Tuesday 10 de December, 2024

SOCIEDAD | 05-10-2020 13:54

Carlos Carrascosa: la reinvención del viudo de María Marta

A 18 años del crimen de su mujer, es un hombre libre y pide justicia. Libro, documental y serie en camino. Bridge online con Mauricio Macri en pandemia y el sueño de ser diputado.

Hay cosas que no cambian. Como el Bridge, ese juego de naipes y estrategia que tanto le gusta y que, dice, agiliza su mente. Ya sea de día o madrugada, en forma presencial o virtual, Carlos Carrascosa mantiene esta debilidad desde los tiempos en que pasaba las tardes jugándolo en el Club House del Carmel. Aquellos años se disputaba el famoso Circuito del norte, un torneo que incluía a tres countries más y que Carrascosa ganó en dos oportunidades.  

Hoy, en pandemia, si bien el juego es través de una conexión por computadora desde un departamentito de Luján, la pasión está intacta. Y el universo de contrincantes es muy diverso: puede aparecer on line desde un ciudadano europeo que le recuerda por chat lo linda que fue su visita a la basílica de su ciudad, hasta el ex presidente Mauricio Macri que hace su juego sigiloso y sin dar pie a la conversación.

Me invitaron a una mesa virtual y estaba él. Vos no ves las caras pero yo conozco su nick. No es un crack, se defiende. Me ganó aquella partida porque jugaba en pareja con uno de los mejores, sino le ganaba”, dice Carrascosa pitando un Parisién, otro vicio que se mantiene de esas épocas.

Se van a cumplir 18 años del asesinato de su mujer, María Marta García Belsunce, el casó policial que conmovió a toda la opinión pública en octubre de 2002, por haberse pensado que había muerto en un accidente en la bañera de su casa, cuando en realidad –43 días después y tras una autopsia extrañamente tardía– se supo que tenía cinco balas en su cabeza. El episodio, que tuvo líneas de investigación orientadas a un complot familiar y hasta una conexión narco, el que dejó casi un diccionario de términos y personajes –entre ellos el famoso “pituto”, llevó a este hombre a estar preso más de siete años.

Sobreseen a los hermanos de María Marta García Belsunce por el encubrimiento de su crimen

Desde el 2003, cuando el fiscal Diego Molina Pico interpretó en base a sus declaraciones y a una prueba de poco peso, que era responsable de la muerte de su esposa (o al menos que era encubridor) Carrascosa empezó un periplo que lo tuvo tres veces en prisión, “la más larga, injusta y dolorosa”, dirá él, entre el 19 de junio de 2009 y el 5 de febrero de 2015 en el penal de Campana.  El 19 de diciembre de 2016 la Cámara de casación de la Provincia de Buenos Aires lo absolvió de los delitos de encubrimiento agravado y homicidio calificado por el vínculo y el 3 de octubre de 2018 la Suprema Corte Bonaerense confirmó su inocencia.

Es martes y es un día de verano en Luján. “¿Te quedás Jor?”, le pregunta Carrascosa a su amiga. “Si obvio, peligro”, responde Jorgelina Fernández Tosar en alusión a la presencia del equipo de Noticias. Además de ser la dueña de esta casa en las afueras de la ciudad, donde el entrevistado elige hablar después de un tiempo, ella es algo así como un ángel, "su ángel", por eso la apodó junto a dos mujeres más como parte del grupo “Los Ángeles de Charly”. Todas ellas son sus amigas incondicionales en este proceso. "Ella me vigila" afirma él.

Carrascosa hoy es hoy un hombre libre que clama justicia. ¿Cuál fue el móvil del asesinato de su mujer? El no duda, no hace silencios, no pone caras, no titubea. Ya sea que se lo pregunte un preso chismoso, el cholulo del pueblo o un juez, para responder este interrogante, tal vez la pregunta que más veces le hicieron en su vida, tiene –y mantiene– la misma respuesta: “Fue un robo”.

Carrascosa

A sus 75 años, Carrascosa es un tipo conversador, disfruta de la charla en una mesa servida con café y galletitas. No por nada, su nueva casa a donde se mudó en junio pasado, en el centro de Luján, está pegada a un bar. “Es la condición que le pedí a la inmobiliaria”, dice este hombre que destila bohemia por donde se lo mire: lleva la barba crecida y despareja, el jean amplio con una botamanga que casi le arrastra los talones y su camisa fuera del pantalón.

Bon vivant  

Carlos se acomoda en su asiento. Fuma, aunque ya no tanto como antes. No tanto como antes es un atado por día. Antes, llegaron a ser tres. Le pide una copa de vino a su amiga y  mira la foto de su mujer. La imagen, un primer plano de María Marta, es la que está en la portada de “Diario de un Inocente, un amor, una causa, una vida” (Ediciones B), el libro que acaba de publicar. En estas 238 páginas, desglosa su vida antes y después de María Marta, incluyendo sus andanzas como marino y cierto espíritu trovador de la juventud. “Si hubiera tenido una buena voz, hubiera sido un especie de Juan Manuel Serrat, así, con la guitarra y girando por el mundo”, arriesga este hombre que, entre sus anécdotas se incluye una parada en Hamburgo para ver los Beatles a mediados de los 60.

