Cuando pensamos en rugby viene a nuestra cabeza un estereotipo creado por el común de la sociedad. Hombres grandes, fuertes e incluso pertenecientes a una clase social alta. Pero en realidad, las mujeres argentinas también lo practican desde el 25 de noviembre de 1985.
"No importa si tenes botines Adidas, Nike o zapatillas de lona. No excluimos a las personas por no tener elementos para jugar", enfatiza Victoria Brito, jugadora de “Las Pumitas”, el equipo juvenil nacional, desmitificando una supuesta realidad clasista que existe sobre este deporte.
Según el último censo realizado por la Union Argentina de Rugby (UAR), 6084 mujeres juegan rugby. El 48,6% son mayores de 18 años, el 35, 92% adolescentes y tan solo un 15,62% forman las infantiles de todo el país.
Lucia Salvatierra, capitana del club Santiago Rugby, de Santiago del Estero, explica que su provincia ha sido de las últimas en permitir este deporte a mujeres. La invitación llegó en el año 2010 por la Unión Argentina de Rugby. Curiosamente, en ese momento ya había niñas de 9 y 10 años que jugaban camufladas con los niños.
Las normas de la UAR establecen que las niñas pueden jugar junto a los varones hasta los 13 años de edad. Luego debido a los cambios físicos que se suceden en la adolescencia, deben dividirse por género.
"Machona", "no sos una señorita", "lesbiana", son algunas de las agresioens verbales que reciben las mujeres que deciden practicar este deporte.
Para Florencia Moreno jugadora del Seleccionado Nacional, la gran desventaja de Las Pumas en con otros seleccionados es que no se incentiva a las niñas a jugar desde una temprana edad. Todas las mujeres que conforman hoy el plantel nacional comenzaron su carrera de grandes.
“Desde las escuelas primarias debe fomentarse a jugar. Es necesario que se incorpore a la currícula de la materia de educación física el rugby, así como se enseña el handball o voley a las niñas”, insiste Moreno.
La Universidad Nacional de Salta fue una de las instituciones públicas pioneras en permitir el juego a mujeres. Maria Cabaña, entrenadora del equipo, asegura que han aumentado las adhesiones sobre todo de chicas del interior de la provincia. Lo que llevó al planteo de la universidad de empezar a trabajar en la formación de equipos juveniles.
“Este año, antes de la pandemia llegamos a ser 30 jugadoras. Pero el problema que tenemos es encontrar profesores que se quieran sumar a dar clases gratis a chicas.”, explica Cabaña.
El rugby femenino es la otra cara de un deporte generalmente clasificado de elite. Y viene a desmitificar la idea de que son necesarios distintos componentes sociales, económicos o raciales para jugar rugby.
por Ornella Tiesso
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