Monday 21 de April, 2025

ESPACIO NO EDITORIAL | 01-04-2025 07:50

Nadie triunfa solo: el valor real de trabajar con otros

El mundo laboral está hoy en el epicentro de una transformación acelerada. La incertidumbre sobre las industrias y los roles, sumado a la profunda transformación digital obliga a las empresas a buscar profesionales capaces de colaborar con otros, adaptarse y construir soluciones innovadoras de forma colaborativa. Lejos de ser una habilidad blanda secundaria, el trabajo en equipo es hoy un factor determinante para la empleabilidad y el crecimiento profesional.

El mito del talento individual

Durante mucho tiempo, se ha celebrado la idea del “genio solitario”, esa persona brillante que alcanza el éxito por mérito propio. Sin embargo, esta visión es más un mito que una realidad. Desde inventores hasta emprendedores y líderes de grandes empresas, los logros individuales casi siempre tienen detrás un equipo, una red de apoyo o un entorno colaborativo que potencia las ideas y las hace realidad. Incluso las personas más talentosas necesitan intercambiar conocimientos, recibir feedback y complementarse con otros para transformar sus habilidades en resultados concretos.

En el mundo laboral actual, donde los problemas son cada vez más complejos y las soluciones requieren múltiples enfoques, la colaboración no es una opción, sino una necesidad. Ningún profesional tiene todas las respuestas ni todas las habilidades necesarias para enfrentar los desafíos por sí solo. Aquellos que entienden esto y aprenden a integrarse eficazmente en equipos de trabajo no solo logran mejores resultados, sino que también desarrollan relaciones laborales más sólidas, aumentan su capacidad de aprendizaje y multiplican sus oportunidades de crecimiento.

Colaboración en tiempos de incertidumbre

En el mercado laboral argentino, caracterizado por su dinamismo y los desafíos económicos, las empresas valoran cada vez más las habilidades interpersonales, especialmente la capacidad de trabajar en equipo. Según un informe de Randstad Argentina, el 85% de los empleadores considera que las habilidades blandas, como la colaboración y la comunicación efectiva, son esenciales al evaluar candidatos para sus organizaciones. En tiempos de incertidumbre, donde una solución o una idea no puede desarrollarse ni linealmente ni de modo tan simple, porque escasean las certezas, contar con equipos cohesionados y adaptables que puedan enfrentar eficazmente los vaivenes de los constantes cambios y desafíos es un factor crucial.

Así funciona tu cerebro cuando colaborás

Seguramente, más de una vez escuchaste la idea de que “somos seres sociales”. Lejos de ser ésta una frase dicha sin sustento, la neurociencia se ha encargado de demostrar de forma consistente que la colaboración no sólo es una estrategia eficaz en el trabajo, sino también una respuesta natural del cerebro humano. Cuando trabajamos en equipo de manera efectiva, se activa el sistema de recompensa cerebral, liberando dopamina, un neurotransmisor asociado con el placer y la motivación. Esto explica por qué los entornos colaborativos generan mayor satisfacción y compromiso en las personas. Además, la cooperación activa la corteza prefrontal, la región del cerebro vinculada con la toma de decisiones y la resolución de problemas, lo que nos permite pensar con mayor claridad y creatividad. Como si todo esto fuera poco, estudios han encontrado que cuando trabajamos solos bajo presión, el cerebro activa el sistema de alerta y aumenta la producción de cortisol, la hormona del estrés, sin embargo, al enfrentar desafíos junto a otros, se libera oxitocina, conocida como la "hormona del vínculo", que refuerza la confianza y reduce la ansiedad. Esto significa que los equipos bien integrados no sólo son más productivos, sino que también afrontan mejor la incertidumbre y los momentos de alta exigencia. En un mercado laboral volátil, donde la resiliencia es clave, aprender a colaborar puede marcar la diferencia entre el agotamiento y el crecimiento profesional.

Del caos a la sinergia

El trabajo en equipo no ocurre de manera automática. Muchas veces, los grupos de trabajo se encuentran atrapados en dinámicas ineficientes: reuniones interminables sin conclusiones claras, falta de comunicación, roles poco definidos o conflictos que se evitan en lugar de resolverse. La diferencia entre un equipo caótico y uno realmente efectivo radica en la aplicación consciente de ciertos principios fundamentales. Entre ellos, la claridad en los objetivos, la confianza entre los miembros, la capacidad de gestionar desacuerdos de manera constructiva y la comunicación abierta y honesta. Un equipo eficiente no es aquel que evita los conflictos, sino aquel que los enfrenta de forma productiva, convirtiéndolos en oportunidades de mejora.