El libro es también el relato de su sus comienzos, donde pasó de vivir dando cursos particulares de inglés a terminar siendo uno de los financista y agentes de bolsa más importantes en la década del 90 en Argentina.

Noticias: ¿De qué vive hoy?

Carrascosa: Soy jubilado. Ahora terminé el libro.

Noticias: Supo tener una gran fortuna por su trabajo como financista. Imagino que habrá gastado mucho en todo el proceso judicial. ¿Cómo está hoy económicamente?

Carrascosa: Normal. Sí, se fue mucho con toda la causa. Vendí mi casa a un amigo y ese es mi capital. Para vivir 15 años normal tengo.

Noticias: ¿Es cierto que quiere hacer un programa de radio?

Carrascosa: ¡Sí! Un magazine, en alguna radio de la zona.

Noticias: Cuenta en el libro que le gustaría dedicarse a la política

Carrascosa: Sí, tengo ganas. Diputado tal vez. Hay tanta falta de sentido común que tengo ganas de aportarle algo.

Noticias: ¿Con qué espacio comulga?

Carrascosa: Con ninguno, no estoy afiliado. La única vez que me afilié yo tenía la oficina de la Bolsa debajo del escritorio de (Fernando) De La rúa, año 83. Me rompió tanto las pelotas que me afilié para que vote por él en la interna del radicalismo. Me afilié, pero voté por Alfonsín. Nunca le dije nada (risas)

Noticias: ¿Tuvo alguna oferta concreta de un partido político?

Carrascosa: Todavía no hice ningún contacto

Memorias.

Fue durante la pandemia que aprovechó para escribir este libro que en realidad comenzó a redactar en septiembre del 2009, estando preso. “Escribir fue mi terapia. Lo empecé para ocupar tiempo de mi cabeza”, cuenta sobre este relato de vida que comienza con una frase en su primera página: “Yo conocí la parte buena de los hombres malos y la parte mala de los hombres buenos”.

Noticias: ¿A qué se refiere?

Carrascosa: Dentro de la cárcel hay gente acusada de lo que te imagines. Cuando vos convivís, vas conociendo la parte buena. Cambia todo ahí adentro. Uno quiere estar bien con todos para que, en el lugar donde tenés que convivir a la fuerza, sea todo lo más llevadero posible.

La parte mala de los buenos, sugerirá, comprende a jueces y fiscales, a una parte del periodismo y a quienes señalaron y condenaron a la familia de ante mano. Carrascosa tuvo tiempo en sus años de prisión para leer los 37 cuerpos de la causa. “Había llegado al juicio sin leerla…Inédito, sí”, revela. Dice que tuvo un bloqueo. “No podía creer lo que me pasaba, tenía una negación total –describe–. En el duelo hay una etapa que es la negación, a mi me duró desde el 2002 al 2009”.

Aquella lectura, cuenta, le provocó ante todo sorpresa. “Terminás de leer la causa y no hay nada en contra mío”, analiza este hombre que dice haber entrado a prisión “como un burgués” y salido “hecho un progre”. Dice él: “Te haces más amplio, dejás los prejuicios, manejas otro idioma”.

Noticias: Comenta en su libro que no está bueno estar preso, “pero tampoco es el infierno”.

Carrascosa: Yo venía de estar seis años libre, pero acusado. Caminando por la calle, sentía el dedo acusador detrás. Es horrible eso. Pasé de tener presa la mente y el cuerpo libre, a tener el cuerpo preso y la mente libre. En definitiva, adentro, es como que volvés a estar mejor, porque lo fundamental es tener libre el pensamiento.  Igual la diferencia te la hacen sentir ahí adentro y yo nunca tuve problema en decirles: ´Sí, nací en cuna de oro, vos naciste en cuna de mierda´. Lo peor que podes hacer es hacerte la víctima ahí adentro.

Ahora el viudo está abocado a un solo objetivo: saber quién mató a su mujer. Carrascosa quiere ser además querellante y participar en la investigación junto al fiscal. “Se viene el juicio sobre una de las líneas que no se investigo. Todo está en manos de la justicia”, suelta sin hacer mención, refiriendo a los dos vigiladores del Carmel y al vecino Nicolás Pachelo, quienes van a juicio oral por la muerte de María Marta.

Pachelo fue visto la tarde del crimen corriendo bajo la lluvia muy cerca de la casa de María Marta, cuando ella regresaba de jugar al tenis. Está preso en Florencio Varela, imputado por siete robos posteriores en countires.  Entre otras cosas, sino fuera por la llamada a indagatoria que le hicieron a él a los dos vigiladores del Carmel, a mediados de octubre del año pasado, la causa García Belsunce hubiera prescripto. Ahora enfrenta dos juicios orales: uno por los robos, y otro por el crimen de María Marta.

Carrascosa espera afilando el hacha. Ésta es un poco su revancha, aunque no lo diga, ni lo manifieste. Después de todo, aquello de Amianto, el apodo que le puso Molina Pico, se condice bastante aún hoy.

