Desde que el director de la Fundación Infant, Fernando Polack, aseguró que el uso de plasma de convaleciente “transforma al Covid-19 en un mal catarro”, las expectativas sobre este posible tratamiento se multiplicaron de manera exponencial. Y, si bien todavía falta que los resultados preliminares de la investigación que llevó adelante el infectólogo se publiquen en las revistas científicas, en la Argentina la noticia tuvo un fuerte impacto en la comunidad médica y todos los organismos e instituciones que administran plasma ya comenzaron a reescribir sus protocolos para ampliar la cantidad de gente que puede llegar a recibir plasma. De la mano de este optimismo, regresaron algunas dudas: ¿estamos frente a un tratamiento para todos?, ¿quién decide qué paciente lo recibe?, ¿se puede pagar para conseguir las dosis?, ¿hay suficiente stock para abastecer a todos los que lo requieran?
En Argentina, el uso de plasma de convaleciente para pacientes con Covid-19 comenzó en mayo. Un mes más tarde, se multiplicaban las denuncias públicas acerca de la discrecionalidad en su administración. Cuando se conoció que el intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde, se había recuperado con este tratamiento, la idea de que quienes tienen más recursos, tienen más acceso, se instaló. Por esos días, también se había viralizado el video de un hombre que estaba internado en el Hospital Santojanni de Capital Federal, en el que afirmaba que había pedido plasma y que no le había sido otorgado. Poco después, la periodista Nancy Pazos contó que rechazó que su madre lo recibiera mientras estaba internada porque sabía de la escasez de dosis.
Todos los especialistas consultados por NOTICIAS, tanto del sector público como del privado, coinciden en que hubo una “politización” del tema y un mal manejo de la información oficial, que creó una falsa idea sobre cómo y bajo qué circunstancias se puede administrar el plasma. Hasta el momento, en la Argentina conviven más de una decena de estudios observacionales en distintas instituciones médicas y jurisdicciones. Cada uno definió sus protocolos para estudiar qué efectos tiene el plasma en determinada población de enfermos. En Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, se llevaron adelante protocolos en 10 hospitales -dos de ellos acaban de finalizar y están en fase de estudio-. La provincia de Buenos Aires es la región que comenzó con su uso de forma temprana y con criterios muy amplios: se aplica antes de los 7 días de aparecidos los primeros síntomas, cuando se detecta que la oxigenación de la sangre en el paciente comienza a disminuir, más allá de la edad o comorbilidades. Los bonaerenses ya avanzaron en dos publicaciones, una que salió en una revista científica local y otra que está en estado de preprint y que se incorporó en la biblioteca de la Organización Mundial de la Salud.
Por otro lado, en el país se realizaron dos ensayos clínicos doble ciego (los que brindan resultados más confiables debido a su metodología): el del Hospital Italiano, que concluyó que el plasma no es eficaz en pacientes graves, y el que se acaba de conocer de la Fundación Infant, que sostiene que este recurso tiene una eficacia del 61% en adultos mayores de 65 años con covid leve -y que sirve para evitar que la enfermedad evolucione- y un 70% de efectividad en mayores de 75 años sin enfermedades preexistentes, siempre que se lo administre dentro de las primeras 72 horas de la aparición de los síntomas.
Temor. Desde Infant no quisieron volver a hacer declaraciones luego de la conferencia de prensa. Los expertos prefieren esperar que la comunidad científica respalde sus conclusiones. Sin embargo, las expectativas son altas y, en palabras sencillas, lo que demostraría este estudio es que el plasma podría utilizarse casi de forma preventiva en adultos mayores con síntomas recientes. Por lo tanto, más personas lo requerirían.
La posibilidad de que haya un desequilibrio entre oferta y demanda de dosis de plasma es real. Por eso, tanto la directora del Instituto de Hemoterapia de la provincia, Alejandra de Bonis, como la coordinadora de la Red de Medicina Transfusional de los Hospitales de la Ciudad, Noemí Lena, coinciden en que, en este momento la estrategia consiste en aumentar el stock de dosis. Karina Rainero, la directora médica del centro regional de hemoterapia de Fundación Swiss Medical, pone de manifiesto el temor: “Si el estudio de Infant es avalado por la comunidad científica, claro que preocupa poder asumir el abastecimiento de todos los cuadros”, señala.
En Capital Federal ya se transfundieron con plasma de convalecientes 787 pacientes que necesitaron 1060 dosis (alícuotas de plasma). En total, 1056 recuperados de Covid fueron donantes. En la Provincia hubo 2763 donantes y se transfundió a 6784 pacientes que necesitaron 7274 dosis. Se estima que cada paciente tiene la capacidad de donar unos 600 u 800 mililitros de plasma y cada dosis, o alícuota, es de 200 mililitros. "Por persona conseguimos tres, cuatro y hasta cinco productos. Además, se puede donar más de una vez", cuenta De Bonis.
En ambas jurisdicciones insisten en que, en el peor momento, durante el pico, pudieron dar a basto con la demanda. Ahora, con la baja de casos en el AMBA, disminuyó también la demanda de plasma pero insisten en la necesidad de impulsar la donación.
Mario Rovere es el director provincial de a Escuela de Gobierno en Salud Floreal Ferrara del ministerio de Salud bonaerense, el área que define los protocolos. Según el experto, lo que se observa es un problema de escala: “Vayamos para atrás: si yo le hubiera dado plasma preventivamente en los más de 500 mil casos de la Provincia, tendría que haber tenido unos 150 mil donantes, cosa que no tuvimos ni tenemos. Si se define la aplicación muy precoz, cosa que puede suceder, vamos a tener que pensar solo en los grupos de riesgo porque sería imposible cubrir una población abierta. Además, la transfusión no se puede hacer en cualquier lado. Necesitás al paciente internado”, explica.
Rovere, además, cuenta que el tratamiento con plasma tiene expectativas más allá de la vacuna: “Puede pasar que haya pacientes que no generen anticuerpos. Los ingleses hoy, por ejemplo, están comenzando un estudio con plasma porque piensan que los mayores de 80 no van a reaccionar bien a la vacuna”.
Administración. Lena es categórica: “Hay que recordar siempre que el plasma es un componente experimental y que por eso cada institución fija sus criterios sobre quién puede recibir y quién no”, dice y subraya que el hombre que viralizó el video pidiendo plasma no se adecuaba a los requisitos: “Se recuperó sin plasma y obtuvo el alta. Cuando le pidieron que filmara otro video contando esto, se negó. El tema se politizó lamentablemente”, cuenta. De Bonis coincide: “Yo soy la que libera el plasma. Te puedo asegurar que no hay discrecionalidad. Lo que pasa es que siempre el diablo mete la cola. Además, muchas personas en la desesperación llamaban pidiendo plasma y no entraban dentro del protocolo”, afirma.
En el sector privado aparecieron denuncias sobre instituciones que cobraron la práctica, en general, a través del cobro de insumos como accesorios como barbijos o camisolines. “Ningún paciente tiene por qué pagar absolutamente nada. Eso es ilegal y se debe denunciar”, sostuvo Rainero.
Los temores se acrecientan a medida que se conocen cada vez más los resultados. En el mundo ya hay 3500 trabajos publicados (ensayos clínicos y estudios observacionales) que alimentan las esperanzas. Todavía falta un tramo largo para que exista un único criterio de aplicación, pero las expectativas son altas.
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