Quizás otro virus ideológico, y mucho más beneficioso, se propagará y con suerte nos infectará: el virus de pensar en una sociedad alternativa, una sociedad más allá del estado-nación, una sociedad que se actualiza a sí misma en las formas de solidaridad y cooperación global", escribió Slavoj Žižek en su ensayo "Coronavirus es un golpe al capitalismo al estilo de ‘Kill Bill’ y podría conducir a la reinvención del comunismo". En “Kill Bill”, la película de Quentin Tarantino, Beatrix deshabilita al malvado Bill golpeándolo con el golpe más mortal en todas las artes marciales: la técnica del corazón explosivo. Una combinación de cinco golpes con la punta de los dedos a cinco puntos de presión diferentes en el cuerpo, que mientras la víctima no se mueva le permite seguir con vida, pero al dar cinco pasos su corazón explota y cae muerto. La víctima del coronavirus, desde la perspectiva de Žižek, es el capitalismo desenfrenado global.
"El coronavirus perturba cada vez más el buen funcionamiento del mercado mundial. Todo esto no indica claramente la necesidad urgente de una reorganización de la economía global que ya no estará a merced de los mecanismos del mercado. No estamos hablando aquí sobre el comunismo a la antigua usanza, por supuesto, sino sobre algún tipo de organización global que pueda controlar y regular la economía, así como limitar la soberanía de los estados nacionales cuando sea necesario. Los países pudieron hacerlo en el contexto de la guerra en el pasado, y todos nos estamos acercando efectivamente a un estado de guerra médica", continuó Žižek .
Psicodeflación. A pocos kilometros de la Eslovenia de Žižek, un día después, el croata Srećko Horvat difundió un ensayo en sentido opuesto: "El coronavirus no es una amenaza para la economía neoliberal, sino que crea el ambiente perfecto para esa ideología. Pero desde un punto de vista político el virus es un peligro, porque una crisis sanitaria podría favorecer el objetivo etno nacionalista de reforzar las fronteras y esgrimir la exclusividad racial, de interrumpir la libre circulación de personas (especialmente si provienen de países en vías de desarrollo) pero asegurando una circulación incontrolada de bienes y capitales".
En su libro “Black Earth”, Timothy Snyder sostiene que la condición ideal para el florecimiento de regímenes totalitarios son las situaciones de emergencia extrema, donde corre riesgo la supervivencia de todos. Como ya ha dicho Naomi Klein: no hay mejor momento que durante una conmoción para establecer un nuevo sistema de gobierno.
Peter Sloterdijk, dándole una nueva interpretación, afirma que no necesitamos un comunismo, sino un co-inmunismo. Para ello tenemos que inmunizarnos de un veneno mental: el de la divisiones en mutua competencia sea de países, de etnias, etarias, socioeconómicas o de clase.
Sin conexión con Sloterdijk, Paul Preciado la semana pasada escribió: " Comunidad e inmunidad comparten una misma raíz, 'munus', en latín el 'munus' era el tributo que alguien debía pagar por vivir o formar parte de la comunidad. La comunidad es 'cum' (con) 'munus' (deber, ley, obligación, pero también ofrenda): un grupo humano religado por una ley y una obligación común, pero también por un regalo, por una ofrenda. El sustantivo 'inmunitas', es un vocablo privativo que deriva de negar el 'munus'. En el derecho romano, la 'inmunitas' era una dispensa o un privilegio que exoneraba a alguien de los deberes societarios que son comunes a todos. Aquel que había sido exonerado era inmune. Mientras que aquel que estaba 'desmunido' era aquel al que se le había retirado todos los privilegios de la vida en comunidad. Toda biopolítica es inmunológica: supone una definición de la comunidad y el establecimiento de una jerarquía entre aquellos cuerpos que están exentos de tributos (los que son considerados inmunes) y aquellos que la comunidad percibe como potencialmente peligrosos (los demuni) y que serán excluidos en un acto de protección inmunológica. La gestión política de las epidemias pone en escena la utopía de comunidad y las fantasías inmunitarias de una sociedad, externalizando sus sueños de omnipotencia (y los fallos estrepitosos) de su soberanía política. El virus actúa a nuestra imagen y semejanza, no hace más que replicar, materializar, intensificar y extender a toda la población, las formas dominantes de gestión biopolítica y necropolítica que ya estaban trabajando sobre el territorio nacional y sus límites. De ahí que cada sociedad pueda definirse por la epidemia que la amenaza y por el modo de organizarse frente a ella."
