Sunday 4 de May, 2025

SALUD | 15-04-2025 10:17

Neurociencia y comportamiento: “No hay libre albedrío”

Las decisiones que toman las personas están determinadas por la genética y el ambiente, afirma Robert Sapolsky. Polémica y razones.

Robert Sapolsky, de 67 años, una de las figuras más controvertidas del mundo académico estadounidense, tiene su propia perspectiva sobre la neurociencia, un área en la que posee un doctorado, y es profesor en la prestigiosa Universidad de Stanford (California, Estados Unidos). Desde hace más de tres décadas examina el cerebro para descifrar cuestiones que causan malestar a la especie humana, como el estrés. En los últimos tiempos, sin embargo, se está concentrando en los mecanismos que hay detrás de la toma de decisiones, un tema que despierta la curiosidad científica y al que le da un enfoque único. Basándose en estudios amplios, Sapolsky asegura que las elecciones que hacen las personas están determinadas casi en su totalidad por factores genéticos y ambientales. Este es el combustible detrás de su libro “Determined: The Science of Life Without Free Will”.

Periodista: En tiempos de mayor complejidad y turbulencia, como el que vivimos, ¿es más difícil para los individuos tomar decisiones?
Robert Sapolsky: Indudablemente. Hay momentos históricos en los que la irracionalidad, el rasgo humano, se manifiesta en grados muy altos. Es lo que estamos observando ahora. Esto tiene que ver con la presencia de guerras, el aumento de las incertidumbres y las grietas en las sociedades polarizadas. Un ambiente inflamado por el odio, confinado a una lógica de “nosotros contra ellos”, genera miedo y desencadena un círculo vicioso que dificulta la toma de decisiones, un punto de ebullición que tiene como escenario el cerebro.

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Periodista: ¿La neurociencia ayuda a explicar la irracionalidad?
Sapolsky: Las personas se estresan más en épocas de mucho movimiento, lo que libera hormonas que activan estructuras en el cerebro relacionadas con las emociones, alterando la función reflexiva de la corteza frontal, que nos hace pensar antes de actuar. De ahí la propensión a un comportamiento más impulsivo, con tendencia, incluso, a la radicalización y al extremismo.

Periodista: ¿Por qué sus conclusiones sobre el proceso de toma de decisiones humanas son tan controvertidas en los círculos académicos?
Sapolsky: La gente alimenta la ilusión del poder de elección, cuando, en realidad, el libre albedrío es un mito. Esto significa que los individuos están casi al 100% programados para elegir este o aquel camino en los distintos aspectos de la vida. Las decisiones de las personas están definidas por una combinación de la genética, el entorno que las rodea y las experiencias que tienen; estas también dan forma al ADN. Todo está prácticamente escrito en nosotros, una idea que choca con varias escuelas de pensamiento.

Periodista: ¿Qué espacio queda entonces para que el individuo mejore y arbitre con más sabiduría?
Sapolsky: Las personas pueden madurar, recurrir al psicoanálisis de Freud y evolucionar en diferentes áreas. El cerebro es maleable y cambia en respuesta a las experiencias. Pero hay límites. El psicoanálisis aporta nuevas perspectivas que sacuden los patrones de pensamiento y comportamiento. Pero el modo en que las circunstancias ajenas a nuestro control nos afecten, desde un punto de vista biológico, seguirá siendo determinante para las decisiones que tomemos. Sin embargo, tengo una visión optimista: podemos cambiar lo suficiente para vivir mejor.

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Periodista: ¿Tenemos poco control sobre nuestras decisiones?
Sapolsky: Así es. Por supuesto, una parte importante del cerebro nos ayuda a pensar antes de tomar una decisión. Como sólo se desarrolla plenamente en la edad adulta, los adolescentes son, en general, más impulsivos. Pero incluso esta zona vinculada a la razón se ve afectada por un conjunto de acontecimientos tatuados en el cerebro, que hace que la mayoría de las decisiones que tomamos sean casi inevitables.

Periodista: Usted afirma que la creencia de la especie humana de que tiene un mayor control sobre el curso de su existencia, y de sus decisiones, es una herramienta evolutiva.
Sapolsky: Los humanos tenemos una serie de mecanismos que nos permiten negar la realidad para vivir mejor. Todos sabemos que la muerte es inevitable, pero sería demasiado doloroso pasar 24 horas luchando con esa idea. El olvido es una herramienta de supervivencia.

Periodista: ¿En qué medida la razón influye en el comportamiento?
Sapolsky: La idea de la racionalidad de las especies es otro mito. Los individuos tienen la impresión de que es la mente la que los mueve en una determinada dirección, pero las emociones tienen el mismo peso. Un estudio que realicé en el ámbito político, sobre elecciones, demuestra, basándose en la neurociencia, que el voto no se define por las ideas de un candidato. Lo que realmente importa son los sentimientos que provoca y cuánto resuenan en los miedos y ansiedades de cada persona.

