Eduardo “El Presto” Prestofelippo, uno de los influencers más conocidos de la derecha, ya no forma parte de La Libertad Avanza desde hace tiempo. Su distanciamiento se dio antes de la campaña actual, en medio de choques internos y de la disputa por el control que ejerce Karina Milei sobre la estructura. Sin embargo, la reciente derrota en la provincia de Buenos Aires reactivó las tensiones y su voz volvió a resonar con fuerza en el debate público.
En una editorial en su canal de YouTube, publicada tras la caída electoral del domingo, el youtuber sostuvo que el Presidente “no está normal” y que comienza a mostrar “rasgos que ya dan miedo”. No se trató de un exabrupto aislado: es parte de un diagnóstico que comparte la llamada “primera guardia” de militantes digitales -Carlos Maslatón, Emanuel Danann, De Peroncho y Álvaro Zicarelli, entre otros-, quienes con el tiempo quedaron fuera del armado: algunos fueron desplazados y otros decidieron apartarse al ver los manejos cada vez más arbitrarios de Karina Milei.
La acusación es directa: en La Libertad Avanza no hay lugar para voces autónomas. Todo aquel que intente marcar diferencias o mantener pensamiento propio termina fuera del esquema. Y esa purga, aseguran, explica por qué figuras que alguna vez construyeron la identidad libertaria desde las redes hoy se encuentran del otro lado, convertidos en críticos implacables.
Pero la bronca no es solo por la forma en que se dio esa ruptura, sino también por la impotencia de ver frustrado el proyecto que ellos mismos soñaron. Confiaban en que el partido de Milei iba a materializar ideas de país distintas, que rompieran con la vieja política y con el kirchnerismo. La decepción es doble: no solo sienten que esas promesas se evaporaron, sino que -según ellos- el propio Milei y, sobre todo, Karina, terminaron facilitando el terreno para que el kirchnerismo recupere protagonismo.
“¿Nos vamos a seguir haciendo los boludos? Javier Milei no está emocional ni mentalmente en sus cabales”, disparó el influencer ex libertario.
Con la derrota bonaerense fresca y el escándalo de las coimas en plena ebullición, las críticas de quienes alguna vez fueron aliados internos golpean con más fuerza. El oficialismo no sólo enfrenta el desgaste externo de la oposición y la crisis económica, sino también la erosión de su capital simbólico: perder a los fundadores digitales que lo instalaron ante la opinión pública significa ceder terreno en el mismo territorio donde Milei se hizo fuerte.
En definitiva, lo de El Presto no marca una ruptura nueva -porque ya estaba fuera del espacio-, pero sí la amplifica. Después del fracaso electoral, las tensiones internas dejaron de ser un murmullo y pasaron a ser un grito: la debilidad del proyecto libertario no se mide solo en votos o en la economía, sino también en la desilusión de quienes pensaron que Milei iba a encarnar un cambio real y ahora lo acusan de abrirle el camino a lo que decía querer derrotar.














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