El recientemente fallecido Raúl Baglini acuñó una de las máximas de la era democrática moderna en Argentina: cuando más se está cerca de acceder al poder, más racionalidad se imprime a las propuestas. La otra a la que el ex legislador mendocino hubiera adherido, es que los años impares, para los gobiernos de todos los estratos, no es el indicado para realizar ajustes. El año que comenzó, impar y por lo tanto electoral, desafiará estas dos restricciones de fierro para el universo político. Luego de un año de pandemia, la economía arranca 2021 con distorsiones en sus principales variables que piden pista para encontrar su equilibrio:
INFLACIÓN
El gran desafío para la política económica en 2021. La foto del año que terminó parecería un éxito si se compara con la inflación de 2019: 36% anual vs 54%. Pero las cuarentenas prolongadas cerraron actividades, se justificaron controles de precios y hubo congelamientos de tarifas. Además, tres de las poleas que multiplican los precios estuvieron a media máquina: el dólar oficial, pisado; no hubo paritarias por sobre la inflación por el gran desempleo y los precios de los combustibles recién en octubre retomaron su ritmo habitual.
Durante el segundo trimestre, el IPC aumentó a razón de 1,5% mensual, luego subió otro escalón a 2,5% y el último trimestre arrojó un 3,5% promedio. Las últimas estimaciones de diciembre orillan el 4% mensual, por lo que anualizado daría 60%... y con precios aún bajo control. La misión será la de aliviar presión al mercado para no agudizar los desequilibrios relativos, cosa que dependerá, además, de otras variables.
PBI
La caída estaría, finalmente, para los analistas privados, más cerca del 13% para estos 12 meses que el 10% previsto por los organismos internacionales. Un efecto letal de la pandemia para una economía que ya tenía pies de barro a tener que adoptar medidas de emergencia. Pero el año arrancará sí o sí con recuperación: luego de tres años de caída consecutiva del producto, el rebote es lo más lógico. Claro que también la pandemia podría rebrotar antes del invierno, como pasó en el hemisferio Norte y obligaría nuevamente al cierre de actividades. Por si acaso, el Banco Mundial redujo las expectativas de crecimiento para la economía argentina de 5,5% a 4,9%. Una vacunación masiva y efectiva y un control de los agujeros negros económicos podrían acortar la compensación de tanta recesión.
DÓLAR
Una luz siempre encendida en el tablero oficial. Un clásico a la hora de plantear interrogantes, pero también de la difícil tarea de ofrecer respuestas consistentes. El dólar en sí dice poco: más que una causa de desbarajustes es el efecto de desequilibrios en el sector monetario y también en las cuentas públicas que no terminan de cerrar. El control de cambios adoptado evitó una corrida cambiaria, pero a costa de operaciones con bonos dolarizados y es un partido complicado para jugar sin reservas líquidas. La liquidación de la cosecha gruesa a partir de marzo y el aumento del precio de la soja podrían aliviar la presión, pero el año electoral podría complicar el balance energético y el drenaje de divisas.
FINANZAS PÚBLICAS
El año terminó con una buena noticia: el efecto positivo de la reactivación sobre la recaudación impositiva (+38% en diciembre 2020 vs 2019) pero el anual arrojó 32%, o sea ni siquiera emparejó la inflación. El año pasado también se votaron nuevos impuestos, algunos para la tribuna, como el “aporte solidario” y otros más efectivos: retenciones, no aumento de mínimos imponibles y actualizaciones por demás generosas de los impuestos locales. Pero el colchón puede socavarse con tres cuestiones a tener en cuenta: más subsidios a las empresas de servicios públicos por razones electorales, un aumento en el gasto sanitario si la pandemia no cede y la persistencia del IFE o medidas de emergencia social similares.
ACTIVIDAD ECONÓMICA
La pandemia hizo estragos en la actividad, pero no fue para todos los sectores igual: mientras unos desaparecieron literalmente del escenario, otros sobrevivieron como pudieron y un pequeño grupo se fortificó. Recién en noviembre, tuvo un pequeño salto positivo con respecto al mismo mes del año anterior: el primero en casi un año y medio. Así, la comparación interanual de 2021 fácilmente será positiva, sobre todo considerando los sectores que tienen capacidad ociosa para aprovechar el tirón de la demanda. Pero con la caída de la inversión de la última década (16% promedio y un mísero 13% para 2020) podrían generarse cuellos de botella y diluir el efecto rebote. La exportación podría ser un motor adicional, pero habrá que ver la evolución del tipo de cambio real y el tratamiento impositivo.
INGRESOS
Las paritarias de 2020 fueron desiguales, ajustaron en general por debajo de la inflación y la recuperación que las expectativas aguardan para el año que comienza difícilmente podrá cumplirse. El contexto de desempleo, cierres de empresas y caída de ventas, no es el mejor para actualizar salarios. Tampoco el Estado como empleador, con recaudación impositiva por debajo de la inflación, sin crédito y con la amenaza de un gasto sanitario extra, podrá abrir la billetera. También para los jubilados: la nueva fórmula de ajuste de un sistema que cruje en su estructura, los ata más a los sueldos, que suben por la escalera que, a los precios, que lo hacen por el ascensor, Perón dixit.
SOCIAL
La pobreza en su nivel récord en casi 20 años, el desempleo creciendo aún con un portafolio de planes de emergencia disponibles, obliga a poner el foco en este segmento justo en un año electoral y especialmente en el mercado informal de los grandes conglomerados urbanos, el más castigado por las cuarentenas. Correr para alcanzar una inflación en alza será una misión difícil. Quizás, sí hay espacio para política focalizadas en sectores más vulnerables: niñez, jefas de hogar o el sistema de red social en los cordones suburbanos.
Este es el panorama económico que asoma en este año tan singular. Muchos desafíos, pero la política, una vez más, querrá tener la última palabra. ¿Podrá?
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