Terminaste de trabajar, cerraste la computadora, pero la mente sigue abierta. Durante la cena aparece el mail que quedó pendiente. Al acostarte, repasás reuniones del día siguiente. En la madrugada, mirás el celular “solo un segundo”, y hasta cuando estás de vacaciones tratás de estar al pendiente de lo que sucede en la oficina, convenciéndote con la idea de que “si lo voy viendo no se me acumula tanto cuando retomo”.
Este funcionamiento es una de las formas más frecuentes —y más normalizadas— de la ansiedad de alto rendimiento.
A diferencia de las representaciones más conocidas, esta ansiedad no suele manifestarse como una crisis evidente. No hay escenas dramáticas ni colapsos visibles. Se presenta de manera prolija: personas organizadas, responsables, siempre disponibles, que cumplen con todo lo esperado. Todo, excepto con sus propios tiempos de descanso y cuidado.
Se expresa en gestos cotidianos: revisar el mail a última hora “por las dudas”, responder mensajes mientras se comparte tiempo con otros, llevar el celular incluso a espacios que antes eran de pausa. Sin darnos cuenta, se vive en un estado de alerta permanente.
Te proponemos pensar que la diferencia es sutil pero fundamental. El compromiso nace de una elección. La urgencia constante, en cambio, suele estar sostenida por el miedo: a perder oportunidades, a quedar afuera, a no estar a la altura si no se responde de inmediato. Y ese costo se ve: el cuerpo suele manifestarlo en insomnio, contracturas, irritabilidad y una creciente dificultad para disfrutar incluso de los momentos libres.
El desafío no es abandonar metas, sino aprender a gestionar el tiempo.
Queremos proponerte algunas prácticas simples que pueden ayudarte:
Ritual de cierre del día: dedicar los últimos minutos laborales a anotar pendientes del día siguiente. Lo que queda escrito deja de circular mentalmente.
Espacios sin pantallas: establecer al menos una franja diaria sin celular —por ejemplo, durante las comidas— y sostenerla.
Agenda para preocupaciones: si la mente se activa por la noche, registrar el tema y definir cuándo se abordará al día siguiente.
En el marco de los programas de acompañamiento que desarrollamos en Nexo para equilibrar vida laboral y personal, vemos con frecuencia profesionales atrapados en este funcionamiento. No porque no sepan descansar, sino porque nunca aprendieron a habilitar ese límite sin culpa.
Si estas escenas resultan familiares, es una señal. Es el momento de entrenar una relación más saludable con el trabajo para aprender a cuidarte.
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