Con esta nota pretendo transmitir a operadores de comercio exterior y a emprendedores, en general, la importancia de buscar la mejora continua, aprovechando el tiempo y la experiencia que se acumula en cada paso y en cada operación.

Quien se involucra en el comercio exterior pronto descubre lo inagotable que es este mundo. La perspectiva siempre dependerá del eslabón que se ocupe en la cadena logística. Por ejemplo, un despachante de aduana maneja mercaderías de múltiples rubros, mientras que un importador de productos de limpieza se especializa en un nicho concreto. Esto hace que cada uno desarrolle un conocimiento idóneo en su ámbito y que, con el tiempo, adquiera mayor capacidad para sobrellevar procesos, agilizar trámites y reducir costos en función de la experiencia acumulada.
El tiempo y la perseverancia son claves. ¿A qué me refiero? Como en cualquier disciplina, hay que “pagar el derecho de piso”: atravesar un proceso de aprendizaje que marque los tiempos y permita avanzar con solidez, sea cual sea el rubro. Yo me enfoco en el comercio exterior, pero esta reflexión puede aplicarse a cualquier otra profesión.
La excelencia y la mejora existen… y tienen un límite. En lo personal, disfruto trabajar bajo esta premisa. Lo digo con convicción: en cada operación buscamos la mejor alternativa posible dentro de nuestro alcance, en las tres plazas donde operamos localmente Buenos Aires, Ezeiza y Mendoza. Mejorar significa reducir procesos, ser minuciosos en la carga de datos y representar a nuestros clientes ante la aduana y otros organismos con el más alto estándar.
En definitiva, terminamos siendo identificados por nuestra labor ante la aduana y terceros organismos: “ese es Agustín, el despachante de tal cliente”. Esto implica que representamos a esa empresa en todo contexto y que nuestra reputación influye directamente en la suya. Por eso, es fundamental que, como operadores y prestadores de servicios de comercio exterior, trabajemos para acortar plazos de liberación, optimizar procesos y reducir costos, siempre buscando el punto de mejora que nos acerque a la excelencia.
Sin embargo, llega un momento en que la mejora alcanzada roza un límite. Me refiero a operaciones con frecuencia y características comparables no a la diferencia entre una carga aérea y una marítima, por ejemplo. Es allí donde se observa claramente la evolución: de lo básico a lo complejo, mejorando paso a paso la operación.
La obsesión, la inquietud y la estrategia son la combinación perfecta en comercio exterior. Nuestros clientes descansan tranquilos sabiendo que están bien representados, mientras yo me acuesto pensando en qué más puedo mejorar. Así surgen preguntas estratégicas que muchos nunca habían recibido y que les abren nuevas oportunidades: desde el aprovechamiento de una póliza de seguro que, además de proteger la mercadería, puede reducir impuestos, hasta advertencias sobre el lado oscuro de condiciones de venta como CIF o CFR en importaciones marítimas a Buenos Aires, que analizamos y compartimos en nuestro sitio web.
Todo esto contribuye a operaciones más sólidas, con clientes conscientes de lo que implica cada decisión. Pero llega un punto en que ya no hay más ajustes posibles… y ese, justamente, es el límite máximo de la excelencia en una operación de comercio exterior.
Agustín Páez Romairone
Miembro de la institución fundada en 1912 que fortalece la profesión y garantiza estándares de excelencia en comercio exterior. Whatsapp: +54 9 11 3075-7585
por CONTENTNOTICIAS















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