La crisis generada por el coronavirus evidenció el colapso de las instituciones y valores que nacieron con la revolución industrial. La pandemia no provocó la hecatombe. Desde la década del 60 la gente venía cobrando fuerza en la sociedad de Occidente y, como dijo Gonzalo Arango, sintiendo que cada vez había menos espacio en el mundo para el mundo. La caída del Muro de Berlín dejó sin piso a las ideologías y la revolución de las comunicaciones cambió las relaciones de los seres humanos entre sí y las que mantienen con los objetos. La economía del mundo se integró, la gente se conectó física y virtualmente, en lo que hemos llamado un Caos Interconectado.
La pandemia patentizó la necesidad de liderazgos menos delirantes, centrados en solucionar las necesidades de una población que se siente autónoma. La reacción de muchos líderes mundiales ante la crisis fue lamentable. Siguen creyendo que la gente obedece a liderazgos mesiánicos que ponen a la economía sobre la vida. Jair Bolsonaro, Andrés Manuel López Obrador, Donald Trump, Alí Jamenei, supusieron que podían desdeñar la crisis con una mezcla de misticismo y soberbia. Lo más probable es que conduzcan a sus países a una catástrofe que les puede llevar puestos. Su futuro político es tan malo que es probable que Trump pierda las elecciones de noviembre y el régimen de los Ayatollahs se desmorone.
En Argentina las autoridades tomaron en serio el problema. Alberto Fernández ejerce un liderazgo moderno que consulta, que integra a la oposición y toma medidas firmes. La gente le ha visto trabajando para defender su vida. Ha usado una comunicación política eficiente que se expresa más con actitudes y actuaciones que con palabras. En medio del miedo y la angustia generalizados, la gente ha visto a sus principales dirigentes dejar de lado egos y discrepancias ideológicas para defenderle. El resultado ha sido un enorme crecimiento de su imagen y el de otras autoridades que han enfrentado la crisis.
Es difícil saber cómo será el mundo que nos espera dentro de pocos meses y si alguien se beneficiará de la crisis, pero crecen quienes se arriesgan para defender la vida. Quienes permanecen dedicados a peleas caducas pagan las consecuencias. Mientras Bolsonaro y López Obrador se derrumban en las encuestas, Fernández y los dirigentes de todo el espectro que han demostrado estar a la altura del momento consolidan su liderazgo.
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