La grieta lo divide todo, hasta a las familias que, por su pertenencia social, deberían estar unánimemente identificadas con uno de los polos. Pero siempre hay alguna oveja negra como Dolores Etchevehere que, en su afán por pelearles la herencia a sus hermanos, entre ellos un ex ministro de Macri, se involucra con personajes tan K como Juan Grabois y con causas tan nac&pop como la de las tomas de tierras, en este caso, las del propio clan. Y así, lo que nace como una disputa económica entre parientes se transforma, por obra de la política, en una nueva batalla entre “relatos”.
La de los Etchevehere no es ninguna originalidad. Pocos días antes, cuando salió el libro en el que Mariano Macri denunció los supuestos negociados de su hermano Mauricio, el ex presidente se defendió con el mismo argumento. Dijo que el libro es una “operación” del kirchnerismo ya que lo escribió un periodista de Página/12, Santiago O’Donnell, y repite muchas de las acusaciones de sus adversarios políticos.
Y antes de eso fue el turno de otro integrante de la aristocracia local, Jorge Neuss. Después de que asesinara a su mujer y se quitase la vida, sus herederos se apuraron en maquillar ese trágico final con una despedida en la que sobresalía la idílica foto de la pareja sonriendo como recién enamorados. Los Neuss luego se molestaron cuando se habló de “femicidio” (¡como si no lo hubiera sido!) y lo vivieron como un ataque lanzado desde la vereda de enfrente, más precisamente, desde el colectivo feminista que coquetea con los K y desprecia al viejo patriarcado que conforman las familias del poder.
La grieta se volvió un cliché. Es la forma más simple de echarle la culpa al otro.
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