La estigmatización por problemas de salud mental consiste en individualizar todo lo malo y peligroso en determinadas personas. Entonces, en la sociedad se van reproduciendo sin pensar expresiones como “cuidado, es una histérica” o “es un loco malo”. El estigma y la discriminación siempre construyen un círculo vicioso y peligroso. La sociedad y sus leyes presuponen que enloquecer inevitablemente implica hacer mucho daño a las demás personas o a una misma. Sin embargo como escribiera la poeta Marisa Wagner “la locura tiene muchos matices”.
No hay entonces una sola locura, sino muchas. En la juventud descubrimos por ejemplo, la locura del amor. Quienes nos dedicamos a la creación convivimos con la locura del arte, la cual nos hace ver literalmente otras realidades. Pero la locura verdaderamente peligrosa no es la locura individual que es anestesiada, sino la locura del poder. Quienes tienen el poder de fabricar armas y lo hacen, son personas peligrosas. Así como quienes tienen el poder de vender drogas, también son personas peligrosas.
Estamos atravesando un proceso de alienación. A medida que llegan las nuevas olas de la pandemia, todo parece perder sentido. Encerrarse durante semanas, abrazar una amiga con miedo, o ver morir a un familiar desde una pantalla se volvieron situaciones cotidianas que naturalizamos para sobrevivir. Pero es justamente en esa naturalización donde nos alienamos como sociedad. Cuando nos detenemos un segundo a evaluar qué nos está pasando nos preguntamos si nos volvimos locos, o si esto es la nueva normalidad. ¿No sentimos un poco de extrañeza cada vez que nos ponemos una mascarilla para salir a la calle?
Entonces, uno de los problemas que se presenta es que no hay lugar para la sinrazón y el sinsentido, dos fuerzas que ponen en crisis al sentido común. De esta manera el concepto de locura se continúa utilizando para patologizar a quienes no quieren o no pueden adaptarse a las normas.
*Escritor, dramaturgo, director y autor de "Actuar como loco"
por Alan Robinson
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