“A partir del hipersónico desarrollo de la inteligencia artificial, hay un nuevo elemento, quizá el quinto elemento, que no está hecho ni de tierra, ni de fuego, ni de aire, ni de agua. Es la anti-vida, la inteligencia artificial que obliga a la humanidad a confrontarse con un superpoder que ella misma ha creado”, destacó el periodista y filosofo Agustín Fernándes Cabel al portal The Conversation.
Según el académico argentino, uno de los aspectos destacables que separa a los humanos de las inteligencias artificiales es la generación espontánea de acciones y de conocimiento. En ese aspecto, ese impulso del ser humano es un espontáneo creador del todo. “Una persona puede despertar un día e imaginar una idea, una historia o un poema, un pensamiento creativo. En la actualidad, no hay inteligencia artificial que genere conocimiento o realice acciones espontáneamente”, detalló el filósofo.
En un artículo publicado en la revista Nature, los científicos Miguel Aguilera y Manuel Bedia de la Universidad de Zaragoza concluyeron que se puede llegar a una inteligencia que genere mecanismos para adaptarse a las circunstancias. Esto podría parecerse a la acción espontánea, pero dista de ser un acto producto de su propia voluntad. Toda acción realizada por una inteligencia artificial es diseñada y programada por una persona.
La segunda gran diferencia es la ética. La inteligencia artificial no tiene ética por sí misma, sino que hay que inculcársela. Ellas sólo siguen parámetros preestablecidos, reglas claras y precisas de lo que deben hacer. Pero la ética es más que un reglamento, va más allá de una guía. “La ética es, nada más y nada menos, el discernimiento entre el bien y el mal. Las que sí tienen ética son las personas que programan a las máquinas y a las inteligencias artificiales. Una máquina no es buena o mala. Es efectiva”, destacó Fernandes Cabel.
En su libro "Intención", la filósofa Elizabeth Anscombe argumenta que la intención no puede reducirse a meros deseos o estados psicológicos internos. Anscombe sostiene que la intención es una característica esencial de la acción y que está intrínsecamente relacionada con la responsabilidad moral. Al carecer de ética y de moral, la inteligencia artificial carece de intención. La intención sigue circunscrita al programador.
“Las diferencias son claras. Las IA no tienen experiencias. No tienen historia. No tienen psicología ni problemas psicológicos. No tienen remordimientos de sus actos (aspecto fundamental del apartado de ética y moral). No aman ni son amadas. No sufren ni sienten dolor. No tienen opinión propia, porque nada les es propio. Si ChatGPT pasa de moda y no es consultado, su existencia es inútil. Sólo existe si al ser humano le es útil. No tiene identidad. Su identidad es una construcción humana” advirtió el académico de la Universidad de Santiago Compostela para la publicación digital.
Finalmente, Fernandes Cabel concluyó: “La IA también puede ser destructiva. Puede llevar no sólo al fin de millones de trabajos en todo el mundo, sino también a una posición diminuta en el mundo productivo, sin entrar en especulaciones apocalípticas de la ciencia ficción. Al fin y al cabo, depende del mismo ser humano. Está en nuestras manos utilizarla como una herramienta constructiva o destructiva”.
Fuente BBC Mundo
Comentarios