Tuesday 24 de September, 2024

EMPRESAS Y PROTAGONISTAS | 21-08-2023 09:44

La abogacía como herramienta de pacificación

Por Fer Leiva. Autora de “Abogar es pacificar”. @mferleiva – Espacio Leiva®

Este tiempo presente nos ofrece el desafío de volver a enfrentar una nueva crisis y casi por añadidura, una escalada de violencia que pareciera no tener fin en una sociedad cada vez más desesperanzada.

Asistimos a diario a un sinfín de conflictos de toda índole, en los cuales la agresión para vencer al contrincante pareciera ser el único recurso disponible.

Es imposible vivir sin conflictos; por definición, el hecho de ser personas diferentes con distintas miradas sobre todo cuanto sucede nos coloca siempre frente a la alternativa de comprender esa diversidad y desde allí plantear el disenso o bien, ir en búsqueda de la posesión del monopolio de una verdad que aplaste la perspectiva ajena.

Vale decir, el problema no son los conflictos sino el modo de abordarlos y la postura que elijamos tener frente a los mismos.

Cuando los conflictos son jurídicos, aparece la Justicia como recurso para que un tercero dotado de la autoridad pertinente otorgue la razón a una de las partes del litigio, como consecuencia de lo que se haya podido probar en un expediente en el cual se busca solo una verdad formal, es decir, la que surge de las fojas de un juicio. Esto, en modo alguno implica que, en todos los casos, esa verdad formal represente cabalmente todas las aristas de aquello que sucedió en los hechos reales.

Va de suyo que las sentencias no contemplan las visiones de cada una de las partes intervinientes. Hay un ganador, un perdedor y punto, lo cual no siempre trae paz ni soluciona la raíz del conflicto.

En tanto el Derecho ordena los elementos fácticos de la vida en sociedad, resulta imprescindible encontrar opciones que permitan lograr un juego armónico con la realidad social de cada momento histórico.

Sostenemos, como conjunto, un descreimiento compartido en relación a la eficacia del sistema judicial como órgano encargado de impartir justicia, vale decir, de definir en cada caso puntual por dónde pasa el sentido de lo justo.

Sin embargo, no hacemos nada por modificar una ineficacia que nos priva del derecho básico de poder acceder a una justicia que funcione.

Nos hemos transformado en un pueblo sufriente que descree de la justicia pero que no logra generar alternativas creativas fuera de la queja reiterada en relación a un status quo que no nos animamos a modificar.

Entendernos como protagonistas de esta realidad social compartida y, a la vez, de nuestros propios destinos individuales nos interpela a asumir que así como somos los constructores de los conflictos que nos tienen por parte, también somos responsables del modo que elijamos para resolverlos.

Está claro que hay muchas situaciones que excluyen cualquier posibilidad de gestión extrajudicial; sin embargo, muchísimas otras son plausibles de ser resueltas mediante alternativas extrajudiciales de resolución de conflictos.

Es hora de exigir que desde el Estado se tomen las medidas necesarias para que el Poder Judicial, en todas sus instancias y fueros, sea efectivamente un órgano idóneo para garantizar tanto la protección frente a la vulneración de derechos como la sanción para quien incumple las previsiones legales.

Concomitantemente con ello, esta invitación a tomar una  participación activa en la cosa común implica, no solo abandonar la espera de una solución mágica ajena a nuestra intervención sino que, a la vez, genera el espacio necesario para  hacernos responsables de la creación de alternativas que ofrezcan soluciones a los conflictos antes que éstos se conviertan en litigio.

La gestión extrajudicial no va en desmedro del contenido jurídico del asunto en cuestión, sino que contrariamente, genera más opciones para ampliar las posibilidades del efectivo ejercicio de derechos y cumplimiento de obligaciones.

Asumirnos como protagonistas del uso de los derechos que tenemos garantizados en los diversos cuerpos normativos implica soltar la queja en relación a un sistema judicial que funciona deficientemente y pasar a la acción, no para hacer justicia por mano propia, sino para frenar una escalada de violencia que necesita pacificación.

En la medida en que el Poder Judicial no sea de fácil acceso para todos los habitantes del suelo argentino, que las causas judiciales sigan teniendo una tramitación lenta, que las respuestas continúen llegando muchos años después del momento en el cual se produjo el hecho objeto de la acción y que el descreimiento hacia las decisiones judiciales sea moneda corriente, difícilmente existirá una efectiva protección de los derechos que creemos tener garantizados dado que sin una justicia rápida, eficaz y accesible para todos, los derechos amparados en el plexo normativo se transforman, no sólo en letra muerta sino en una falacia imperdonable en un Estado de derecho.

La realidad argentina actual necesita de un cambio de paradigma tanto en el modo de pensar el Derecho como en la forma de ejercer la abogacía.

Las sentencias resuelven litigios pero no llevan una una solución de fondo al conflicto en cuestión, dado que el aspecto emocional no es abordado ni se consideran los intereses y las necesidades en juego debajo de las posiciones legales que cada parte argumenta.

Es hora de animarnos a colocar el Derecho a la altura de lo que la sociedad necesita lo cual equivale a promover un cambio de postura que permita movernos del lugar del litigio para empoderarnos de una zona mucho más rica en posibilidades de gestión, un lugar que trae consigo oportunidades acordes a las necesidades específicas de cada caso y que, por lo tanto, permite encontrar soluciones creativas y creadoras de otra manera de ejercer la abogacía.

La sociedad no necesita paladines que salgan a ganar una cruel pelea sino a profesionales empáticos que sean capaces de tener la versatilidad suficiente para difundir el alcance y contenido de los derechos enunciado en la normativa vigente, generar la confiabilidad necesaria para ser acompañantes efectivos en el acceso a una justicia cada vez más lejana y, a la vez, proponer alternativas eficaces para resolver conflictos jurídicos a través del uso de recursos extrajudiciales.

La realidad actual demuestra que el conocimiento de la norma, pese a ser condición necesaria para el ejercicio profesional, no es –sin embargo- condición suficiente.

Este abandono del antiguo significado asociado al verbo abogar coloca a los profesionales del derecho en un lugar vinculado a la gestión de las emociones, la negociación efectiva, la escucha empática y eficiente, la búsqueda de los reales intereses de las partes y la promoción de métodos alternativos que brinden el contexto idóneo para abordar los conflictos jurídicos.

Vivimos tiempos violentos que nos enfrentan al desafío de reemplazar las victorias judiciales por construcciones conjuntas en las que sea posible trabajar para elaborar acuerdos que contemplen los intereses de las partes, eviten costos colaterales innecesarios y representen soluciones adecuadas para cada situación específica.

Somos protagonistas de una era que exige abandonar la confrontación estéril para crear espacios de pacificación en los cuales el derecho está llamado a  cumplir con una nueva forma de acción.

 

por CEDOC

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