Los mejores equipos no solo cumplen tareas, sino que también generan un sentido de pertenencia y motivación en sus integrantes. Para lograr esto, es clave fomentar una cultura donde cada persona se sienta valorada y donde las diferencias sean vistas como un activo, no como una amenaza. La diversidad de perspectivas potencia la creatividad y permite encontrar soluciones más innovadoras a los problemas. Un estudio de Google sobre equipos de alto rendimiento encontró que el factor más importante en su éxito era la seguridad psicológica, es decir, la confianza de cada miembro para expresar sus ideas sin temor al juicio negativo o la represalia. Cuando un equipo logra esto, deja de ser un grupo de individuos trabajando juntos y se convierte en un verdadero motor de crecimiento y resultados.

Barreras invisibles: los errores más comunes que sabotean el trabajo en equipo

Muchas personas sostienen creencias que dificultan la colaboración lo cual no solo afecta la productividad (del equipo), sino que también genera frustración y desgaste en las relaciones laborales. Vamos con las tres más frecuentes:

1- "Si quiero que salga bien, mejor lo hago yo". La desconfianza en las capacidades de los demás sumado a la sobrevaloración personal, lleva a asumir demasiadas responsabilidades y a sobrecargarse de trabajo. Intentar hacerlo todo solo no solo genera estrés, sino que también impide que el equipo funcione como tal. Dar lugar a la colaboración no es perder el control, sino permitir que cada quien aporte su valor y fortalezca el resultado final.

2- “Hablar sobre lo que no funciona genera tensión y conflicto”. Muchas personas evitan dar feedback o mencionar lo que no va bien por miedo a generar tensiones, pero el problema es que los desacuerdos no desaparecen al no exponerlos, por el contrario, se acumulan y crecen. Si la comunicación no existe, asumimos ciertos aspectos en relación con el problema que quizás no es lo que efectivamente está sucediendo. Además, la acumulación de malestar emocional puede llevar a conductas explosivas generando malos entendidos o resentimientos. Un equipo saludable no es el que nunca discute, sino el que aprende a conversar con honestidad, respeto y asertividad.

3- "Mientras yo haga mi parte, el resto no es mi problema". El trabajo en el mundo adulto no es el trabajo práctico de la secundaria, en el que se dividían los temas y el final era un frankenstein dudoso. Eso no es trabajo en equipo. Esas son partes aisladas colocadas en un mismo espacio, sólo eso. Pensar solo en el propio trabajo sin considerar el impacto en el equipo es una de las principales causas de descoordinación. Cuando alguien no comparte información clave, no pregunta o no se involucra en los procesos colectivos, el rendimiento general se ve afectado. Un equipo eficiente necesita personas que entiendan que el éxito individual está atado al éxito del conjunto.

De espectador a protagonista: cómo potenciar tu habilidad para colaborar

El trabajo en equipo no es solo una cuestión de voluntad, sino una habilidad que se entrena. Muchas personas piensan que colaborar depende del tipo de empresa, del jefe o de los compañeros que les toquen, pero la realidad es que cada uno puede tomar un rol activo en mejorar la dinámica del equipo. Pasar de ser un espectador pasivo a un protagonista dentro de un grupo de trabajo implica desarrollar ciertas actitudes y estrategias clave. La primera de ellas es la responsabilidad compartida: en un equipo eficaz, nadie se limita a hacer “su parte” y desentenderse del resto, sino que se involucra, ofrece ayuda cuando es necesario y busca soluciones en conjunto. En otras palabras, deja de esperar que los cambios se produzcan y los trabaja activamente. Entrenar la empatía, es decir entender las necesidades, estilos de trabajo y desafíos de los otros miembros del equipo, practicar la escucha activa, hacer preguntas en lugar de asumir y reconocer los aportes de los demás, son pequeños gestos que generan un impacto enorme en la dinámica de un equipo.

Finalmente, mejorar la colaboración implica abrirse al aprendizaje: recibir feedback sin tomar una posición defensiva y estar dispuesto a ajustar la forma de trabajar de ser necesario.

La próxima vez que te enfrentes a un desafío en equipo, preguntate: ¿estoy construyendo junto a los demás o sólo avanzando por mi cuenta? La verdadera diferencia en tu desarrollo profesional no está en lo que hacés solo, sino en lo que lográs con otros.

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por CEDOC

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