Gustavo Cordera vuelve a estar en el centro de la escena con un intento de redención que parece naufragar a segundos de empezar. El ex líder de Bersuit anunció un show en el estadio Obras para el 1 de noviembre y por ello buscó relanzar su figura a través de entrevistas en medios masivos, pero lo que pretendía ser un regreso artístico se transformó en un nuevo escándalo. Las charlas con Pedro Rosemblat y Mario Pergolini, pensadas como espacios de disculpa y exposición, terminaron siendo cuestionadas por su liviandad, mientras un antiguo video suyo volvió a viralizarse en redes sociales, donde reconoce “recibir de propina a una chica de quince años”.
Al igual que Ari Paluch, quien parece no entender la gravedad de su pensamiento, la sombra de 2016 sigue proyectándose sobre Cordera. Aquella tarde en la escuela de periodismo TEA Arte, el cantante lanzó frases que lo marcaron para siempre: “Es una aberración de la ley que si una pendeja de 16 años con la concha caliente quiera coger con vos, vos no te las puedas coger”, dijo ante un auditorio atónito. Agregó: “Hay mujeres que necesitan ser violadas para tener sexo porque son histéricas y sienten culpa por no poder tener sexo libremente”. Y completó: “Si yo tengo algo bueno, es el poder de desvirgarte como nadie en el mundo. A mí hablame de cómo te sentís y te entiendo, pero si me hablás de los derechos no te escucho porque no creo en las leyes de los hombres, sí en las de la naturaleza”.
El repudio social fue inmediato. Cordera enfrentó una imputación judicial por incitación a la violencia colectiva y aunque años más tarde fue sobreseído, su imagen quedó indisolublemente asociada a esas declaraciones. La industria lo dio de baja con festivales cancelados, radios que no lo difundieron y un ostracismo mediático que el propio músico definió como “una persecución organizada”. Durante casi una década, su figura permaneció arrinconada en los márgenes del circuito cultural.
Redención cero. Ese silencio se rompió con la entrevista que le concedió a Pedro Rosemblat en Gelatina, su canal de stream. Cordera intentó allí presentarse como víctima de una cancelación injusta, hablando de años de clausura profesional. “Ese personaje que la gente asesinó… era un personaje que a mí no me quedaba, no lo sentía”, sostuvo. Pero la conversación, lejos de generar empatía, desató una oleada de críticas hacia el propio entrevistador. Rosemblat fue señalado por mostrarse condescendiente y no repreguntar frente a afirmaciones polémicas. Días más tarde, hizo un mea culpa: “¿Fue un error hacer la nota o fue un error cómo yo la hice?”, se preguntó, reconociendo que el tono fue permisivo y que había ignorado advertencias internas que le recomendaban no llevar a Cordera al programa. La polémica lo alcanzó a él mismo, al punto de convertir su autocrítica en parte del escándalo.
Casi en simultáneo, Cordera apareció en el estudio de Mario Pergolini, donde buscó dar un paso más explícito en el terreno de la disculpa. “Tuve la mala fortuna y la desgracia de haberme equivocado. Dije algo en un momento histórico y en un lugar de una manera desubicada, de una manera que lastimó a mucha gente, y quiero pedir disculpas públicamente. Quiero cerrar esa herida definitivamente”, expresó ante las cámaras. Con un tono solemne, agregó: “No le voy a pedir a la gente que me perdone, pero sí voy a pedir disculpas. Esta sociedad, que está tan fracturada, también puede sanar. El amor es la única reparación que hay ante estas cosas y es lo que quiero”.
El gesto parecía apuntar a la reconciliación. Sin embargo, mientras el pedido de perdón todavía ocupaba titulares, un video de 2016 grabado en La Trastienda volvió a circular en redes y derrumbó cualquier intento de clausura. En el registro puede verse a Cordera relatando, entre risas, que una chica de 15 años se ofreció como propina tras un recital y que de esa experiencia surgió una canción sobre “un amor inconfeso a una menor de 15 años, ya siendo un viejo yo”. El relato en tono festivo fue interpretado como apología del abuso y reforzó la idea de un patrón de discurso más que de un error aislado. La indignación creció de inmediato y ya no se trataba solo de las frases de TEA, sino de una naturalización de relaciones desiguales con menores de edad.
Las críticas más duras llegaron desde los colectivos feministas y, en particular, de figuras como Malena Pichot. La comediante habló de “desilusión” frente a la entrevista de Rosemblat, a quien acusó de dar un espacio “progresista” a un discurso que debería ser interpelado con firmeza. “Che, Cordera, si vos decís que hay algunas mujeres que necesitan ser violadas… ¿esto lo decís porque violaste a alguna? Porque si no, ¿cómo sabés?”, lanzó, poniendo en evidencia la falta de repreguntas en la charla. Para Pichot y otras voces del movimiento, entrevistas de este tipo no solo reabren heridas sino que también banalizan un discurso peligroso frente a nuevas generaciones que desconocen la polémica original.
Ni olvido ni perdón. La coincidencia entre las entrevistas, el pedido de disculpas, la viralización del video y el anuncio del show en Obras difícilmente sea inocente. Cordera parece usar la controversia como combustible para reposicionarse, aunque el costo social sea altísimo. Sus palabras, en vez de sonar como un acto genuino de arrepentimiento, se perciben como parte de una estrategia de marketing. El problema es que, en ese intento de regresar, las heridas no solo no se cierran, sino que se profundizan. Bajo un cerrojo mediático, NOTICIAS no logró dar con el propio cantautor para tener su análisis de la situación, pero en su Instagram continúa con la difusión de su gira que incluye shows en Paraná, Córdoba, Santa Cruz, Neuquén y Bahía Blanca. Mientras tanto, posteó un video que reza: “Ya no quiero castigo, por no hacer lo que debo”.
La discusión excede al propio Cordera y abarca a todos los que derrapan con pensamientos que atentan contra los derechos de las mujeres. La cuestión es dilucidar si sus disculpas “pour la galerie” son un acto de reparación, una estrategia de ventas o si forma parte de la libertad de expresión de los medios mostrar a un artista en caída, aún cuando su discurso sigue hiriendo sensibilidades y reavivando la memoria de las víctimas de violencia de género.
A menos de dos meses de volver a subirse a un escenario emblemático, Cordera transita la delgada línea entre el regreso artístico y la memoria de sus propias palabras. Su música intenta sonar otra vez, pero la sociedad le recuerda que hay frases que no se borran con un simple “lo siento”. En el eco de 2016, en la voz de Pichot, en la indignación feminista y en la furia de las redes sociales, queda claro que la herida sigue abierta.














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