El ser humano es invaluable. Todos y cada uno de nosotros somos invaluables. Sin embargo, nuestra forma de relacionarnos con el entorno nos lleva a ponerle valor a las cosas y a las personas.
Es así como en la educación tradicional, se evalúa a los estudiantes en base a su capacidad de adquirir y asimilar los conocimientos básicos preestablecidos, sin tomar en cuenta que no todos tenemos las mismas capacidades. Como resultado, una persona puede sentirse “menos” que otra, por el simple hecho de no comprender algo.
Si calificamos a un pez por su habilidad para trepar un árbol, seguramente diremos que es “incapaz” de hacerlo, al igual que si calificamos a un mono por su capacidad para nadar, diremos que el pez es superior.
De la misma manera, una persona puede tener una gran facilidad para las matemáticas y ser pésimo dibujando, mientras que otra puede tener excelentes condiciones para el dibujo, y no poder hacer una cuenta mental. Valorar a uno u otro por su incapacidad para realizar algo, en lugar de entender cuáles son sus habilidades, podría llevar a que esa persona se sienta inferior, afectando directamente su autoestima.
La pregunta que cabe hacerse entonces es: ¿estamos realmente calificados para evaluar de manera efectiva a los demás? Y sumando a este concepto, ¿somos conscientes de cuál es nuestro valor real?
Un cuento citado por Mario Alonso Puig aborda este concepto de manera excelente. En dicho relato, se describe una situación en la que un chico justificaba que los demás lo pensaran, lo sintieran y actuaran con él, como si fuera de poco valor. Un día comienza a cuestionarse esto y recurre a la ayuda de un sabio, que le propone, a cambio de su ayuda, la tarea de vender un anillo de oro por dos monedas de oro.
El niño emprende la tarea, pero se encuentra con personas que no están dispuestas a pagar ese precio, aduciendo que es un precio excesivo. Desilusionado, vuelve al sabio, quien le sugiere buscar la ayuda de un experto en anillos. Cuando el chico le muestra el anillo al experto, éste le ofrece no dos, sino cincuenta monedas de oro.
Con la buena noticia vuelve al sabio, quien reflexiona: “en la vida, hay que preguntar a los que saben”.
De igual manera que con el anillo, si queremos encontrar nuestro verdadero valor, no nos debemos guiar por “el mercado”. La clave está en desafiar la regla y potenciar nuestras habilidades. De hecho, cuando pensamos en ejemplos de personas que se destacan o destacaron en algún ámbito específico, vemos que el logro radica en haber focalizado el esfuerzo para desarrollar sus fortalezas dejando a un lado sus debilidades.
El eje de la cuestión está en conocernos a nosotros mismos. En este sentido, existen muchas formas de hacerlo, siendo el “mindfulness” una herramienta muy poderosa para lograrlo.
Esta técnica se focaliza en el presente. Las preocupaciones por el pasado y el futuro dan paso a una conciencia avanzada del "ahora", que incluye la conciencia de los sentimientos, las sensaciones y el entorno. Como resultado, no solo se logra una mejora en la salud mental, disminuyendo la ansiedad, previniendo la depresión, aumentando la concentración e incrementando la satisfacción corporal, sino que se consigue una plena consciencia de uno mismo que ayuda a entender cuáles son nuestras habilidades y fortalezas, logrando de esta manera, ser nuestra “mejor versión”.
Los ejercicios básicos de esta técnica incluyen el tomar conciencia de nuestro ser a través del reconocimiento de nuestras sensaciones físicas y nuestros pensamientos, para luego focalizar la atención en nuestra respiración y en el entorno que nos rodea. La respiración consciente consiste en llevar la atención al cuerpo, que sirve de ancla, dejando que la mente divague con naturalidad. Luego, al notar la distracción, se debe regresar la atención al cuerpo. Esta simple práctica, realizada de manera rutinaria, nos permitirá conocernos más profundamente, dando paso a una conciencia extrema de nuestro ser.
Ellen Langer, autora de “Atención plena” afirma que “Cuando crees que sabes cosas, dejas de prestar atención” y, en consecuencia, pierdes oportunidades. Según ella, todo está cambiando todo el tiempo, y si percibimos cierta estabilidad en el mundo que nos rodea es porque estamos cayendo en una trampa de nuestra mente. “Cuando empezamos a mirar las cosas familiares como si fueran nuevas, todo se vuelve más interesante”.
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por CEDOC
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