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OPINIóN | 16-09-2020 15:28

Dólar: el dique, sus parches y la solución de fondo

El economista Francisco Eggers, profesor de la Universidad de La Plata, comprende las medidas del Banco Central, pero advierte que deben mejorarse las exportaciones.

Si se construye un dique, y la fuerza del flujo que se quiere contener es mayor que la que se calculó, hay que reforzarlo. Si se abrieran las compuertas, podría ser un desastre. En agosto de 2019, como reacción (algo tardía) a la corriente compradora de dólares, el Gobierno de Macri puso un dique, al que se llamó “cepo”, al igual que a las restricciones cambiarias que hubo entre 2011 y 2015. Pero era endeble, a las pocas semanas tuvo que reforzarlo. Luego, hubo más refuerzos: impuesto a la compra de dólares, prohibición de comprar dólares a quienes reciben ayudas estatales, restricciones para comprar y vender dólares a partir de operaciones con títulos públicos, etc. Esto no fue suficiente: en pleno período de liquidación de la cosecha gruesa, las reservas internacionales del Banco Central siguieron disminuyendo, tendencia apenas disimulada por el aumento del precio del oro, que revalorizó las tenencias del Banco Central.

Las medidas anunciadas recientemente por el Banco Central tratan de reforzar más el dique. Entre abril y julio, el superávit en el comercio exterior de bienes fue del orden de los 1.500 millones de dólares por mes: importante, sin duda, pero no suficiente para abastecer toda la demanda. En ese período se interrumpieron los pagos de títulos públicos en dólares, y los desembolsos de préstamos de organismos multilaterales alcanzaron para pagar los servicios de esos préstamos. El problema de la salida de dólares estuvo en el sector privado, por dos agujeros principales: cancelación neta de financiaciones (comerciales y financieras) y compra de dólares por particulares. Las medidas recientemente anunciadas apuntan principalmente a reducir esos agujeros. 

Era esperable que se desalentara y restringiera la compra de dólares por parte de particulares: en gran parte, eran divisas que se sacaban a las reservas internacionales para abastecer al mercado paralelo, haciendo un “rulo”. Esto era una fuente de ganancias privadas sin justificación: si alguien obtiene una diferencia entre el dólar paralelo y el oficial, es mejor que sea el gobierno. Con el impuesto PAIS ya se quedaba con una parte; con la retención a cuenta de Ganancias y Bienes Personales, la tajada gubernamental aumenta. Pero el principal problema de este “rulo” es la pérdida de reservas internacionales. La segunda presidencia de CFK pudo mantener el “rulo” (que servía para contener la cotización del dólar “blue”) porque en ningún momento se quedó sin reservas. Ahora, con más de tres años de gobierno por delante, es legítimo que haya dudas. Y ningún gobierno puede arriesgarse al agotamiento de las reservas; las consecuencias podrían ser caóticas.

Del resto de medidas, probablemente la de mayor impacto sea limitar las compras de dólares por parte de grandes empresas, que justificaban en la necesidad de cancelar obligaciones con el exterior: ahora podrán comprar dólares oficiales con ese fin hasta un millón de dólares mensuales; si piden más, se les solicitará que refinancien una parte de su deuda, de modo que no más del 40% del capital venza antes del 31 de marzo de 2021. Es algo que puede hacer ruido, aunque probablemente no desate una ola de defaults privados: quien tiene deudas tan grandes como para pagar servicios mensuales por más de un millón de dólares, en general tiene formas de obtener los dólares adicionales que necesite. 

¿Cuáles eran las alternativas? En el corto plazo, una posibilidad era “aguantar” hasta que se frenara el flujo de cancelaciones netas de deudas privadas con el exterior. Pero, a juzgar por las medidas tomadas, la expectativa era que ese flujo siguiera peligrosamente elevado en los próximos meses. El INDEC nos informó que el sector privado no financiero tenía deuda externa al 31 de marzo superior a 72 mil millones de dólares, la mayor parte con vencimientos a corto plazo. Aun excluyendo los financiamientos intrafirma declarados, el monto resulta imposible de hacer frente con las reservas actuales. 

Otra posibilidad era obtener un financiamiento exterior muy significativo: por ejemplo, transformar el “swap” del Banco de China (unos 19 mil millones de dólares) en un préstamo de largo plazo, de modo de tener “aire” por un tiempo. El tema, claro, es encontrar quien esté dispuesto a otorgar ese financiamiento. 

Además, requiere tener la perspectiva de que el proceso de pérdida de reservas se revertirá. Pero esa es una condición necesaria en cualquier circunstancia, incluso con las medidas tomadas, que no pueden ser para toda la vida, ni van a servir para contener la pérdida por mucho tiempo. 

Y aquí entramos en la cuestión de fondo: el país no crecerá (más allá del “rebote” luego de la “cuarentena”) si no logra estabilizar su balance de pagos en forma sostenible; porque si la expectativa es que en algún momento el Banco Central se quedará sin reservas, profundizando la crisis económica, pocos van a emprender inversiones reproductivas de largo plazo. 

En esas condiciones, ¿qué es lo que puede revertir las expectativas? El país tiene que tener acceso en forma genuina a divisas, para lo cual tiene que aumentar sustancialmente sus exportaciones. Es difícil lograrlo en medio de la pandemia, pero es fundamental apuntar a ese objetivo. Es meritorio que en estos meses el dólar oficial haya ido subiendo a la par de los precios, manteniendo un nivel real lógico para tiempos normales; pero probablemente estos tiempos requieran un nivel mayor. Pero devaluar no es lo único que puede hacer el Gobierno para mejorar las cuentas externas. Hay un conjunto amplio de políticas que pueden inducir a los empresarios argentinos a aumentar sus ventas externas.  

La última vez que hubo un salto exportador sostenido fue en la primera década de este siglo. No exclusivamente por mejores precios agrícolas y energéticos: las exportaciones de manufacturas de origen industrial aumentaron 57% en solo tres años (2003-2005). Es difícil de repetir, porque ahora el contexto mundial es distinto y el tipo de cambio real es más bajo; pero hay que entender que uno de los principales objetivos nacionales tiene que ser superar la restricción externa, y que hay que desarrollar las políticas necesarias para ese objetivo. 

Mientras tanto, no hay otra que seguir administrando la crisis, incluyendo reforzar con parches el dique de contención de las divisas. Pero no debe ser lo único que se haga. 

 

*Economista y profesor de las universidades Nacional de La Plata y Católica de La Plata.

por Francisco Eggers*

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