Como bien explicó Jaques Derrida, el virus es siempre el otro, lo extraño, el extranjero. Durante la epidemia de la sífilis en 1494 en Nápoles, los ingleses la llamaban "la enfermedad francesa", los franceses "el mal napolitano" y los napolitanos la atribuían a los colonizadores que habían sido infectados por indios americanos. Nada nuevo bajo el sol: para Trump el Covid-19 era el "virus KungFu" o el "virus chino".
Byung-Chul Han creyendo contradecir a Žižek escribió en su ensayo “La emergencia viral y el mundo de mañana”: " Žižek se equivoca. Nada de eso sucederá. Tras la pandemia, el capitalismo continuará aún con más pujanza. Y los turistas seguirán pisoteando el planeta. El virus no puede reemplazar a la razón. Es posible que incluso nos llegue además a Occidente el Estado policial digital al estilo chino. El virus no vencerá al capitalismo. La revolución viral no llegará a producirse. Ningún virus es capaz de hacer la revolución. El virus nos aísla e individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte. De algún modo, cada uno se preocupa solo de su propia supervivencia. La solidaridad consistente en guardar distancias mutuas no es una solidaridad que permita soñar con una sociedad distinta, más pacífica, más justa. No podemos dejar la revolución en manos del virus. Confiemos en que tras el virus venga una revolución humana".
Infovirus. Escribió Franco "Bifo" Berardi: "La política es cada vez más el lugar del no poder, porque la voluntad no tiene control sobre el infovirus. El biovirus prolifera en el cuerpo estresado de la humanidad global. Al encontrarse con el sistema mediático, entrelazándose con la red semiótica, el biovirus ha transferido su potencia debilitante al sistema nervioso, al cerebro colectivo. Pero el efecto del virus no es tanto el número de personas que debilita o el pequeñísimo número de personas que mata. El efecto del virus radica en la parálisis relacional que propaga. Hace tiempo que la economía mundial ha concluido su parábola expansiva, pero no conseguíamos aceptar la idea del estancamiento como un nuevo régimen de largo plazo. Ahora el virus semiótico nos está ayudando a la transición hacia la inmovilidad. Lo imprevisto que hemos estado esperando: la implosión. El organismo sobreexcitado del género humano, después de décadas de aceleración y de frenesí, después de algunos meses de convulsiones sin perspectivas, encerrado en un túnel lleno de rabia, de gritos y de humo, finalmente se ve afectado por el colapso: se difunde una gerontomaquia que mata principalmente a los octogenarios, pero bloquea, pieza por pieza, la máquina global de la excitación, del frenesí, del crecimiento, de la economía".
La polémica entre intelectuales la había comenzado el 28 de febrero Giorgio Agamben en su ensayo “El temor a contagiarse de otros, como otra forma de restringir libertades”: "Parecería que, habiendo agotado el terrorismo como causa de las medidas excepcionales, la invención de una epidemia puede ofrecer el pretexto ideal para extenderlas más allá de todos los límites. Es el estado de miedo que evidentemente se ha extendido en los últimos años en las conciencias de los individuos y que se traduce en una necesidad real de estados de pánico colectivo, a los que la epidemia vuelve a ofrecer el pretexto ideal. Así, en un círculo vicioso perverso, la limitación de la libertad impuesta por los gobiernos es aceptada en nombre de un deseo de seguridad que ha sido inducido por los mismos gobiernos que ahora intervienen para satisfacerla".
Gabriel Markus en su ensayo “El virus, el sistema letal y algunas pistas para después de la pandemia”, aportó: "La palabra 'pandemia' viene del griego antiguo, y significa 'todo el pueblo'. Los virus en general plantean un problema metafísico no resuelto. Nadie sabe si son seres vivos. La razón es que no hay una definición única de vida. En realidad, nadie sabe dónde comienza. ¿Para tener vida basta con el ADN o el ARN, o se requiere la existencia de células que se multipliquen por sí mismas? No lo sabemos, igual que tampoco sabemos si las plantas, los insectos o incluso nuestro hígado tienen consciencia. ¿Es posible que el ecosistema de la Tierra sea un gigantesco ser vivo?".
Una reflexión final de Žižek: "Tal vez solo la realidad virtual se considere segura, y moverse libremente en un espacio abierto estará restringido a las islas propiedad de los ultra ricos. Pero incluso aquí, a nivel de realidad virtual e internet, debemos recordar que, en las últimas décadas, los términos 'virus' y 'viral' se utilizaron principalmente para designar virus digitales que estaban infectando nuestro espacio web y de los cuales no nos dimos cuenta, al menos hasta que se desató su poder destructivo (por ejemplo, de destruir nuestros datos o nuestro disco duro). Lo que vemos ahora es un retorno masivo al significado literal original del término: las infecciones virales funcionan de la mano en ambas dimensiones, real y virtual".
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