Thursday 28 de March, 2024

SOCIEDAD | 28-01-2020 16:17

Villa Gesell, jóvenes y violencia: un aporte desde el psicoanálisis

Luciano Lutereau, autor de “Mas crianza, menos terapia”, reflexiona sobre el asesinato de Fernando Báez Sosa. Machismo, crianza hedonista y rugby.

Luciano Lutereau es psicoanalista, filósofo y autor de dos libros fundamentales para pensar las juventudes del siglo XXI: “Más crianza, menos terapia” y “Esos raros adolescentes nuevos” (Paidós). En diálogo con NOTICIAS, el experto reflexionó sobre el asesinato de Fernando Báez Sosa en Villa Gesell, un crimen que expuso la violencia cotidiana a la que se enfrentan los adolescentes de Argentina.

Noticias: ¿Cómo se explica que un grupo de jóvenes que, a simple vista, tiene una buena vida (familia, estudios, trabajo, etcétera) protagonice episodios de violencia como el que vimos en Villa Gesell?

Luciano Lutereau: Hay un tema que propuse para mi próximo libro, que va a salir con Paidós, “El fin de la masculinidad”, donde la hipótesis central es que el machismo actual no es un efecto de un acrecentamiento de la masculinidad sino un efecto de su crisis, de su fin. Las estructuras tradicionales de la masculinidad están en crisis y eso explica que haya una misoginia, una homofobia mucho mayor.

En términos generales, en todas las sociedades hubo históricamente ritos que marcaban el pasaje a la adultez para los varones. En determinados momentos había que realizar ciertos actos, algunos tan triviales como pasar de los pantalones cortos a los largos. Eventualmente, fue el debut sexual. En otro momento operó de otra forma el Servicio Militar Obligatorio. No quiero decir con esto que deba volver, pero eran actos que marcaban un antes y un después para todo varón. En culturas llamadas primitivas estaba la costumbre de llevar al varón al bosque para que pasara la noche y luego volver a la sociedad y ahí se lo reconocía como un adulto.

La crisis de pasaje de la adolescencia en los varones hacia la adultez, lo que produce hoy en día, es que permanezcan en una posición o actitud bastante inmadura, caracterizada por el refuerzo de la acción conjunta. Se permanece en la acción colectiva a través de grupos de pares que se fundamentan, principalmente, en la exclusión de todo lo diferente. Es decir, son pequeñas hordas segregativas que depositan todo lo malo afuera.

Son grupos homogéneos, como suelen ser los grupos de pares de los varones, donde lo otro es denigrado, degradado, tiene que ser castigado, eliminado. Esta es una de las formas que también explica cómo en la cultura actual muchas veces los varones prefieren la permanencia en el grupo antes que cualquier otro compromiso.

Hay un tema: los varones después del feminismo. De un tiempo a esta parte, diría que desde la década del '60 hasta hoy, el feminismo produjo una reelaboración y reconsideración de todos los escenarios en los que puede participar una mujer. Es decir, se revisaron los estereotipos femeninos sobre todo en lo laboral y en el ámbito doméstico. Pero no hubo, todavía, una revisión de las formas que toma la masculinidad. Por eso, todo varón se encuentra confrontado con un modelo hegemónico de masculinidad que, muchas veces, le resulta opresivo o que asume incómodamente pero todavía no sabe, en términos generales, cómo posicionarse. En última instancia, los modelos tradicionales que hablan de un varón proveedor, de un varón que se realiza culturalmente a través de una demostración de potencia, que se realiza a través del éxito profesional son modelos que están perdiendo vigencia. El punto es que la pérdida de esos modelos o estereotipos del varón hegemónico genera, muchas veces, resentimiento.

Noticias: En Zárate, varios de los detenidos ya habían protagonizado peleas y situaciones de mucha violencia. ¿Cuál es la responsabilidad del mundo adulto?

Lutereau: Creo que no solamente habría que tener en cuenta un aspecto de género, relacionado con la cuestión del modelo hegemónico de masculinidad. Este tipo de cuestiones muchas veces se repiten en las clases medias, sobre todo, por las lógicas de complicidad que funcionan en las clases medias.

Las clases medias tienen un funcionamiento de apañamiento de los hijos. Hay una crisis del mundo adulto en el sentido de que ya a nadie se lo cría con el objetivo de que sea una persona pública o comprometida en el mundo comunitario sino que se cría con criterios de éxito individual, en clave personal, con lógicas de competitividad. Vos preguntás, en un contexto general, a madres y padres de clase media qué quieren para sus hijos en el futuro y la mayoría te responde “que sean felices”. Nadie responde “que sea una buena persona”. Dentro de ese criterio de felicidad, lo que se incluye es un modelo hedonista, donde la felicidad es principalmente una satisfacción individual. Que sea feliz significa que no le falte nada, que pueda tener todo lo que quiera, que nadie le haga nada.

