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ECONOMíA | 11-07-2021 11:32

Informalidad, el lado oscuro de la economía

La crisis retroalimentó un circuito de actividad económica subterránea, precariedad y pobreza.

Por décadas, la economía argentina convivió con la actividad informal. A veces tolerándolo, otras intentando ignorar, pero también, en un giro peculiar, no sólo poniéndolo sobre la mesa sino institucionalizándolo.

Los sociólogos entendieron que la vieja tradición de tolerancia al contrabando colonial fue mutando en la coexistencia de dos economías que en realidad era una, pero con un lado oficial y otro más o menos clandestino.

Para el tributarista César Litvin “cómo es una actividad subterránea es difícil tener precisión, pero en los últimos años se estimaba en un 33% de toda la actividad y ahora está rondando el 40%”. Este avance del segmento informal puede tener varias explicaciones muchas veces concurrentes o también que se retroalimentan y potencian su resultado. Una economía más “negra” implica la existencia de sectores enteros y de buena parte de la población que trabaja en la precariedad y un fisco que tiene problemas para poder cerrar sus cuentas.

La economista Marina Dal Poggetto entiende que esta desconexión terminó en un fracaso colectivo tremendo: “multiplicar por 20 la pobreza en la sociedad mientras se perdían oportunidades de hacer sostenible un proceso de crecimiento. Claro que no hubo intencionalidad porque todos están de acuerdo con bajar la pobreza, pero cuando se mira el magro resultado, se concluye eso”, sentencia.

Los resultados de esta informalidad creciente son contundentes. El sociólogo Eduardo Donza, investigador del Observatorio de la Deuda Social Argentina (UCA), explica que la precariedad laboral es el hilo conductor inmediato con la pobreza. “Antes los ingresos no laborales eran el 15% del total y ahora es el 20% para toda la población, que incluyen jubilaciones y pensiones”, afirma, con datos que corroboran que lo que hubo una caída general en los ingresos de toda la población. También derriba un mito, que en las familias más pobres no hay retribuciones por trabajo. “Hasta en los hogares de menores ingresos, la mitad siguen siendo laborales y los que viven 100% de los subsidios son relativamente pocos”, agrega. Si no mejoran los ingresos laborales, sostiene, se podrá ayudar a salir de la indigencia, pero no de la pobreza. La clave, entonces, para cortar este círculo vicioso, es la de generar más puestos de trabajo formales o “de calidad”. Según las estimaciones del Observatorio, la indigencia que en sus mediciones es del 10%, hubiera llegado al 28% de la población general si no fuera por los planes y ayudas sociales.

La foto. Al respecto, la última Encuesta Permanente de Hogares muestra que el 32% de los trabajadores son “precarios”, que se define con claridad: los que no hacen aportes previsionales.  Sin embargo, a este porcentaje también se deberían agregar dos grupos que formalmente sí los devengan (pagarlos ya es otro paso) pero que puede ser visto como una forma de encubrir la informalidad: parte de los monotributistas y los que fueron expulsados en el mercado laboral durante el último año. Se calcula que hay casi 700 mil personas que aún no recuperaron su empleo informal pospandemia.

Nuria Susmel, economista senior de FIEL, los trabajos menos productivos no están registrados porque los ingresos de la actividad deberían permitir generar suficientes ingresos como para poder afrontar, además de los consumos familiares, el monotributo. “Todos los trabajos de supervivencia y los que hoy conocemos como economía popular tienden a ser informales, aunque algunos llegan a estar registrados bajo programas gubernamentales lo que tampoco implica que sean productivos”, explica.

En el contexto regional, la informalidad laboral argentina, así entendida, está en la mitad de tabla. No es de los países tradicionalmente con más actividad subterránea pero tampoco está entre los que mejor rankean (Chile y Uruguay). Además, la pandemia logró un efecto paradójico: con una caída del PBI cercana al 10% y una merma aún mayor en los sectores tradicionalmente más informales, el empleo registrado sólo subió del 11% al 13% en el pico de la crisis. El fuelle fue el empleo en negro por las actividades que se desplomaron vinculadas al comercio y la movilidad.

La economía negra implica trabajo informal, aunque no es tan claro que todo empleo informal corresponda a la economía negra”, aclara Susmel. Señala que, así como hay sectores formales con negocios formales (registrados, que pagan impuestos) pero que tienen parte de sus empleados sin registrar en una forma de poder bajar costos.

La crisis económica con alto impacto social de los últimos años se pudo ver visualizada en un crecimiento de la pobreza casi simétrico a la caída en los ingresos, mientras que la distribución del ingreso, desde 2016 a la fecha, se mantuvo en los mismos valores. Estas son parte de las conclusiones a las que llegó Leopoldo Tornerolli, economista del CEDLA, de la Universidad Nacional de La Plata. Es decir: el efecto de tantos meses de recesión impactó en una baja general de los ingresos sin alterar los posicionamientos relativos. Pero también advierte que, de mira al futuro, si en los próximos años Argentina pudiera crecer a una tasa del 3% anual (venimos del 0,5% de promedio para la última década) la pobreza bajaría del 42% al 29%, sin alterar la distribución del ingreso.  Cuanto más se aleje de esta tasa de crecimiento (hoy casi utópica), más lento será el proceso y más se enquistarán los bolsones de pobreza e informalidad de la economía.

La salida. Las alternativas para revertir este proceso que se retroalimenta no tiene objetivos de corto plazo, porque, como bien señalaba Donzo, no se soluciona con políticas laborales sino productivas. En todo caso, dice, “las políticas laborales pueden agravarlo o entorpecerlo”, por la sencilla razón que el gran empleador en Argentina es la empresa micro pyme, que ocupa al 50% del total. Allí, buena parte de su actividad está en la informalidad debido a las rigideces del mercado laboral, la incertidumbre general y por la carga impositiva con la que ahoga su tarea diaria. En el análisis Doing Business del Banco Mundial, una empresa argentina paga el 106% de su utilidad en impuestos de todo tipo. “Si se quiere aumentar el empleo formal hay que bajar los costos, disminuyendo la carga tributaria, de la burocracia y costos laborales, las tarifas, mejorar la infraestructura para bajar los costos del transporte, entre otros”, agrega. Aumentar la productividad de la mano de obra, que con los parámetros actuales implica incorporar mayor capital humano mejorando la educación y su empleabilidad.

A diferencia de otras variables económicas, las personas siguen realizando actividades para poder vivir. Por lo tanto, la inmovilidad acentuará este retroceso del empleo formal y la legitimación de la informalidad como la nota distintiva en materia económica. Pero como lo económico no es una parte, sino un aspecto de la vida social, acentuará la fragmentación social y política. Más grietas que se retroalimentarán.

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Tristán Rodríguez Loredo

Tristán Rodríguez Loredo

Editor de Economía.

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