En los últimos años, la industria del equipamiento médico ha experimentado una transformación silenciosa pero profunda: el avance hacia un modelo más sostenible, donde la innovación tecnológica convive con una creciente conciencia ambiental. Equipos con menor consumo energético, componentes reciclables y procesos de fabricación optimizados empiezan a marcar una nueva norma en un sector históricamente centrado en la eficiencia clínica, pero no siempre atento al impacto ambiental.
Este cambio de paradigma está impulsado por fabricantes que integran principios ESG (Environmental, Social and Governance) en sus estrategias de desarrollo. Uno de los casos más representativos es el de Mindray, compañía que ha asumido el compromiso de reducir un 25% su intensidad de carbono (alcances 1 y 2) para 2030, consolidando una agenda que no solo prioriza la innovación clínica, sino también la sostenibilidad a largo plazo. Esta visión atraviesa todas las etapas del producto, desde el diseño inicial hasta su distribución final, y se refleja en tecnologías que combinan rendimiento y eficiencia energética.
La integración de modos inteligentes de operación, sistemas de apagado automático y ajustes dinámicos de potencia según el uso real permiten una notable reducción del consumo eléctrico sin sacrificar precisión diagnóstica ni velocidad de respuesta. Un ejemplo concreto de este enfoque es el desarrollo de ecógrafos portátiles por parte de Vinno Ultrasound, cuyo diseño ligero y eficiente posibilita su uso en unidades móviles, guardias, emergencias y atenciones domiciliarias, disminuyendo la necesidad de trasladar pacientes y el uso intensivo de infraestructura hospitalaria. Desde la empresa CSH, dedicada a soluciones de equipamiento médico, destacan que equipos como el Vinno 5 se construyen con criterios de modularidad: sus componentes internos —como sondas, baterías o placas— pueden reemplazarse de forma individual, lo que extiende su vida útil y reduce significativamente la generación de residuos electrónicos. Para Alfredo Ludueña, especialista en imágenes de CSH, esta modularidad representa una respuesta concreta al desafío de la obsolescencia y el desperdicio tecnológico.
Esta lógica de reutilización no solo reduce la presión sobre el sistema de gestión de residuos electrónicos, sino que permite aprovechar recursos que, en otras condiciones, serían descartados sin más. Según Yamil Adur, director técnico de la firma, estas estrategias amplían la vida útil de los dispositivos y optimizan los recursos disponibles en contextos donde la eficiencia operativa es clave.
Por otra parte, varios fabricantes están comenzando a adoptar políticas activas de economía circular, estableciendo alianzas para la disposición responsable de equipos en desuso y promoviendo programas internos de reciclaje y reaprovechamiento de materiales. Estas prácticas, cada vez más extendidas, marcan una tendencia en alza: la sostenibilidad ya no es un diferencial, sino un requerimiento para ser competitivo y relevante en el ecosistema de la salud global.
Para Lucila Ficarra, analista en marketing y comunicaciones con enfoque en sostenibilidad, la adopción de tecnologías energéticamente eficientes representa una oportunidad estratégica para las instituciones médicas. No solo permite reducir el impacto ambiental y los costos operativos, sino que además mejora la calidad del servicio y refuerza el compromiso de las organizaciones con la salud ambiental. Un valor, afirma, cada vez más valorado por profesionales, pacientes y organismos internacionales.
El futuro de la salud ya no se mide únicamente en términos de eficiencia clínica. También exige respuestas frente a desafíos ambientales, regulatorios y sociales cada vez más complejos. En ese futuro, el equipamiento médico sostenible no será una opción, sino un estándar. Y su adopción marcará la diferencia entre las instituciones que lideran la transformación… y las que se quedan atrás.
por R.N.
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