En las clases medias funciona un criterio protector, de complicidad, donde justamente estos chicos están muchas veces acostumbrados a zafar. Y han zafado muchas veces. Esto que pasó con los pibes de Villa Gesell pasa a escala mucho menor en las escuelas secundarias. En mi libro “Esos raros adolescentes nuevos”, una de las cuestiones que analizo es el tema del bullying en los colegios y se ve que pocos jóvenes saben que subiendo a las redes hostigamientos hacia compañeros están realizando actos que hasta se pueden considerar delictivos.

Lo que pasa es que están acostumbrados a ver sus actos no de forma pública sino como actos privados, íntimos. Están, por decirlo así, criados en un criterio hedonista que no contempla la inclusión futura en una ley. He realizado intervenciones en escuelas acerca de estos temas y lo que los adolescentes responden es “nosotros no sabíamos”, “no me lo imaginaba”, “no pensé que esto estaba tan mal”.

Otro criterio para pensar lo que pasó con estos chicos pueden ser los accidentes automovilísticos. Hay mucha cantidad de chicos que han realizado homicidios pisando a una persona y jamás han contemplado que hay algún tipo de responsabilidad al subirse alcoholizado a un auto. Justamente porque en el modelo de crianza adquirido está la idea de que no estar en un mundo público. Esto lo digo para que se entienda que no sólo se debe pensar en clave de género, algo que circuló mucho en estos días, sino que también hay otro aspecto ligado al modelo de crianza y al acompañamiento de la adolescencia.

Noticias: ¿Qué deberían hacer los padres de los adolescentes cuando advierten que ya hay comportamientos de este tipo?, ¿castigarlos?

Lutereau: Hay que pensar acerca de los permisos, el consumo del alcohol y la droga, los jóvenes y la noche. Los modelos prohibitivos no tienen ningún sentido. Si hoy un padre le prohibe a su hijo, por ejemplo, consumir marihuana, esa prohibición cae en saco vacío porque la accesibilidad es mucho mayor. Prohibir algo que está al alcance de la mano no tiene ningún sentido. Cuando decimos que los padres los tienen que castigar, muchas veces lo que hacemos es proyectar un castigo social. Más que pensar castigos puntuales para acciones, lo que hay que pensar fuertemente son los modelos de crianza. Más que pensar qué hacemos con estos chicos cuando hacen algo mal, hay que pensar cómo llegaron hasta ahí.

Noticias: En los análisis que hubo estos días se insistió con el rugby como deporte que fomenta la violencia, los actos en manada y el machismo. ¿Concidís con esos tres puntos?

Lutereau: Hubo dos análisis en estos días, sobre el rugby en sí y el machismo. Creo que parcialmente estoy de acuerdo con ambos. El rugby es un deporte fuertemente social que estimula ciertos rasgos de género. Pero me parece que lo difícil al analizar esta cuestión es no caer en una cuestión culpabilizante. No hay que decir “esto es por esto únicamente” porque acá se juegan muchísimos factores. En el caso del rugby, hay muchos chicos para los cuales este es un deporte que implica fomentar valores completamente distintos.

Me parece que no es el rugby por sí mismo sino que podemos pensar en la institución en la cual aprendieron a jugar al rugby. Todo esto se ve muy tempranamente en los vestuarios, en cómo funcionan como equipo. No quiero hablar puntualmente de estos chicos, pero es cierto que venían realizando muchos actos de este estilo en Zárate. El club podría haber tomado iniciativas mucho antes. Me parece que hay un costado en el que, quizás, ya no se juegan ni factores de género ni factores sociales sino también factores económicos. No querer perder el prestigio de tener a ciertas familias dentro de un club, por ejemplo.

No son sólo las cuestiones de género, no es el rugby por sí mismo. También podemos tomar la idea de manada. Yo lo planteo desde el psicoanálisis, Rita Segato lo hace desde la antropología y otra de las que desarrolló muy bien este concepto fue Luciana Peker. Se habla de la cofradía masculina, que tiene ese funcionamiento masificado. De alguna manera, ese funcionamiento en masa desdibuja la acción puntual. En el caso de Gesell, sin dudas, se va a identificar al que pegó la patada que acabó con la vida de Fernando, pero el problema es la coparticipación de todos los demás.

El formato de la masculinidad actual asume un modo homogéneo donde se desdibuja la acción individual por falta de masculinización. La indignación de muchas personas marcaba, justamente, la cobardía. Esto quiero que quede subrayado. Este funcionamiento es cobarde cuando, en realidad, en otro tiempo lo que se esperaba de un varón era que tuviera valentía. La valentía no pasaba por una acción con otros sino pensada en clave de responsabilidad personal.

 

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Giselle Leclercq

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