***** Buenos Aires Ballet (BAB), compañía creada por Federico Fernández, ofreció la segunda gala de un ciclo de tres con un repertorio que abarcó múltiples estilos. Clásico, contemporáneo, neoclásico, tango, fueron abordados por un grupo de bailarines del Teatro Colón, del Teatro San Martín e independientes con un excelente nivel interpretativo.
Federico Fernández se convierte en una especie de ‘curador’ de cada programa. Cada número es una sabrosa viñeta, que va perfeccionando el producto final. Además, en todos los encuentros hay espacio para la creación nacional, incluso por encargo específico del BAB.
En “Espartaco”, la refinada línea de Lucía Giménez, su dulzura y lirismo, fueron complementados por la vigorosa personalidad de Nahuel Prozzi. Una vez más se vio “Identidad” de Julieta Zabalza, reveladora de su rico universo interior. De “Chopin Nº 1” de Mauricio Wainrot se ofreció el segundo movimiento, concebido como un extenso dúo, anticipando la última actuación de la consagrada Sol Rourich, una de las grandes figuras del Ballet del San Martín, que se retiró el pasado jueves.
Lo ultra clásico vino de la mano del ‘pas de deux’ de “Diana y Acteón”, bailado con gran bravura y virtuosismo por Rocío Agüero y Jiva Velázquez. “Ba-babadup-ba” -un dúo para ver una vez por semana- trajo todo el ritmo de los brillantes Emanuel Abruzzo (autor de la coreografía) y Julieta Zabalza.
El ‘pas de deux’ de “Carmen” tuvo excelentes traductores en Federico Fernández y Sofía Menteguiaga. Ensayada vía Zoom con la legendaria estrella del Ballet de Stuttgart Marcia Haydée, la pareja logró la interpretación exacta de los personajes.
Menteguiaga y Fernández tuvieron a su cargo el final, con el estreno de “Piazzolliana”, obra de Micaela Spina: hubo entrega, lirismo, pero también brillo y destreza en este homenaje al compositor marplatense en su 100º aniversario, que desató una ovación de cierre, celebratoria del regreso triunfal de la danza a los escenarios porteños.
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