Un año ya de la aparición del primer caso de COVID-19 en Argentina. La incertidumbre de los primeros días fue dando paso, conforme avanzaban las investigaciones, a las certezas que hoy nos permiten cuidarnos entre todos.
El lavado de manos, el uso de barbijo, la higiene de todos los elementos y superficies, la ventilación de los ambientes cerrados, el distanciamiento social, todas estas prácticas quedaron incorporadas a nuestra rutina diaria.
En el área de la investigación científica y de la práctica médica, conceptos como la PCR, los testeos, los ensayos con diferentes vacunas que finalmente desembocaron en la disponibilidad no solo de una, sino de varias, también se sumaron al acervo adquirido en pandemia. La colaboración internacional fue esencial y los trabajos multicéntricos ayudaron al intercambio de experiencias entre profesionales y académicos de todo el mundo.
La incorporación de la pérdida del olfato como síntoma cardinal de la enfermedad fue, para quienes nos especializamos en el tema, la oportunidad de visibilizar este trastorno que tanto afecta la calidad de vida de quienes lo padecen.
Es imposible obviar el impacto económico de la pandemia en todo el mundo. Es notoria la diferencia entre los países que decidieron entrar en cuarentena y aquellos que no lo hicieron, a favor de los primeros.
En nuestro país la repercusión negativa fue muy alta, pero no todo el panorama se ve tan negro:
• No somos el país con más mortalidad por millón de habitantes.
• La incidencia de infección por el SARS-CoV-2 tampoco es la más alta.
• Afortunadamente, no hemos tenido casos trágicos de personas que fallecen en la calle por falta de oxígeno, como mostraban las tristes imágenes que llegaban de otros países. Hubo excepciones, claro, pero no fue la regla general.
Hemos tenido picos de contagio en los meses de julio, septiembre y enero (luego de las fiestas de fin de año). El comienzo de las clases presenciales y la reapertura de cines y espectáculos abren interrogantes acerca de cómo será la epidemiología en nuestro país en las semanas venideras.
Las cepas nuevas que aparecen, y con certeza seguirán apareciendo, también crean expectativa y nos obliga a mantener los cuidados personales y sociales para evitar que aumente su circulación.
Debemos estar atentos porque estamos cerca del cambio de estación. Las personas alérgicas pueden comenzar a presentar síntomas. Por otra parte, el aislamiento social preventivo y obligatorio del año pasado también contribuyó a la disminución de la circulación de otros virus: casi no hubo casos de gripe.
Es momento de celebrar la llegada de las vacunas, pero también de continuar con las medidas de cuidado. Tengamos siempre presente las “palabas mágicas”: barbijo, distancia física, lavado de manos y ventilación.
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