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SOCIEDAD | 29-12-2019 08:33

Alberto Fernández y una familia deconstruida en la Casa Rosada

Por primera vez, la diversidad llega al poder de la mano del presidente. Pareja ensamblada e hijo disruptivo.

Que Alberto Fernández no estuviera casado con Fabiola Yáñez generó un debate acerca de si su pareja podía desempeñarse o no como Primera Dama. Que su hijo, Estanislao, fuera drag queen y que contara que tiene una relación abierta, alimentó durante meses a la prensa y a las redes. Que haya designado a su expareja, Vilma Ibarra, al frente de la Secretaría de Legal y Técnica sorprendió a más de uno. Todo aquello que en otros tiempos un político en campaña hubiera tratado de ocultar, el nuevo Presidente lo convirtió en algo positivo. Sin necesidad de aferrarse al modelo de la familia tradicional para construir una imagen positiva, Alberto Fernández llevó la diversidad al poder.

Una de las frases más usadas por el jefe de Estado durante la campaña fue: “Soy un tipo común”. La repitió en spots, entrevistas y la materializó el mismo día de la asunción, cuando decidió manejar su propio auto para ir hasta la Casa Rosada. La idea de que es un hombre igual al resto de los argentinos es una constante en el equipo de comunicación que lo rodea y su familia encaja a la perfección en la búsqueda de ese perfil.

Según las estadísticas oficiales del 2013 de la Ciudad de Buenos Aires, apenas el 37% de la población respondía al formato de familia tradicional, que suponía padre, madre y número reducido de hijos. Los especialistas aseguran que el porcentaje probablemente se reduzca cuando se realice el nuevo censo. Sin embargo, a pesar de los números, en las representaciones públicas que hacía el poder sobre las familias, la vieja estructura todavía tenía muchísimo valor. No es casual: los investigadores sociales insisten en que siempre hubo una distancia entre el ideario de la familia y sus representaciones en espacios públicos (como la política o la publicidad, por ejemplo) con las prácticas reales de las personas.

En política, no sólo lo que dice un funcionario es importante. Cómo vive y quiénes lo rodean también son factores determinantes para delinear su imagen. Si bien desde el regreso de la democracia a esta parte las familias del poder se animaron cada vez más a mostrarse más cercanos a las prácticas que a los ideales, Fernández fue todavía más allá. Con una sociedad cada vez más receptiva a la diversidad, un “tipo común” iba a tener que plegarse a los conceptos del siglo XXI y a presentar su nuevo modelo: la familia deconstruida.

Alberto Fernández y Estanislao

Diversos. “Cómo te moderniza tu pibe, eh”, le dijo esta semana un viejo amigo a Fernández en una charla en la Quinta de Olivos. El 10 de diciembre, Estanislao había asistido a la asunción de su padre con la bandera LGBTIQ+ que sobresalía del bolsillo de su traje. La imagen recorrió la prensa argentina y del mundo.

“La imagen de Estanislao no es la del ingeniero que está en una oficina. Y el espacio de Alberto es un espacio que le habla a un público muy diferente al que le hablaba Mauricio Macri. Es un público que valora mucho la diversidad”, explica a NOTICIAS Daniela Aruj, consultora en imagen, comunicación y branding.

Sin embargo, no sólo la comunicación política podría explicar lo que significa una familia deconstruida en el poder. Andrea Torricela, investigadora del CONICET y especialista en temas de familia, asegura que la foto de Estanislao con el pañuelo, sus imágenes montado como drag queen o que pueda contar en público que tiene una relación abierta con su novia sin que implique ningún tipo de censura moral, tiene efectos positivos que van más allá de la nota de color: “Es fundamental. En general, esos espacios públicos siempre se habitaron desde los lugares más hegemónicos y normativos y servían, justamente, para reproducirlos. Estas imágenes ayudan a legitimar nuevos modelos de familia menos excluyentes y están muy en sintonía con los cambios que se vienen observando en la legislación de Argentina”.

En estos tiempos, construir una imagen pública que no se corresponda con la vida privada es prácticamente imposible o podría desmoronarse con la más mínima crisis. El Fernández presidente hoy tuvo su propio camino de deconstrucción, al menos, en relación a la vida de su hijo.

Según había contado Estanislao en una entrevista que había dado al sitio Nerdo en 2018, no fue sencillo que sus padres comprendieran qué significa ser drag queen. “Para los que no sepan, mi familia no sabe que hago drag. Para mí lo saben mis viejos pero se hacen los pelotudos. No se los dije por un tema de convivencia”, había dicho.

Estanislao Fernández

En este asunto, Fabiola tuvo un rol fundamental. “Es joven, viene del mundo del espectáculo. Es lógico que sea más abierta. Ella hablaba con Alberto, lo hacía tratar de entender. Él no deja de ser un hombre de otra generación”, cuenta alguien que conoce el entorno de Estanislao.

El espacio que iba a tener Fabiola en el Gobierno también generó repercusiones. Aunque en Argentina cada vez hay más familias ensambladas y parejas que conviven sin estar casadas, nunca este modelo había llegado a la Casa Rosada.

Fabiola tiene 38 años, es actriz y periodista y está en pareja con Fernández desde hace cinco años. No es su mujer de toda la vida, no tienen hijos ni tampoco firmaron ningún papel. Mónica Ghirardi, doctora en Historia por la Universidad Nacional de Córdoba y especialista en historia de la familia, entiende que es lógico que empiecen a observarse otras formas convivenciales: “Hay una crisis de la nupcialidad que va más allá de la Argentina. Ni siquiera los reyes tienen que impostar tanto un modelo de familia tradicional. Lo vemos, por ejemplo, con el príncipe Harry, que se casó con una mujer norteamericana de origen africano que está divorciada”, explica.

