una educación pública como base del crecimiento de un estado. Muchos años después, ya muerto Mann, su mujer, Mary; se transformó en la interlocutora de Sarmiento y quien lo ayudó a concretar la idea de contratar maestras para la Argentina.
El objetivo básico era crear escuelas normales de formación, junto con colegios donde pudieran hacer sus prácticas los docentes recibidos. El sueño del ex presidente era que maestras educadas en las mejores escuelas de los Estados Unidos, dejaran su huella no sólo en Buenos Aires, sino también en las principales capitales del interior del país.
La experiencia no fue fácil. Estas mujeres, las mayoría muy jóvenes, tenían que viajar días y días, en carretas, barcos y diligencias, por un país inhóspito, con guerras internas y sin las comodidades básicas a las que estaban acostumbradas. La mayoría tenía que aprender el idioma en cuanto llegaban para poder asumir su puesto. Y se encontraban con obstáculos sociales concretos como las diferencias religiosas: casi todas eran protestantes, en un territorio católico por completo.
Las historias de las 61 maestras, que llegaron entre 1869 y 1898 y que Ramos relata con detalle en el libro, son fascinantes. Desde las que se casaron en la Argentina, se quedaron a vivir y formaron una familia que se afincó aquí para siempre, hasta las que regresaron en cuanto se terminó su contrato; todas dejaron su huella entre nosotros.
“Entre ellas hubo grandes pedagogas, como Mary Graham, que trabajó en San Juan y La Plata; o Juanita Stevens, que enseñó a respetar el saber de los pueblos originarios o Emma Caprile, primera directora de la Escuela Normal Número 1”, explica Laura Ramos.
A la educación local le aportaron ideas completamente nuevas. Por ejemplo, la importancia de la actividad física y de un aprendizaje que tomara en cuenta el contacto con la naturaleza. También, el valor del discusión en clase y el respeto por el bagaje cultural de cada alumno. Además, todas estuvieron a favor de la eliminación de los castigos y de un trato amable y fluido con los estudiantes.
Entre los descubrimientos que hizo Ramos en la investigación para el libro, está el rol que jugó la abuela de Jorge Luis Borges, Fanny Haslam, en la historia de las maestras sarmientinas. Luego de enviudar del coronel Francisco Borges y a cargo de dos niños pequeños, se ganó la vida alojando en su casa de Paraná a las chicas que llegaban para hacer los cursos iniciales de español. También develó la historia oculta de Mary Morse y Margaret Collord, que trabajaron en Mendoza, llegaron a ser dueñas de un finca vitivinícola y que, probablemente, a lo largo de 53 años, tuvieron una relación amorosa condenada por sus familias de origen.
Dos capítulos deliciosos e imperdibles narran, por un lado, los largos viajes en barco -vía Liverpool- hasta la Argentina, donde las chicas se conocían entre sí y se divertían con cenas, juegos y tertulias; y, por otro lado, la aventura de cruzar los Andes en mula, un plan que emprendió un grupo de maestras antes de regresar a los Estados Unidos.
La investigación paso a paso
En un capítulo de su libro anterior, “Infernales, La hermandad Brontë” (Taurus), una biografía de las famosas escritoras inglesas; Laura Ramos contó que la educación que recibió en su familia obstaculizaba el acercamiento a las lecturas típicas de la mujeres de su generación. Hija de Jorge Abelardo Ramos, el ya mítico líder de la Izquierda Nacional y de la militante feminista Faby Carvallo, leer libros como “Mujercitas” suponía para ella entrar en conflicto con sus padres, que no tenían una buena opinión sobre estos textos. Ya adulta, las Brontë fueron la puerta de entrada a ese mundo de lecturas tan deseado en la infancia, mundo en el que se sumergió durante 10 años, a través de una investigación muy seria y profunda. Louisa May Alcott, la autora de “Mujercitas”, podía ser una segunda estación probable para su recorrido por las lecturas infantiles vedadas.
“Fui a Concord, cerca de Boston, donde vivía Louisa May Alcott, para iniciar mi investigación. Concord es un pueblito donde también vivían filósofos y escritores como Ralph Waldo Emerson, Henry David Thoreau y Nathaniel Hawthorne. Hawthorne estaba casado con Sofía Peabody, hermana de Mary Mann, la amiga de Sarmiento. Las Peabody formaban parte del círculo íntimo de los Alcott. Cuando vi el nexo de 'Mujercitas' con Sarmiento dije: 'esto es lo que estoy buscando, vincular la historia patria con mis obras literarias infantiles'”.
Buscando información sobre Mary Mann, Ramos llegó a la investigación de Alice Luiggi, esposa de un ingeniero destinado a la Argentina, que sin ser historiadora, se interesó por las maestras de Sarmiento e hizo muchas entrevistas para conocer sobre sus vidas. Ramos completó la investigación de Luiggi con colecciones de cartas familiares de algunas de las docentes, diarios privados y el testimonio de descendientes de alumnos y amigos de las maestras. Un trabajo que le llevó varios años, sumado al esfuerzo de ensamblar 61 historias en un solo libro.
“Me entusiasmaba la idea de pensar que las cuatro mujercitas podrían haber sido una de estas maestras -concluye la escritora-. Jo March, la protagonista del libro de Alcott, era el tipo de mujer que buscaba Sarmiento. Dinámica, joven, inteligente, culta. Este libro es también un revancha amable y amorosa hacia mis padres. 'Miren, ustedes que despreciaban 'Mujercitas', por ser un libro conservador, ahora verían que esas mujercitas fueron las grandes maestras que trajeron la educación a la Argentina'. Las chicas que leímos ese libro entendimos que había un trasfondo inteligente y feminista detrás de una cobertura rosa”.
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