¿Qué es el perfeccionismo y por qué no es tan “perfecto”?
Desde una perspectiva psicológica, el perfeccionismo puede definirse como la tendencia a establecer estándares excesivamente altos para uno mismo, acompañados de una autoevaluación crítica y un temor constante al error (Flett & Hewitt, 2002). Aunque hay formas de perfeccionismo más adaptativas, como la búsqueda de logros ambiciosos con flexibilidad, lo más común en contextos laborales es encontrarnos con su forma desadaptativa: aquella que nos lleva a postergar tareas por miedo a no hacerlas “lo suficientemente bien”, que nos obliga a revisar una y otra vez un proyecto demorando su entrega, que nos empuja a evitar asumir desafíos por miedo al fracaso.
Este tipo de perfeccionismo no sólo afecta el bienestar emocional (asociándose con ansiedad, estrés y burnout), sino que también perjudica directamente la productividad. La paradoja es clara: cuanto más buscamos hacer algo perfecto, menos lo hacemos.
La investigación en psicología evidencia que quienes operan bajo estándares excesivamente altos suelen experimentar una presión interna constante, miedo a equivocarse y una evaluación excesivamente crítica de su desempeño. Esta combinación se vincula con altos niveles de ansiedad anticipatoria, ya que cada tarea representa una potencial amenaza a la propia autoimagen o valoración social. Además, la rumiación mental (dar vueltas sobre lo que falta, lo que no está “a la altura”, o lo que podría fallar) consume energía cognitiva, reduciendo la capacidad de concentración y aumentando la fatiga.
En el plano laboral, este patrón suele derivar en tres consecuencias frecuentes:
- Procrastinación por temor al error: el perfeccionismo muchas veces no se traduce en acción sino en postergación. Si una tarea no puede hacerse “perfecta”, se evita. Y mientras más se posterga, mayor es la presión acumulada, lo que agrava el malestar y aumenta el riesgo de no cumplir con plazos y compromisos.
- Inversión de tiempo ineficiente: el perfeccionismo suele conducir a revisar en exceso, buscar detalles innecesarios o rediseñar entregas que ya eran funcionales. Esto genera una gestión del tiempo poco eficaz: se gastan más recursos de los necesarios en tareas de bajo impacto y se resta energía a otras áreas prioritarias.
- Evitación de desafíos por miedo a no rendir al 100%: en contextos donde se valora la iniciativa, la adaptabilidad y la innovación, el perfeccionismo puede frenar la toma de decisiones o la participación activa. Muchas personas perfeccionistas no se permiten probar algo nuevo si no están seguras de poder hacerlo de forma impecable, lo que limita su crecimiento profesional.
¿Cómo identificar si el perfeccionismo está frenando tu productividad?
Algunas señales frecuentes:
- Te cuesta dar por terminado un trabajo, aunque ya esté correcto.
- Postergás el inicio de tareas importantes porque sentís que aún no tenés todo “como deberías”.
- Revisás repetitivamente lo que producís, incluso cuando no es necesario.
- Sentís que todo debe estar “excelente” para poder compartirlo, mostrarlo o entregarlo.
- Te cuesta delegar porque nadie lo haría “tan bien como vos”.
¿Cómo salís de esta trampa? Estrategias prácticas para avanzar
Combatir el perfeccionismo no implica resignarse a hacer las cosas “mal”, sino cambiar el foco hacia lo funcional, lo suficiente y lo sostenible. Veamos algunas estrategias que podés implementar hoy mismo:
1. Reemplazá la perfección por la efectividad
Preguntate: ¿qué necesita esta tarea para cumplir su objetivo? Si el resultado ya es útil y funcional, quizá ya esté listo para entregarse.
2. Definí criterios claros de finalización
Establecé, antes de comenzar, qué significa “terminado” en el caso de esa tarea en particular. Esto te va a ayudar a evitar la revisión infinita e innecesaria.
3. Implementá la regla del 80%
Muchas veces, un trabajo al 80% es más que suficiente para avanzar. Entrenate para entregar versiones beta, revisar en movimiento y ajustar sobre la marcha.
4. Sé empático con vos mismo.
El perfeccionismo puede estar impulsado por el miedo al juicio externo. Recordá que errar no te hace menos profesional, te hace humano, y que todas las personas que tenés alrededor en el trabajo (incluso aquellas que ves como referentes), han errado más de una vez, aunque vos no te hayas enterado.
5. Separá tu valor personal de tus resultados.
No sos tu presentación, ni tu informe, ni tu proyecto, sos mucho más que eso. En caso de equivocarte, el error está en algo que hiciste vos pero no en vos. Aprender a no tomar los errores como fracasos personales es clave para avanzar.
6. Celebrá el progreso, no sólo el resultado final.
Hacé visibles tus avances, aunque aún no hayas llegado al producto “ideal”. Esto te va a motivar y a reforzar la acción. No mires solamente a dónde tenés que llegar sino también dónde estabas antes de comenzar y dónde estás hoy.
Cuando el perfeccionismo toma el control, nos volvemos menos eficientes, menos flexibles y más vulnerables al agotamiento. Reconocer que el perfeccionismo desadaptativo es una trampa, y no una virtud, es el primer paso para recuperar foco, bienestar y efectividad. No se trata de bajar la vara ni de resignarse a la mediocridad, sino de construir una forma de trabajar más sostenible, humana y estratégica. A veces, avanzar con lo suficiente es lo que permite crecer con solidez. Porque en el trabajo, y en la vida, no siempre gana quien hace todo perfecto, sino quien aprende a avanzar, incluso cuando lo perfecto todavía no es posible.
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por CONTENTNOTICIAS















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