En la misma línea, Mario Riorda, presidente de la Asociación Latinoamericana de Investigadores en Campañas Electorales, insiste en que el peso que tienen los factores de la intimidad de los poderosos fue transformándose en las últimas décadas: “Las transformaciones de la sociedad, la influencia de patrones liberales en las relaciones humanas, el reconocimineto de nuevas sexualidades y la paulatina naturalización de las diferencias, han quitado peso especfíco a si el Presidente está casado o no”, dice. Al mismo tiempo agrega que el interés de los electorados por conocer sobre las intimidades de los políticos continúa teniendo vigencia “porque cada uno de los elementos en los liderazgos públicos contribuye a su evaluación, incluyendo su vida privada que automáticamente pasa a ser pública. Pero, en la actualidad, lo que se da es un proceso de difusión ex post y ya no es un factor de veto ex ante”.

Si de vínculos familiares no tradicionales se habla, Fernández fue más allá con todo. Con sus exmujeres, no sólo mantiene una buena relación sino que designó a Vilma Ibarra, con quien estuvo en pareja hasta 2015, como secretaria de Legal y Técnica de la Nación. En la jura de ministros la nombró y dijo: “Saben ustedes que la conozco bien a Vilma”, levantó las cejas y sonrió. Un gesto personal y, al mismo tiempo, un guiño para una sociedad que, según los especialistas, tiene ganas de ver en el poder a personas con vidas similares a la suya.

El día que ganó las elecciones, el 27 de octubre, en el búnker lo acompañó otra ex pareja: Marcela Lucchetti, la mujer con la que estuvo 20 años y que es la madre de Estanislao. Perfil bajo, la vieron celebrar por el triunfo del padre de su hijo.

“Más allá de que el divorcio era legal, se decía que los hijos de padres separados eran problemáticos pero lo que generaba problemas era el estigma o lo mal que vivían sus padres la separación porque se pensaba en términos de fracaso. Que ahora pensemos que la relación puede terminar, es un gran cambio”, agrega Torricela.

Alberto Fernandez

Otra historia. El modelo de familia que muestra Fernández es, en algún punto, inédito en la historia reciente de la Argentina. De hecho, a pesar de que la de Mauricio Macri y Juliana Awada era una familia ensamblada, el modelo que se construía desde la comunicación política estaba más cerca del modelo tradicional.

“La estrategia está direccionada a los segmentos a los cuales les querés hablar. En función de eso, a veces trabajás con elementos personales como la familia. Macri en la campaña del 2015 contruyó una imagen de familia tipo. Era él, Juliana y Antonia. Y aparecía también Balcarce. Apuntaban a un votante de clase media o media alta, más conservador. Al principio era raro ver a la hija mayor de Juliana o que Macri nombrara mucho a los hijos de su primer matrimonio. En la foto siempre eran tres. Cuando asumió eso cambió un poco”, describe Aruj.

Torricella coincide de lleno aunque sí observó una cambio propio del clima de época: “Macri mostraba una paternidad afectiva con Antonia, un signo de estos años. Escuchó lo que pasaba en la sociedad. Las investigaciones sobre el nuevo rol de los padres en la división del trabajo doméstico coinciden en que lo único en lo que los hombres acrecentaron tareas es en el cuidado de los hijos aunque no en las demás”, subraya.

Los cambios en las familias del poder vienen siendo graduales. La familia de Néstor Kirchner y Cristina Fernández respondió al típico modelo tradicional aunque con un avance para nada menor: en ese matrimonio, la mujer tenía un peso tan fuerte como el hombre. Esta característica los une con sus antecesores, Eduardo Duhalde y Hilda “Chiche” Duhalde.

Para Torricella, hubo un factor que marcó la "tradicionalidad" de la familia K. "La viudez, el negro y nunca más una pareja. Si bien es una decisión personal también se lo puede pensar desde este lugar. Es cierto que también después se fue rompiendo esa imagen", sostiene.

Los radicales Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa mantuvieron la clásica imagen de la familia tradicional. Sin lugar para las mujeres y con perfiles estructurados, sólo sus hijos varones tuvieron espacio en la escena pública. Que Alfonsín haya aprobado el divorcio y modificado la ley de patria potestad compartida fue un hito. Sin embargo, aquellas decisiones políticas no se correspondían con la imagen tradicional de su vida. A pesar de los rumores sobre su separación de María Lorenza Barrenechea, la cuestión nunca fue aclarada. Nadie tampoco preguntó. Todavía era un tema tabú.

El caso de Carlos Menem es clave para comprender hasta dónde se preocupan por estas situaciones los políticos. Asumió como el padre de una típica familia pero los conflictos con su esposa, Zulema Yoma, surgieron en el medio de la gestión y se divorció. El asunto fue un escándalo en aquel momento y de ninguna manera pasó desapercibido: "El conflicto superó a la construcción comunicacional que habían hecho y tuvieron que ser a pesar del conflicto", añade Aruj.

La historiadora Ghirarde señala que hubo un primer cambio de paradigma a principios del siglo XX, cuando la familia se transformó de un modelo canónico a un modelo moderno. La aprobación de leyes laicas, la primera transición demográfica y la aparición de la sociedad industrial dejaron de lado los matrimonios arreglados en función de un apellido y abrieron paso a los matrimonios románticos. Sin embargo, mantuvieron características fundamentales: debía ser indisoluble, monogámico y ser público.
La segunda transición demográfica que trajo el nuevo milenio, para la experta, abrió paso a un nuevo paradigma. La disminución de los matrimonios, la caída en la fecundidad y los cambios en la legislación modifican las formas en las que entendemos a esta institución. Alberto Fernández llevó este nuevo modelo al poder: diversidad y ensamble.

por R.N.

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