Independientemente del momento en que esta nota sea leída, siempre, muy a pesar de muchos, habrá personas que se desconocen, punto al que llegan cuando la situación es absolutamente incomoda e insostenible: sin palabras, tristes, con miedo, agotados, vacíos, desesperanzados, aislados, oprimidos. Así, de esa manera, con fastidio y mucho esfuerzo, tratan de llevar adelante su vida, y cuando encuentran lugares especialmente creados para el alivio, la mejora y el desarrollo como los consultorios psicológicos empiezan a intentar quitarse de encima su pesar. Aquello puede resultar violento, torpe, y sospechado de desconocido, aunque con seguridad de términos y escenificaciones se descubren estorbados por hechos que en su desesperanza sienten propios, internalizados.
Entonces se convierten en expertos interpretadores de su situación: nadie tiene más claro que cada uno sobre lo que le sucede y es difícil encontrar personas que frente a todo aquello no quieran mejorar su estado, enfrentarlo mejor y con herramientas recursivas. Sin dudas, la razón de esa maraña de sentimientos tiene una causa sobresaliente. Es que estos sujetos, sometidos, se encuentran y presentan así por estar siendo violentados, atropellados: a través de las palabras, las provocaciones indirectas, el dinero, las amenazas, el acoso o por supuesto la violencia física de por lo menos alguien de su entorno. De esto cada quien sabe reconocer que le toca.
Al respecto dice y detalla la sintomatología con mayor precisión el manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales, que sirve de fuente de consulta para cualquier proceso de evaluación psicológica. Puntualmente afirma que se está en presencia de personas que pueden estar siendo maltratadas, han visto en otros ese tipo de vinculaciones, enterado que a un conocido o familiar le ocurrió, o en el rol de espectadores repetidos de cómo otras personas se exponen a duros episodios, lo cual le puede generar tanto desgaste como si se tratara de sí mismo. Además, toda esa vivencia produce en los dañados recuerdos de tragedias, pesadillas, regresiones al suceso que es imaginado peor de lo que fue, y malestar frente a personas o hechos que se le parezcan.
Sin embargo y a pesar de la evidencia, no resulta siempre fácil saberlo de boca del mártir, ya que entre sus pares evita recordar, pensar en el hecho, individuos o estados que le despierten el mismo recuerdo, confiar en alguien, o dejar de considerar el mundo un sitio peligroso, donde solo lo malo le va a pasar. Sin embargo un ojo experto o conocido puede notar como pierde el interés en sus actividades, aislándose, y sin disfrutar de sus logros diarios.
También sucede que en general la gente se topa con los damnificados y quizá sin decirlo piensa algo de lo siguiente: ¿porque estará así de irritable, con comportamientos dañinos, mirando repetidas veces detrás y a sus costados, exageradamente sobresaltado, ausente y desconcentrado, serio, o sin parecer descansar?.
Todas esas preguntas tienen un origen troncal: pocas situaciones se vuelven tan inhibidoras para los destinos de alguien que ser víctima de violencia y padecerlo como tal. Se suma el hecho de que muchas veces se vive precariamente y no es fácil escapar ni renunciar rápidamente al trabajo o irse a otra vivienda, a lo que le debemos sumar las crisis de oportunidades múltiples, o los bajos ingresos que permitan cambios abruptos, y quizá también poco amor propio: el deterioro en lo social, laboral e intelectual puede llegar a ser total en estos casos, a tal punto entonces de trastornar.
Definitivamente resulta imposible que pueda alguien ser tan fuerte o contar con recursos diarios como para soportar sin traumas contextos de tamaña severidad diaria que lo ensombrecen, desgastan, absorben y le significan de pronto el más importante impedimento, que no es único, del que salirse y al cual vencer. Porque claro está que, además de este serio problema, del acosador, de las trampas constantes, de la negación al dinero propio; esta el desarrollo y las expectativas imaginadas; la carrera universitaria, el futuro de los suyos, sin olvidar de la claridad y tranquilidad necesaria como para poder ver qué pasos son los convenientes para la etapa que se viene, y poder elegirla libremente.
Es oportuno decir antes de continuar que la descripción es desoladora porque de no presentarla así, si se minimizara algún detalle; sorteando aspectos importantes de la ética profesional; se corre el peligro de evitar remarcar una y otra vez que el escoyo debe ser urgentemente sorteado. Además, bien saben los perjudicados, lo escrito hasta ahora no alcanza para graficar la realidad de alguien entrampado en este tipo de situaciones.
Entonces: ¿Que debe hacer la persona dañada a diario frente a esta confusional encrucijada ?. Es bueno aclarar al respecto que esta no es el lugar donde se vayan a encontrar consejos ni parecidos. Sin embargo la primera decisión a tomar exclusivamente en el plano psicológico es la búsqueda de ayuda de un profesional, manera en la cual el paciente diciendo con ese otro va a ir encontrando por si mismo soluciones. Del mismo modo y de ninguna manera ir detrás de ningún plan que no incluya solo escapar, seguir y olvidar por completo, aceptando esta etapa como extraviada. De esa forma, las muchas personas que están conviviendo con su victimario, o que tienen que estar con ellos varias horas al día irán cambiando el foco de sus preocupaciones y andarán nuevos caminos.
Puntualmente un nuevo departamento, barrio, trabajo, pareja, compañeros, la vuelta transitoria a casa de mama o la expulsión definitiva del agresor. Entonces, esa decisión de resguardar la integridad de sí mismo y la de los que ama dejará nuevas destrezas, crecimiento personal y altos niveles de percepción y reconocimiento del peligro. Debe darse el espacio para considerar que no hay más oportunidades que dar a los victimarios cuando el perjuicio llegó a niveles tan altos: hubo promesas de cambio, súplicas gentiles, y siempre el mismo daño. Por eso hay que tener presente que aquello de cambiar personas pertenece a los ámbitos profesionales, y ni siquiera de eso se trata directamente.
Por otro lado y para finalizar esta presentación es oportuno citar algo a tener en cuenta, dentro de lo institucional y para el caso de sujetos con cargo, que también pueden estar siendo víctimas, pero mas como responsables de sus organizaciones: existen protocolos de acción con los que trabajan los psicólogos institucionales para ayudar a evitar que estas situaciones de abuso sucedan, y entonces imposibilitar aceptar como cotidiano o natural lo que es inadmisible.
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