Periodista: ¿Las decisiones políticas también están predeterminadas o dependen de las circunstancias?
Sapolsky: Encajan en la lista de los demás, bajo la misma lógica. Tomemos como ejemplo al presidente estadounidense Donald Trump, el líder más controvertido de nuestro tiempo. Yo diría que es un caso ejemplar de cómo la combinación de genética y medio ambiente produce un ser humano capaz de acciones sin empatía. El padre era un estafador inmobiliario y la madre una congeladora en el terreno del afecto y el cuidado. Pasó toda su vida sin saber si la gente que lo rodeaba lo amaba o simplemente estaban allí por el dinero. No podemos esperar nada muy diferente de lo que estamos viendo.

Periodista: ¿No le inquieta a usted esta visión tan determinista?
Sapolsky: Sí, me atormenta. Comprender científicamente las raíces de los errores humanos no significa que no causen repulsión.

Periodista: Retomando un caso extremo, como el de Adolf Hitler, ¿es posible decir que el mal también está predeterminado por la biología?
Sapolsky: No existe tal cosa como un “gen maligno” que te predestine a cometer genocidio. El ADN tiene que ver con potenciales, no con inevitabilidades. El entorno en el que se encontraba inmerso Hitler jugó un papel crucial en su trayectoria, que incluyó una infancia complicada, el trauma de la Primera Guerra, la crisis económica, el auge del nacionalismo; todo ello alteró su funcionamiento, exacerbando lo que puede leerse como una propensión al mal.

Periodista: ¿Puede explicar mejor, desde una perspectiva biológica, cómo el medio ambiente impacta en las decisiones que tomamos?
Sapolsky: No hay forma de saberlo con seguridad. Pero hay pistas. Se descubrió una variante genética relacionada con la serotonina, la hormona de la felicidad, que supuestamente predice los niveles de agresividad. Sólo se activa en un único escenario: cuando el individuo fue criado en un contexto abusivo. La genética y el medio ambiente siempre van de la mano, moldeando quiénes somos y cómo actuamos.

Periodista: ¿Esta idea no hace que los humanos parezcan máquinas?
Sapolsky: Somos máquinas biológicas. La diferencia con la inteligencia artificial es que los humanos somos más polifacéticos, somos conscientes de cuáles son nuestros botones y dónde están. Es un sistema sofisticado, pero no es algo para presumir. Las mismas enzimas quinasas que iluminan los receptores cuando aprendemos algo están presentes en el cerebro de las babosas marinas.

Periodista: Si prácticamente todo está ya escrito, ¿por qué es tan difícil predecir el mañana?
Sapolsky: Hasta los sistemas caóticos son deterministas, ya que siguen reglas fijas, pero incluso ellos exhiben una dependencia sensible de las condiciones iniciales. Y es exactamente en este punto que una pequeña variación puede tener un gran impacto en el tiempo, dando lugar a resultados impredecibles, drásticamente diferentes de lo esperado. Tomemos el caso de los gemelos. Aunque comparten una composición genética tan similar, nunca llegarán a ser personas idénticas o similares en su forma de ser, actuar y decidir.

Periodista: ¿Qué encontró en sus estudios sobre gemelos?
Sapolsky: Desde el nivel celular más primitivo, se notan distinciones entre ellos que sólo se profundizan con el tiempo. Cada persona tendrá su propia trayectoria y estará influenciada por sus propias experiencias, algo que dejará una huella decisiva en ella. Nada de esto es visible, por lo que es imposible trazar escenarios con precisión matemática. Lo que se puede inferir son tendencias.

Periodista: ¿Entender la toma de decisiones tal como usted la define trae algún beneficio?
Sapolsky: Desde el momento en que entendemos las elecciones de cada persona como expresión de su naturaleza, hay más empatía y menos juicio. Tal vez la comprensión de que los individuos son diversos por definición, desde el comienzo de la vida, contribuya a un ambiente de mayor tolerancia y menos odio.

Periodista: ¿Cómo tratar con los criminales dentro de esta lógica determinista?
Sapolsky: Debe haber castigo, pero el modelo vigente en países como EE. UU., donde trabajo con defensores públicos, debería repensarse. No se trata de mitigar la transgresión cometida por el criminal, sino de comprender que este sólo evolucionará cuando se exponga a un ambiente de convivencia con otros, capaz de estimular cambios positivos. En Noruega las cárceles se guían por un enfoque de rehabilitación, basado en mucha actividad y educación. Es cierto que la inversión en esa dirección es alta, pero hay registros de una caída en las tasas de homicidios y en la reincidencia de diversos delitos.

 

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