Martín Guzmán volvió a la Argentina después seis años estudiando y trabajando en universidades de Estados Unidos con el rótulo de experto en deuda. Venía para renegociar la pesada herencia que había dejado Mauricio Macri. Y lo logró. Consiguió un insospechado 99% de adhesión al canje de los bonos emitidos con legislación extranjera, clave para evitar litigios de sentencia segura contra la Argentina en Nueva York o Europa. En el medio de los largos meses de negociación, muchos acreedores y analistas presagiaban el desastre, y no fue así. Guzmán consiguió su objetivo, claro que después de ceder bastante de lo que había prometido en un principio.
Guzmán había dicho que la Argentina solo podía pagar 39,70 dólares por cada 100 adeudados. Que si ofrecía más estaba prometiendo algo imposible de pagar. Algo que implicaría el sacrificio de los jubilados y de los más pobres. El FMI lo apoyaba, total la quita la asumían los grandes fondos de inversión internacionales que se deslumbraron con Macri en 2015 y que perdieron su confianza en él apenas tres años después. Pero esos fondos, incluido el más grande del mundo, BlackRock, accionista de las grandes empresas y bancos del planeta, no aceptaron el trueque y forzaron a que Guzmán ofreciera más. Terminó acordando por 54,80 dólares, un 38% más que en un principio. Claro que el ministro podrá decir que el país pagará 45,2% menos de lo que había heredado de Macri y tendrá que afrontar pocos pagos de deuda en los primeros años, de modo tal de ganar aire para recuperar una economía estancada desde 2012, en declive desde 2018 y hundida por la pandemia.
Apenas cerró el pacto con BlackRock, Guzmán comenzó a fortalecerse dentro del Gobierno. Atrás quedaron los rumores de que lo iban a despedir. Alberto Fernández nunca los atizó: él y Cristina Kirchner siempre le han tenido confianza. Desde entonces le ganó la pulseada interna al presidente del Banco Central, Miguel Pesce, que quería eliminar el cupo mensual del dólar ahorro. También se quedó con la Secretaría de Energía, que antes manejaba el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas. Ahora, con la aprobación del 99%, su figura se agranda más, es el Súperguzman.
Sin embargo, el ministro y la economía argentina afrontan muchos desafíos por delante. Para empezar, el mayor compromiso de pagos que aceptó Guzmán ya ha llevado a que algunos analistas en Wall Street consideren que la quita ha sido insuficiente para evitar que en el futuro la Argentina caiga en el décimo default de su historia. El país tendrá que crecer más de lo esperado por los cálculos iniciales de Guzmán y el Fondo para cumplir con la deuda dentro de unos años. Y en el corto plazo, la Argentina afronta los retos de reactivar la economía, atender a las empresas y las personas afectadas por la crisis actual, revertir los inmorales índices de pobreza e indigencia, a la vez que cambia el financiamiento del déficit fiscal (menos emisión monetaria, más endeudamiento pero sin los excesos de Macri), se reduce ese rojo y se consiguen más dólares con exportaciones y sustitución de importaciones.
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