Noticias: ¿Qué tan en contra piensa que le jugo ese rasgo de personalidad?

Carrascosa: Muy en contra.

Noticias: A menos que usted sea un psicópata

Carrascosa: Claro, pero no lo soy. Fue un poco el foco que se puso sobre mí. Además una cosa es lo que se ve afuera y otra la que va por dentro. Yo estuve internado siete veces. Cada uno lo expresa como puede.

El largo derrotero que tuvo con la Justicia también lo tuvo con el periodismo. Carrascosa está convencido que los medios hicieron lo suyo para contar una historia que no era tal. Pero eso acumula por decantación una larga relación con el periodismo, pero sobre todo, con los periodistas de la época del juicio, que hoy mira con cierto romanticismo y –pareciera– algo de nostalgia.

Cuando se le dice que este cronista participó de aquellas audiencias se asombra. “¡No lo puedo creer!”, suelta removiendo la copa de vino. Dice que hay muchos que luego del juicio fueron a hablarle; algunos, para decirles que se habían dado vuelta con el pensamiento que tenían sobre él. Hace poco, estuvo en la mesa de Mirtha Legrand. “Cuando terminó el programa la productora en jefe de vino a pedir disculpas”, cuenta.

Pasó de detestar a los periodistas a conocerlos e individualizarlos por nombre y apellido. Con algunos incluso entabló una relación post condena. “¿Cómo se llama el que se quedaba dormido en las audiencias?”, le pregunta a su amiga. “¡Gustavo Carabajal!”, le responde ella.

Hoy la gente lo saluda por la calle. En Lujan es como un ciudadano ilustre: lo han llegado a abrazar y una mujer hasta le pidió un beso una vez. “Hubo una que quería que te la presente”, suelta su amiga.

Noticias: ¿Que le sugiere hoy el nombre Molina Pico?

Carrascosa: La injusticia, el empecinamiento, la fatal de idoneidad para el cargo. Es una persona que me complicó la vida, que para cubrir un error provocó todo esto. Es obligatorio para un fiscal ante una muerte accidental hacer la autopsia Se hizo 43 días después.

Noticias: Son siete años preso, ¿no tiene ninguna sed de revancha o al menos bronca usted siendo inocente hoy para la Justicia?

Carrascosa: No… ya está. La Justicia que es divina lo juzgará, y calculo su conciencia, si es que tiene.

Noticias: ¿Piensa en algún momento hacer alguna acción contra él o el Estado?

Carrascosa: Seguramente.

Noticias: En el libro habla mucho de las mujeres, de su relación con ellas. Dice que las admira. ¿Siempre tuvo esa admiración?

Carrascosa: Yo me arrepentí siempre de tener abogados hombres, la mujer se toma las cosas con mucho más fuerza. Es mucho más brava. La mujer tiene mucho más polenta que el hombre. Lo comprobé ahora. Vos ves mi nivel de visitas en la cárcel y debo estar 80 mujeres a 20 hombres.

El amor después de María Marta es algo de lo que no le gusta mucho hablar. No tuvo parejas estables. Con una mujer reciente, según cuenta en el libro, llegó a convivir poco tiempo. “Tuve muy buenas amigas”, suelta y dice que no quiere herir a nadie: “He logrado convertir a todas en amigas”.

Noticias: ¿Y ahora, de acá en adelante, hay lugar para el amor?

Carrascosa: No, 75 años, dejame vivir tranquilo. Ahora que vivo solo es la felicidad de cagar en el living sin que nadie te diga nada. Es otra cosa. Ya cuando llegues a esta edad lo vas a entender.

Noticias: ¿Que es lo que más extraña de María Marta?

Carrascosa: La compañía, la conversación, su sentido común que es el menos común de los sentidos, practica compañera, dispuesta. Tenía principios.

Noticias: ¿Se va a saber quién la mató a su mujer?

Carrascosa: Es mi mayor esperanza. Dicen que es lo último que se pierde.    

Noticias: ¿Alguna vez en todo este tiempo pensó en quitarse la vida?

Carrascosa: ¡No! tengo un proyecto que es saber quién mató a mi mujer. Confío en la Justicia.

Carrascosa bebé el último trago de su copa de vino. Hay un remís que pidió que ya está en la puerta. “¡Se vuelven con Rodrigo!”, anuncia risueño y con un halo de misterio. Se trata del remisero, que también es guardia cárcel, y que fue quien recibió el fax que le notificó que salía de prisión para no volver nunca más. Ahora son amigos.

Con su paso lento, el viudo se retira por el portón de la casa de su amiga donde descansa una Ford Escape Roja. Esta camioneta, que supo salir y entrar a la chochera de los tribunales de San Isidro, con más de un fotógrafo enardecido trepado en su capot, ahora tiene el motor fundido y está literalmente muerta. Es una pieza de colección más de este policial apasionante e inconcluso. “¡Que Rodrigo les cuente bien la historia!”, insiste Carrascosa cuando se sube a su auto para despedirse, como si se tratara de un suvenir final que deja de regalo para el viaje de regreso a la ciudad.

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Agustín Gallardo

Agustín Gallardo

Redactor.

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