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CULTURA | 29-05-2021 17:19

Aramburu, el verdugo: antiperonismo y revanchismo

El camino de su dictadura, que culminó el 1 de mayo de 1958 con un saldo enorme de exiliados, torturados y asesinados.

Con un largo camino en la institución armada y tras ocupar varios cargos, a principios de la década del 50 Pedro Eugenio Aramburu veía que el final dentro del ejército no estaba lejos. Con el grado de coronel, pero con un bajo rendimiento en las Fuerzas Armadas, pasaría a retiro porque no alcanzaba el puntaje para ascender a general.  

Por esta razón, solicitó la mediación de su amigo Juan José Valle, a quien había conocido en el Liceo Militar, para que intercediera ante el general Juan Domingo Perón y evitar que lo echaran del ejército. Pese a que Perón logró salvarlo del retiro, Aramburu conspiraba junto a otros militares golpistas como Arturo Osorio Arana, Alejandro Agustín Lanusse y Benjamín Menéndez para derrocar al gobierno constitucional que había sido elegido por abrumadora mayoría.  

El 28 de septiembre de 1951 estalló el primer intento de golpe militar contra Perón, encabezado por el general Menéndez. Sin embargo, Aramburu, que intuía el fracaso, se trasladó a Brasil como agregado militar. 

De regreso en la Argentina, en 1955 asumió como director de Sanidad del ejército y junto al general Dalmiro Videla Balaguer se sumaron a la conspiración que preparaba para el 16 de junio la Marina, la fuerza más antiperonista

Clarin, prohibición peronista

Aquel día a las 12:40, aviones de la Marina de Guerra comenzaron a bombardear la Plaza de Mayo con la finalidad de derrocar a Perón. No solo no alcanzaron su objetivo, sino que produjeron la muerte de 350 inocentes y decenas de heridos que, en su mayoría, eran obreros que habían ido a defender al Presidente. 

Tras el fracaso del levantamiento y después de comprobar que no conseguiría su objetivo, Aramburu fue hasta la Casa Rosada para abrazar a Perón de manera descarada, según recordó el jefe del ejército Franklin Lucero en sus memorias, motivo por el cual su participación en el complot no trascendió. 

Pero este no iba a ser el último intento: el 16 de septiembre la Marina llevó adelante un nuevo golpe y le ofrecieron al general retirado Eduardo Lonardi encabezar la jefatura golpista. Aramburu intentó sublevar el regimiento de Curuzú Cuatiá en Corrientes, que fracasó de manera humillante y por el que terminó escondido en un campo. Para que no haya derramamiento de sangre, Perón firmó la capitulación y el día 20 de septiembre se refugió en la embajada paraguaya en un exilio que duraría 17 años.  

El 23 de septiembre nació la Revolución Libertadora con Lonardi como su primer presidente. Por su parte, Aramburu comenzó a planificar una nueva conspiración contra el presidente de facto porque Lonardi no había intervenido la CGT ni el partido peronista, y tampoco había aplicado la ley Marcial contra los jerarcas del peronismo. Esto provocó su renuncia el 13 de noviembre y su lugar fue ocupado por Aramburu

Lo primero que hizo el nuevo presidente de facto fue intervenir la CGT, que comenzó a ser controlada por el capitán Alberto Patrón Laplacette. Días después, Aramburu dispuso la intervención de los sindicatos y el 18 del mismo mes, decretó por el artículo 4.161 la prohibición de "la utilización de imágenes, símbolos, signos, expresiones significativas, doctrinas, artículos y obras artísticas (...) representativas del peronismo", e incluía una lista de vocablos proscritos como "peronismo", "peronista", "justicialismo", "justicialista", "tercera posición" y los discursos de Perón y de Eva, entre otros. También disolvió el partido peronista, prohibió su marcha y confiscó sus locales. 

Por orden de Aramburu, se sustrajo el cadáver de Eva Perón. Saquearon las casas de varios peronistas como Jorge Antonio, Eduardo Vucetich, Raúl Apold, Humberto Sosa Molina y Delia Parodi. También se confiscaron los bienes de todos los funcionarios peronistas del país, sin ningún juicio previo. Se encarceló a todos los gobernadores peronistas del país elegidos por el voto popular como Carlos Aloé en Buenos Aires, Felipe Gallardo en Chaco y Raúl Lucini en Córdoba, entre otros.  

En cuanto a la prensa, se confiscaron los diarios peronistas Democracia, La época, Noticias Gráficas, El líder y El mundo. 

Intervino la fundación Evita y, en plena pandemia de poliomielitis, ordenó la destrucción de cientos de pulmotores que la Fundación había adquirido para combatirla. Además, detuvo la construcción de un hospital infantil especializado en epidemiología y de otros establecimientos, por el solo hecho de que habían sido iniciativa de Perón. Un ejemplo de ello es el llamado Elefante Blanco, que estaba pensado para ser el hospital más grande de toda Latinoamérica. 

Aramburu encarceló a la mayoría de los militares leales a Perón como los generales Franklin Lucero, José Embrioni, Ernesto Fatigatti, Miguel Ángel Iñiguez, Raúl Tanco y Juan José Valle. Estos dos últimos empezaron a planificar para el 9 de junio de 1956 una contrarrevolución para terminar con la dictadura. Sin embargo, esta revolución no tuvo éxito y solo logró conquistar algunas ciudades por pocas horas.  

Como represalia, los militares que participaron en la asonada fueron juzgados y la mayoría condenados a la pena capital. Muchos pidieron clemencia, como la mujer del coronel Ibazeta, amiga de la esposa de Aramburu, que fue a pedir por su marido hasta la residencia de Olivos y a quien le dieron una insólita respuesta: "El presidente duerme".  

Fueron ejecutados el capitán Jorge Costales, el coronel Santiago Ibazeta, el capitán Eloy Luis Caro, el capitán Dardo Néstor Cano, el subteniente Alberto Juan Abadíe y Nicolás Carranza, entre muchísimos otros a los que castigó por no coincidir con su gobierno. Ni siquiera su amistad con Juan José Valle lo frenó para continuar con su plan y lo mandó a fusilar en un paredón de la vieja cárcel de Las Heras.  

La campaña de desperonización siguió por muchos años. Para las elecciones del 23 febrero de 1958, Aramburu proscribió al peronismo y dejó participar de dichos comicios a los partidos políticos que en su mayoría habían avalados la campaña de terror de Aramburu. 

Su dictadura culminó el 1 de mayo de 1958 con un saldo enorme de revanchismo, exiliados, torturados y asesinados.

por Facundo Giampaolo, historiador

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